Robbie Williams se hace mayor. Ha cambiado las fiestas salvajes por la vida familiar, y vuelve con "Swings Both Ways" dispuesto a demostrar que su "Take the Crown" del año pasado sólo fue un patinazo. Para ello, saca a relucir -otra vez- su rollo crooner, traje y corbata incluidos, marcándose un disco en clave de swing que nos transporta doce años atrás, cuando versionó al clan Sinatra junto a Nicole Kidman.
"Swings Both Ways"
Lo cierto es que, voluntaria o involuntariamente, Robbie Williams ha cambiado de look más que de novia (aunque cueste creerlo). Hagamos un repaso: La cara de yogurín de sus inicios le delata. Acababa de cumplir la mayoría de edad cuando sacó sus primeros discos junto a Take That. Raya al medio, gomina, y una sonrisa con la que ya apuntaba maneras. TakeThatEverythingChanges_Vanidad Tras abandonar el grupo y adicciones varias, volvió recuperado y dispuesto a triunfar en solitario, casi rapado y con la pose de chico malo del pop que empezó a ocupar pósters y carpetas adolescentes. RobbieWilliamsAngels_Vanidad Con su mejor disco, "Escapology", llegó también el Robbie más sexy, alegrándonos la vista con fotos como ésta, de sus grandes éxitos. RobbieWilliamsGreatestHits_Vanidad Y aunque se mantuvo en forma muchos años y nunca se ha cansado de mostrarnos su (estupendo) torso, el año pasado cambió el gimnasio por el chocolate -su única adicción actualmente-, y ya sabemos cómo se las gasta la prensa sensacionalista. Al bueno de Robbie no le sentaron nada bien esas fotos... Que, sin duda, es mejor que borremos de nuestras retinas. Ahora, cual colega de Barney Stinson, ha recuperado el traje demostrando que clase y elegancia le sobran. Pero que no te engañe la portada de su nuevo disco, ¡se ha vuelto a teñir de rubio! Robbie, nos encantas y sabemos que nadie es perfecto, pero alguien tiene que decirte que ese pelo NO te favorece. Desde aquí te recomendamos que no pierdas detalle de su Instagram, donde lo mismo nos sorprende con una foto irresistible que cuelga fotos de su adolescencia, con unas gafotas dignas del mismísimo Manolito. ¡Qué bueno es reírse de uno mismo! Ana G. Ramos