Las Ostrenga y otros fenómenos virales
Las Ostrenga y otros fenómenos virales. Se hicieron famosos gracias a Internet y allí se (sobre)exponen. Los Ostrenga son solo un ejemplo de los cientos de
Se hicieron famosos gracias a Internet y allí se (sobre)exponen. Las Ostrenga son sólo un ejemplo de los cientos de jóvenes que han encontrado en la red un lugar en el que "vivir".
véase aquí-, su deseo de reconocimiento no ha cesado. Ha sacado varios temas como cantante y estos, lejos de ser buenos, son aplaudidos por las mismas manos que en sus comienzos alabaron la estética y actitud de una adolescente cualquiera que acaparaba los sites sociales a base de gifs con citas tan petulantes (e imberbes) como las que hoy volvemos a ver en Tumblr. Con esto bastaría, ¿no? La ascensión, caída y resurrección de una adolescente con sólo cinco amigos íntimos pero más de veinte mil seguidores sería suficiente para que el apellido Ostrenga figurase en la historia de fenómenos virales de Internet y, probablemente, en los archivos policiales de Florida; pero no. Su hermana Dakota recoge el relevo y juega con fuego aún sabiendo que este quema.
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Más excepcional que el anterior, Kota Koti es el personaje que se ha creado esta. Da miedo, es inquietante y también fascina; sólo tenéis que ver el vídeo que precede estas líneas. Con dieciocho años recién cumplidos (y una auténtica carrera en Asia) inició su aventura online hace tres. Conocida también como "barbie humana" –un ideal polémico que no entendemos del todo–, los más freaks decían que tenía que ser fruto de la ficción. Que no respiraba, vaya. De hecho, su identidad real, Dakota Rose Ostrenga, no se supo hasta meses después de subir su primer video a la red. Todo era un misterio. No hablaba, no gesticulaba; sólo mostraba sus trucos de belleza kawaii y el público hacía el resto. Hoy habla y no en inglés: La chica sabe japonés, por si esa fascinación que ya existía en torno a su figura no fuese de sobras suficiente. “Quiero ser actriz”, manifestó en su canal, “y pretendo costearme los estudios a través de mis videos”. ¿La cibercultura con trasfondo? De momento acapara portadas asiáticas e incluso ha escrito un libro que ya se ha agotado varias veces en eBay y Amazon.
[youtube width="600" height="344"]https://www.youtube.com/watch?v=SNa5Z8W-70I[/youtube]
Sea como fuere, ser "viral" no siempre es sinónimo de sordidez y ocaso (o eso queremos pensar). No todo en la vida son Corys –rehab incluído- y Kirstens. Casos menos inquietantes y un poco más felices son los de, por ejemplo, Isasaweis (Isabel Llano; España) y Yuya, otros dos arquetipos que apoyan él cómo internet puede cambiar tu vida, ya sea para mal, para bien o para mejor. Mariand Castrejon, lady16makeup o Yuya en el mundo del www, ha sido más que un fenómeno de masas en Latinoamérica. A través de YouTube, red que avala su ascenso –se independizó económicamente con dieciocho años gracias a los beneficios obtenidos por sus vídeos–, la mexicana también está llena de incógnitas. Tanto es así que, volviendo a la peligrosidad del asunto, Internet está plagado de vídeos y sites que hacen números bajo encabezados como “¿Cuánto cobra Yuya?” o “Conoce la voz real (sin editar) de Yuya”. Nosotros no podemos evitar preguntarnos si esta chica podrá dormir tranquila. Sus vídeos reciben una media de doscientas mil visitas al día y cuenta ya con más de dos millones de suscriptores en su canal. Atentos al retorcido estudio: “Si es una YouTube Partner (nombre con el que se conoce a las personas inscritas dentro del programa de publicidad de YouTube), ganará un promedio de 2 dólares por cada mil visitas o reproducciones; así que supongamos que alcanza 250 mil visitas por video: Su ingreso sería de unos quinientos dólares (6.560 pesos mexicanos) diarios, lo que al mes alcanza los 15.000 dólares”.
Parece un tema absurdo, y en realidad lo es. De una absurdez equiparable a la admiración que despiertan estas gentes entre el público. Tal y como asegura la ensayista Camille Paglia –refiriéndose a figuras que rozan la ficción como es el caso de Paris Hilton–, “nos obsesionan porque actúan como significantes vacíos, podemos otorgarles cualquier valor que deseemos”. La periodista Lucía Litjamer sentenciaba en un artículo: “Son sedantes para el público y su misión consiste simplemente en estar ahí”. Nos fascinan y nos intrigran precisamente porque las consumimos. El arma de doble filo que es y que supone para estos casos mencionados Internet no es otra cosa que nuestra doble moral materializada en lenguaje http. Locas ellas por abrirnos las puertas de su vida y locos todos por querer entrar, asumámoslo.
Alejandro Bernad Perié
Muchos sabéis quienes son, seguro, y no es de extrañar, pues después de todo es ese afán de reconocimiento el que ha hecho que las hermanas Ostrenga estén tan expuestas que hasta de miedo. Kiki Kannibal quizá sea la gran desconocida entre un público más joven. Kirsten Leigh Ostrenga, así es como se llama fuera del mundo virtual que lleva gestando a conciencia desde 2006, conoció las dos caras de la fama cuando sólo contaba catorce años. MySpace, primera gran plataforma gracias a la cual, entre otras cosas, Cory Kennedy se hizo viral, acogía cientos (o miles) de imágenes de una producidísima chica rubia todavía entonces desconocida que posaba con la pasmosa soltura de quien lleva años vendiéndo esa imagen de sí misma. La chica en cuestión era ella, Kiki, menor de edad y estadounidense. Del más absoluto anonimato, Kirsten pasó a contar más de 530 perfiles falsos con su nombre en Facebook (algunos con cotas de 20.000 seguidores) y más de ochocientos correos diarios en los que los insultos y las amenazas tenían todo el protagonismo. El impacto tocó techo: “Lo primero que Kiki Ostranga vio mientras hacía footing por la puerta principal de su rancho familiar fue la palabra “p*ta” escrita en letras verde neón”, narró una famosa publicación. “Tenía 14 años y se quedó sin aliento cuando llegó a la puerta. La casa de sus padres (en Coral Springs, Florida) había sido manchada con chocolate, salsa de tomate y huevos. Y a través de la puerta del garaje, grande como un cartel, fue garabateado el insulto”. Sus dos vidas, la real y la virtual, entraron en colapso, confundiéndose una y otra.
Hoy, ocho años después de que sucediese aquello, sorprendentemente, Kirsten sigue siendo Kiki. Con un aspecto que versa mucho de su anterior imagen –