Te vamos a demostrar que pensar en un hotel antes que en una localización es lo mejor que puedes hacer. Nosotros ya hemos hecho este ejercicio y nos hemos acercado hasta el Hotel Conservatorium, en Ámsterdam, un edificio que comenzó siendo un banco para después reconvertirse en conservatorio de música. De ahí que ahora sea un verdadero hotel de lujo, como una isla más en las que se desgrana esta hermosa ciudad.

Nos planteamos una escapada de fin de semana y nos cogemos un billete con Iberia (al ir tan pocos días, no queremos pasarnos parte del tiempo con retrasos). Efectivamente, acertamos. Llegamos puntuales y a tiempo para ver y descubrir la ciudad. Nada más aterrizar, nos dirigimos al establecimiento elegido y al verlo en vivo y en directo, nos resulta todavía más impresionante que las fotos de su web. Los pasillos decimonónicos con sus columnatas y el friso de baldosines de época que acompañan las escaleras nos impresionan de entrada. Por no hablar del atrio, un espacio ganado a un patio exterior de unas dimensiones considerables y que, al mismo tiempo, resulta acogedor gracias al interiorismo de Piero Lissoni, que deja su sello en toda la distribución y la elección acertada de mobiliario y accesorios.

Las habitaciones son generosas y de aspecto cuidado. Nos impacta el empleo de materiales diversos pero nobles, perfectamente ensamblados creando un espacio de intimidad y sobriedad a partes iguales. Queremos disfrutar de lo que este establecimiento nos ofrece, pero también queremos ponernos en contexto y ubicarnos en la ciudad que nos acaba de recibir, así que nos echamos a la calle para apreciar el colorido Foodhallen (o Food Market) y visitar luego dos de nuestros restaurantes favoritos: el Venus and Adonis, un bar muy animado y Mussels and Gin, un restaurante especializado en pescados.

Entre comida y comida, nos pasamos por dos de nuestras tiendas favoritas: X Banks y Hudson's Bay. Regresamos dando un paseo y sintiendo el bullicio de turistas que pululan por la zona de Dam Square.

Al despertarnos, desayunar en la zona habilitada en el atrio del que antes os hablamos, constituye un auténtico placer. También sentarse en sus amplios espacios viendo el hervidero de personajes entre locales y huéspedes que se reúnen allí escuchando un piano de cola y un bajo acompasarse con el ritmo del día. Y es que, por si fuera poco, el hotel tiene un acuerdo con el conservatorio de música de la ciudad para que sus alumnos del último año, practiquen aquí haciendo honor a lo que el edificio albergaba: la música.

Después de ojear algunas revistas y libros de arte, nos acercamos su spa: Akasha. Bajando al sótano donde está ubicado, nos encontramos en una nueva realidad decorada con gran acierto y virtuosismo técnico. Su piscina y zona de aguas, hacen que no quieras salir de allí. Es la traducción de la palabra "relax" hecha arquitectura. Decidimos darnos un masaje, Los 7 Chakras. Las manos de la masajista junto con la música en perfecta armonía, nos invitan a una experiencia inexplicable. El aroma de los aceites y esa sensación de flotabilidad, te embargan la consciencia y sin duda, elevan la elevan hasta que esos dedos acaban su danza litúrgica.

Reequlibrados ya nuestros puntos energéticos, subimos a disfrutar también de la magnífica habitación desde la que vemos el museo Van Gogh o el Rijksmuseum, dos de los destinos que ningún viajero se debe perder. Coincidimos con una exposición monográfica de Rembrandt, que hace las delicias de nuestras pupilas y acaricia nuestros recién renovados chakras como una suave brisa de verano. Otro de los museos a tener muy en cuenta es The Eye, de los arquitectos vieneses Delugon Maissl, situado detrás de Central Station y al que se accede en barco gratuito que va y viene durante todo el día.

Cae la tarde y tenemos reserva en Taiko, que se ubica en la antigua sala de percusión del conservatorio de música (de ahí el nombre, que es un tambor ancestral de Japón). El ambiente es refinado y cosmopolita y los manjares que nos van sirviendo en pequeñas cantidades, hacen las delicias de nuestro paladar con una presentación muy cuidada y una calidad exquisita. Además, el sommelier que nos aconseja el maridaje con distintos sakes, hace que se multipliquen las sensaciones del producto en boca. Sencillamente, insuperable.

Por cierto, justo detrás del hotel está la calle más glamourosa de la ciudad, con tiendas internacionales de las marcas más representativas del mundo de la moda. Recomendamos una visita a Hermes. El edificio lo rehicieron el equipo de arquitectura MVRDV y su fachada, totalmente transparente y hecha con ladrillos de cristal, no deja indiferente a nadie.

Después de tanta sofisticación, no podíamos volver sin acercarnos a la inauguración de la nueva exposición de David Lachapelle, donde el mismo artista firmó su nuevo libro de fotografías a los invitados. Aquí vimos el Ámsterdam más classy y chic del momento. Y, con este buen sabor de boca, regresamos a casa seguros de que Ámsterdam y The Conservatorium serán destinos de visita obligatoria para próximas visitas a la ciudad.

Carlos Sánchez

Imágenes: Cortesía de The Conservatorium