En primaria hiciste teatro, pero dices que lo odiabas porque eras muy tímida. ¿Cuando empezaste a verle el atractivo a la interpretación?
Creo que la mayoría de las personas que acudimos a esta profesión y en realidad, a cualquier actividad artística, lo hacemos por una necesidad común. Como espectadora, a mi el arte me ha salvado, dado consuelo y esperanza en cuestiones que, por falta de una educación emocional, se reservan a la intimidad y no se tratan de forma cotidiana, pero sí en el cine, el teatro, la literatura, la pintura...
En algún momento entendí que el arte consiste en contar historias y, un poco después, que las historias sirven para sanar y reconciliarse con una misma y con el mundo. Cuando mi necesidad de curarme se hizo más fuerte, me enganché a la interpretación. Esa necesidad sigue manifestándose en la misma medida que la de poder ayudar a otras personas con mi trabajo, al igual que otras me han ayudado a mi con el suyo. En realidad me siento un poco en deuda con el arte, pero de buen rollo.
¿Es cierto que el detonante que hizo despertar tu deseo de ser actriz fue la película Kill Bill, de Quentin Tarantino?
En el fondo siempre he sabido que quería ser actriz, pero la fuerza, la determinación y la regeneración que vive el personaje de Uma Thurman en Kill Bill, hicieron mutar el deseo en esta necesidad de la que hablaba. Fue una experiencia sanadora. Básicamente entendí que dedicarme a esto era la única forma de sobrevivir a la tristeza y sobrellevar la existencia.
A pesar de que ahora te dedicas 100% a ello, siempre has querido hacer psicología. ¿Sigues teniéndola en mente?
En realidad, el propósito de la psicología y el que yo entiendo que debe ser el de la interpretación, no me parecen tan alejados el uno del otro. De hecho, creo que la voluntad de comprender la magnitud del ser humano y de liberarla de los aprendizajes sociales que aceptamos y reproducimos por inercia, es la raíz de ambas: la transformación. Todavía tengo ganas de estudiar la carrera y sé que en algún momento de mi vida lo haré. También tengo ganas de estudiar filología y teología. Ambas me evocan a este conocimiento arraigado que puede explicarnos nuestros comportamientos, nuestros deseos, nuestros miedos y todos los componentes que cimentan la complejidad humana.
Mi intención era trabajar en institutos o colegios de primaria para estar cerca e intentar ayudar a personas en su momento más vulnerable, la infancia. Creo que la interpretación me ha permitido hacer lo mismo de otra forma, pero no he rechazado por completo la primera opción. De hecho, tengo muchas ganas de ponerme a ello.
Jersey de cuello alto de Tintoretto
¿A qué más has tenido que renunciar por el hecho de ser actriz?
Jordi Arús, un profesor del Col·legi del Teatre dónde estudié durante dos años interpretación, me dijo que “tomar decisiones es lo que nos hace avanzar en la vida”. En ese momento entendí que si no te concentras en un marco concreto, te acabas encontrando en un escenario general que puede no parecerse al deseo que tenías. Cuando comprendí qué era lo que quería hacer, dediqué a ello toda mi energía. Abandoné estudios anuales pero hice cursos intensivos, trabajé como camarera pero hacía castings de publicidad semanalmente... Y así hasta que sonó la campana. Descarté proyectos que me interesaban para poder invertir en lo que realmente me apasionaba.
Interpretar al personaje de Oksana en Merlí fue, sin duda, uno de los papeles que más reconocimiento te dio, ¿como ha influido en tu carrera? ¿Qué parte de responsabilidad sentiste al convertirte en un reflejo para muchas madres adolescentes?
Es cierto que Merlí fue y sigue siendo un impacto no solo en mi carrera, también en mi vida personal. Ahí se consolidó mi percepción sobre la responsabilidad que creo que debe sustentar esta profesión: la importancia de hablar y mostrar la materia y las necesidades que quedan apartadas del trending topic. También es cierto que la maternidad está cada vez más a la orden del día (sin duda alguna, gracias al feminismo) y que se está visibilizando y hablando de algo que se había reservado a las competencias silenciosas de las mujeres, dándonos cuenta así, de lo poco que sabemos sobre la maternidad, la no-maternidad, los factores contextuales que tienen causas y efectos sobre la misma y de la concepción generalizada de la sexualidad femenina. Realmente, me hizo muy feliz poder tratar un tema que me parece de vital importancia en una serie como Merlí y está satisfacción culminó al recibir mensajes de muchas chicas jóvenes que se habían sentido representadas en este personaje.
¿Es este el papel que más destacarías de tu vida profesional?
Creo que el personaje que más destaco de mi carrera es Ana, del cortometraje La Tierra Llamando a Ana, de Fernando Bonelli. Me removió y sanó a un nivel que no me ha pasado con ningún otro personaje. Interpretaba a una chica sordomuda y aprendí un poquito de lenguaje de signos, descubriendo una forma de comunicación que está a millas de cualquier otro lenguaje.
¿Hasta qué punto un actor/actriz puede influir en la vida de una persona?
Desde mi experiencia personal creo que puede influir absolutamente en todo. El crédito que damos a personajes de ficción que sentimos que nos representan o, por el contrario, simbolizan aquello en lo que no podemos sentirnos identificadas o identificados, pueden llevarnos a comprender más allá de nuestra experiencia. Nos ayudan a tomar decisiones más allá de nuestros aprendizajes, a cambiar nuestro estado de ánimo, a sentirnos menos solas y solos, a afianzar creencias, divulgar valores... Creo que un actor y una actriz tienen el poder de ser un canal dónde se refleja el mundo, pero también -y sobretodo- me gusta pensar que tienen el poder de construir uno nuevo.
