¿Qué tienen los pitillo que llevan tantos años aferrados a las piernas de medio mundo? Ya todo da igual, puedes ver llevándolos a los niños bien, a los emo, a los modernos... incluso a los temidos hipsters. Y no se limita solo a la calle, porque si uno mira el espectro cultural descubrirá a personajes tan dispares como Kate Middleton, Russel Brand, Lil Wayne, las Pussy Riot o Michelle Obama bien cómodos con sus pitillo. Para empezar a comprender qué tienen que los ha hecho tan populares hay que prestar atención a sus orígenes, que tienen que ver con la cultura punk. Porque lo de ahora es solo un revival. Una vuelta que quizás propició Alexander McQueen en los noventa, cuando comenzó a mostrar nuevas formas en los pantalones, que venían algo cansados de ser demasiado rectos. Así que poco a poco, y ya entrados en los 2000, todo empezó a apuntar a los pitillo. Desde los diseños de Stella McCartney, a las piernas de Kate Moss y los Strokes.
¿Morirán alguna vez los vaqueros pitillo? Un estudio de la universidad de Peshtigo (Wisconsin) descubrió que los pitillos gozan de una inmortalidad nivel Chuck Norris
El salto a la cultura mainstream se produjo en torno a 2005. En un principio se asociaron a los jóvenes y su sentimiento de rebeldía, pero parece que ya han perdido esta connotación. De hecho, el periódico inglés “The Guardian”, en un intento de averiguar el por qué de su éxito, se fue directo al barrio londinense de Camdem, el lugar con más pantalones pitillo por metro cuadrado del Londres actual. Allí se dio de bruces con los paseantes y la ambigüedad de sus respuestas ante el por qué los llevan. “Te hacen parecer las piernas delgadas”, o que son “la rebelión de la época” fueron algunas de las declaraciones. Claro que rebeldes serían unos pantalones más anchos. Parece que ya no tiene tanto que ver con una decisión puramente estética, sino a que son algo estándar. Han dejado de tener una connotación claray están actuando como vehículo para la vuelta de tendencias de la década pasada. Ejemplos clarísimos son las bailarinas, las converse o las botas. Es decir, cuentan con una gran facilidad de adaptación. Otra posibilidad de su éxito es lo baratos que son de producir -evidentemente conllevan un gasto menor el tela-, una ventaja clara para los fabricantes. Y, por buscarle tres pies al gato, puede que tenga algo que ver la falta de connotaciones: gay, hetero, chico, chica, joven, mayor... ya no se asocian a nada en particular. Esto produciría una democratización de la calle, ahora que la sociedad está más fragmentada que nunca. De momento nadie ha decidido dejar de usarlos, ni en la calle ni entre las personalidades que dictan cómo vestir. Pero no importa, el caso es que ahora mismo la sociedad se encuentra cómoda en los pantalones más apretados, y parece que por el momento no va a cambiar. Andrés G. Menéndez