Las últimas campañas de las etiquetas Yeezy, de Kanye West, y Balenciaga rinden tributo al papel del “ladrón” de fotos. Pero, ¿por qué?
Desde su nacimiento, los paparazzis han sido al mismo tiempo crucificados y endiosados. Los primeros aparecieron en la Italia post-fascista, en plena internacionalización del cine, cuando estrellas de la escena hollywoodiense y modelos, magnates y monarcas procedentes de todo el mundo coincidían en las villas y clubes nocturnos de Roma, la cuna del séptimo arte entonces. No tardaron en crear un subgrupo dento de la fotografía documental. Hoy la red está repleta de estampas de reconocidas personalidades repeliéndolos a golpes. La profesión del paparazzi está denostada. Sin embargo, la vida privada de los personajes públicos interesa cada vez más. Hasta hace relativamente poco era impensable ver a los famosos en su día a día sin la ayuda de estos fotógrafos. Ahora, en cambio, basta con abrir Instagram. Las redes sociales son el enemigo público número uno de los clásicos reporteros gráficos.
¿Nos encontramos ante el fin de una era? Los paparazzis cruzan los dedos cada vez que entregan una exclusiva a las revistas. La revancha de las celebridades se libra entre hashtags: en cuestión de segundos, la starlet de turno puede dar luz verde a una imagen que eche al traste la noticia, y en sus propios términos. La industria de la moda mira ya con nostalgia a la fotografía voyeur.
Alejandro Bernad -