Camiseta de tirantes vintage y pantalón de pana de Tintoretto
Acabas de estrenar la tercera temporada de Estoy Vivo, en TVE. En ella interpretas a Carlota, una millennial un poco peculiar... como integrantes de la misma generación, ¿qué aspectos tenéis en común?
Creo que lo que más define a Carlota como millennial es el impacto que recibe de la realidad: la precariedad y falta de libertad que se encuentra a la hora de entrar en un mundo que le niega realizarse a través de su talento, que le impide acceder allí dónde habían depositado sus expectativas. Toda su motivación se desmorona poco a poco hasta adaptarse a los requisitos del entorno.
¿Crees que el imparable uso de las redes sociales afecta a nuestro proceso de evolución cultural?
En gran parte, sí. Las redes sociales son un gran escaparate para difundir ideas y talentos que antes era imposible conocer y eso es maravilloso. Pero, la apabullante cantidad de inputs que nos rodean y la facilidad de crear (y consumir) contenido constantemente y sin esfuerzo, vuelven más perezoso el ingenio y vanalizan la calidad y profundidad de los elementos que conforman la cultura, desdibujándose en miles de millones de links.
¿Cómo es tu relación con las redes?
Creo que las redes tienen un poder de comunicación fácil y rápido. Y quiero creer que este poder puede ser una herramienta para concienciar, generar debate y reflexión en colectivo, exponer puntos de vista, compartir información de utilidad... Aunque también me parecen un nido de odio barato.
En mi caso, en Instagram encuentro muchos métodos y alternativas al consumo de plástico y productos poco éticos (encontré, por ejemplo, las compresas de tela Eco Flood Pads) o descubro datos sobre machismo y desigualdad social (por ejemplo con Devermut) que me permiten encontrarle sentido a seguir usándolas. También sirven para poder hacer llegar a más personas trabajos que, sin difusión, quedarían en el anonimato. Twitter lo uso sobre todo para estar al día de las noticias tanto a nivel nacional, como internacional. Y por los vídeos y memes, que a veces me alegran el día. Intento que mi relación con las redes sociales sea de provecho, más que de alimento al ego. Aunque la línea es muy fina...
Camisa blanca y vaqueros acampanados de Tintoretto
Hace un tiempo generaste un gran debate sobre la higiene íntima femenina y el ecologismo a través de una publicación que hiciste en tu perfil de Instagram. ¿Piensas que el actual auge del feminismo y del ethical living son tendencias pasajeras, o se trata de un cambio verdaderamente tangible en nuestra sociedad?
No creo que el feminismo y el ecologismo sean una moda pasajera, están en auge porque hemos llegado a una conciencia de no retorno en cuanto a desigualdad social y destrucción del planeta y que, por lo tanto, hace que nuestros ideales y hábitos sigan avanzando. No los considero tendencias, sino movimientos que, como el propio nombre indica, evolucionan y se transforman según las necesidades que cada día un poquito más, se van desenterrando a través de los colectivos más desfavorecidos y silenciados. El germen está plantado y es importante aprender a modificar nuestras acciones para que el cambio sea verdaderamente real y tangible.
¿Y el mundo de la interpretación?. Basándote en tu propia experiencia personal, ¿consideras que está cambiando? ¿Alguna vez has pensado que ser mujer ha afectado negativamente a tu carrera?
No llevo el suficiente tiempo trabajando para poder hablar con certeza sobre los cambios en la profesión. Lo que sí puedo decir, es que siento que cada vez se valoran más los productos menos fundamentados y más enfundados en formas insustancialmente icónicas. La producción ha aumentado gracias a plataformas que nos permiten acceder a miles de contenidos con facilidad (dando también más trabajo, todo sea dicho) pero que excluyen la capacidad de valorarlos. Se consume velozmente, se gana más al público por las ganas de comer, que por el hambre. Es por eso que aparecen castings en internet buscando chicas con más de 40k en redes en vez de castings buscando actrices preparadas y profesionales. Eso da mucho miedo...
Creo que esta necesidad de vender en masa que busca la influencia y no el carácter, puede sellar el detrimento de la interpretación. Las mujeres en general tenemos menos posibilidades de acceder a personajes más elaborados y relevantes en la ficción, porque la gran mayoría, por no decir todos nuestros referentes culturales, han sido realizados por y para los hombres. La historia está escrita por y para los hombres. Aún así, tengo la gran intuición y confianza en que esto está cambiando.
Jersey de punto azul de Tintoretto
¿Tienes algún director o directora con el que te gustaría trabajar en especial? ¿Y actor o actriz?
Sin duda alguna, me encantaría estar bajo la batuta de Phoebe Waller-Bridge, a la que considero una mujer con brillante inteligencia e ingenio. También sería una compañera de trabajo de ensueño Jodie Comer, protagonista de su última serie (Killing Eve) a la que admiro muchísimo.
¿Cómo se plantea tu carrera en el próximo año? ¿Algún otro proyecto futuro del que nos puedas hablar?
La próxima primavera estaré en el Teatre Lliure de Barcelona haciendo Tres Germanes (Tres Hermanas), de Antón Chéjov. Estará versionada por Marc Artigau y dirigida por Julio Manrique, con un elenco con el que tengo muchas ganas de jugar y del que sé que voy a aprender mucho.
Texto: Anna Alarcón @_annalarcon
Fotografía: Fede Delibes @fededelibes
Estilismo: Ona Goeree @onagoeree
Peluquería y maquillaje: Antonio Romero @antonioromeromakeup (Ana Prado) para MAC Cosmetics y Aussie
Agradecimientos a Primera Toma (Estudio para jóvenes actores)