Quizá estemos hablando de una de las series más importantes de las últimas décadas en cuanto a repercusión mediática y social. Los conjuntos de Carrie, por ejemplo, seleccionados por la estilista y diseñadora Patricia Field (que ahora viste a Emily in Paris), fueron tan rompedores que llevaron la moda de los 90 y los 2000 hasta su máximo exponente.

Y es que como dijo Cynthia Nixon (Miranda) una vez: "La moda es otro personaje de 'Sexo en Nueva York'". Artículo que salía en la serie, artículo que colgaba el cartel de sold out. Las ventas de Manolo Blahnik llegaron a triplicarse por su aparición constante en el programa... pero, sin duda, lo más influyente y quizá también, lo mejor de la serie, han sido sus guiones. Irónicos, ingeniosos, a veces frívolos e intensos y otras tan acertados que parecen creados ayer.  

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¿Haría Carrie Bradshaw lo mismo ahora? Probablemente no. En ocasiones la serie peca de machista en su argumento, de idílica y utópica en cada capítulo y de algo superficial por momentos. Sin embargo, el poder de 'Sexo en Nueva York' radica en el papel protagonista que dio a la mujer allá en su estreno en 1998.

Hasta entonces, nunca se había hablado sin tapujos del sexo desde una perspectiva femenina, ni mucho menos de la mano de cuatro mujeres sin pelos en la lengua... Y todo presentado en un formato simple, sencillo y ameno. Como una charla entre amigas.

Es por eso que 'SATC' sigue siendo actual. Carrie, Charlotte, Miranda y Samantha imitan (aunque algo superficial y lacónicamente) a mujeres con defectos que llevan las riendas de su vida.

Nos enseñaron que no hacía falta un hombre para ser feliz ni sentirnos completas, que quizá no está mal dejarse querer, que las amigas son lo más importante y lo que siempre está ahí y que las mujeres podíamos hacer lo que quisiéramos. Samantha era su propia jefa, Miranda, socia de un bufete de abogados a los 35 años. Y es que ya lo dijeron en el libro 'Todas deberíamos ser Miranda', pues este icono progresista nos dio muchas lecciones de amor propio y de dignidad, así como de feminismo.

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Reconocemos que 'Sexo en Nueva York' comete errores graves, pues no aparecen actores que no sean exclusivamente blancos, nos ofrece a veces un retrato elitista de la vida en el que parece que todo lo soluciona el consumismo exacerbado... Sin embargo, sí muestra los defectos que los diferentes personajes tienen en sus vidas, habla de sororidad, de amistades leales, de liberación, de placer, de aspiraciones femeninas y lucha por desmontar clichés heteronormativos, siendo una de las primeras series en las que se dio representación a miembros del colectivo.

Pese a lo que se pueda pensar, 'SATC' cambió la escena internacional y permitió empezar a dar voz a las minorías. No a todas, por supuesto, pero sí supuso un primer paso en la lucha feminista y LGTBIQ+. 

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Las modas vuelven, y Sexo en Nueva York, también. Porque su discurso, aunque ahora se quede corto, también es actual. Es libérrimo y disruptivo como el que más. Y eso hace que, en muchos aspectos, la serie que encumbró a Sarah Jessica Parker como icono, siga estando presente en nuestro día a día.

 

Xiana Fernández: @xianafernandezz

Imágenes: Fotogramas de Sexo en Nueva York