Desde Vanidad ya hemos hablado de cómo la evolución de este tipo de tecnología se va abre paso en diversas industrias, creando nuevas posibilidades a un ritmo asombroso que no deja de sorprendernos, y efectivamente, era solo cuestión de tiempo antes que la escena de los influencers tal y como la conocemos ahora, pasase a ser otro foco de interés para la IA.
Estos creadores digitales son diseñados para verse e incluso actuar como personas reales, y al igual que estas, desarrollar personalidades y estilos únicos que les permite brindar ambas, autenticidad y novedad. Muestran sin esfuerzo y de una forma que podríamos llegar incluso a calificar como genuina, productos y experiencias a través de un contenido tan meticulosamente creado y personalizado que tienen el mismo poder de convicción de compra que un influencer tradicional. Al igual que estos, existen principalmente en redes sociales como Instagram o TikTok, donde comparten contenido, interactúan con sus seguidores y promocionan productos sin estar restringidos por limitaciones físicas, y es que estos pueden ser expresamente diseñados para satisfacer las demandas de marcas y vendedores concretos.
Uno de los personajes virtuales más famosos en la actualidad es Lil Miquela, creada por la empresa Brud y con casi 3 millones de seguidores en Instagram, ha lanzado incluso su propia música, servido como modelo para marcas de moda, y ha entrevistado a celebridades reales en numerosas ocasiones. Al igual que las colaboraciones entre creadores de contenido actuales son algo normal y atractivo para el público de ambos, Lil Miquela colabora con Bermuda, otra influencer creada por la misma compañía, dando pie a interacciones tan entretenidas cómo divertido puede ser escuchar a dos amigas hablar de su día a día en medio de confidencias y risas.
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Otro ejemplo es Shudo, considerada por muchos la primera supermodelo digital del mundo, y el título no es para menos ya que ha llegado a colaborar con marcas de la talla de Tiffany & Co, Balmain o Louis Vuitton.
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Estos influencers virtuales están cambiando las reglas del juego y es que las ventajas que plantean son numerosas. En primer lugar, no podemos dejar de hablar de su rentabilidad, ya que el coste de mantener estos a largo plazo es muchísimo menor que trabajar con un influencer real, que a menudo cobran tarifas desorbitadas por sus patrocinios y colaboraciones. Además, la IA es fácilmente escalable lo que significa que se puede programar para producir contenido e interactuar en varias plataformas simultáneamente, atrayendo a un público más amplio sin tener que invertir en personas diferentes o ajustar presupuestos, y modelándose para ser los primeros en adoptar nuevas tendencias que les permitan ser relevantes de forma continua. Por último, al poder modelar su apariencia y mensajes, las marcas pasan a contar con un nuevo nivel de control que evita controversias o escándalos que puedan llegar a ser perjudiciales para ellos.
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Aunque no todo va a ser un camino de rosas, ya que también plantean una serie de preguntas sobre el papel de la autenticidad y posible identificación con una personalidad que ha sido creada artificialmente. Los influencers humanos han sido continuamente alabados por su capacidad para crear conexiones con su audiencia compartiendo experiencias e historias personales con los que todos podemos llegar a identificarnos. Cuando estos pensamientos y sentimientos dependen de un creador que tiene como último fin cumplir con las expectativas de la marca con la que está trabajando, ¿podemos creer que son realmente auténticos? Además, nuevas preocupaciones necesitan ser abordadas ya que es posible que estas “nuevas personas” promuevan estándares de belleza e imágenes corporales poco realistas y es importante que solo por el hecho de contar con una tecnología que permita crear un concepto de belleza perfecta e idealizada, no se deje de promover imágenes reales e imágenes que celebren la diversidad y la inclusión.
Angie es uno de los mejores ejemplos de ello. Esta influencer virtual en Douyin (la versión china original de TikTok), celebra sus “imperfecciones”, y es que, a diferencia de otros avatares, cuya piel se alisa a la perfección y sus rostros son perfectamente simétricos, la piel de Angie está a veces seca o enrojecida, sus dientes están ligeramente torcidos y su maquillaje se arruga al sonreír.
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En conclusión, el surgimiento de humanos virtuales como personas influyentes marca un capítulo emocionante en un mundo digital en constante evolución. Estos seres impulsados por IA tienen la capacidad de cautivar, inspirar e influir de formas en las que los influencers tradicionales parece que no pueden. Si bien presenta desafíos únicos y abre un importante debate ético sobre el que deberíamos meditar, también abre un mundo de posibilidades para marcas, especialistas en marketing y audiencias por igual. A medida que avanzamos en esta toma de control de la IA, una cosa está clara: los humanos virtuales están aquí para quedarse y están dando forma al futuro del marketing de influencers de manera increíble.
Ana González @anaaaaglez
Imágenes: Instagram