Martín Rivas
Hot List de Vanidad, presenta:
Porque en Vanidad creemos en la conversación mucho más que en las entrevistas, la que mantuvimos con Martín nos descubrió que su belleza apolínea no es tan críptica como parece. Él confiesa. Traidores de nosotros, le delatamos contándotelo todo
MARTÍN Y SUS COSAS.
A Martín todo el mundo le dice que es una persona tímida, cuando él no está muy seguro de que esa afirmación sea cierta. “Me dicen qué gallego eres, qué callado. Eso es una tontería, es como presuponer que todo el mundo que vive en Serrano tiene que vestir bien”. Lo que sí es, es muy reflexivo, le da muchas vueltas a la cabeza e, incluso, dice tener desde pequeño un sentido de la responsabilidad y culpabilidad muy grande. No le cuesta nada pedir perdón, no es nada orgulloso en ese sentido. Martín mete la pata muchas veces porque “soy un bocazas”. Sin embargo, luego no tiene problemas en reconocer que se ha equivocado. No hay nada en concreto que le atormente, aunque hubo una época especialmente hipocondríaca en la que se obsesionó con la radiación, “la simple idea de acercarme a una fotocopiadora o poner el microondas me ponía de los nervios”. Martín no sabe mucho de diseñadores, lo que le gusta de verdad es la ropa. Marc Jacobs, David Delfín o las prendas de Engineered Garments, una marca que descubrió en Sportivo, una de las tiendas para chico más bonitas de Madrid. Va a mercadillos y tiendas de segunda mano, buscando lo más importante: diferenciarse. Que la gente tenga inquietudes y sea respetuosa, que tenga un mínimo de educación y tacto, es lo que más valora a la hora de relacionarse con los demás. Valores que, por otra parte, él mismo trata de ejercitar. La palabra favorita de Martín es “bagalume”, que en castellano significa luciérnaga. Aunque las turbulencias de los aviones para Martín no tienen ninguna gracia, ha viajado a La Habana, el Sáhara, Nueva York y París, todos ellos ya convertidos en lugares preferidos. Si alguna vez se decidiera a comprar una casa en Madrid, lo haría en Malasaña o en La Latina. Precisamente, un puesto callejero de pizzas “take away” de uno de estos barrios fue el que le alimentó durante varios meses.
Por Marta de la Calzada.
Fotografía de Chus Antón.
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