Micah P. Hinson, héroe moderno
La primera impresión que da Micah P. Hinson es espantosa. Lleva una camiseta negra demasiado ajustada, con unos pantalones rojos, una americana blanca de grandes solapas atada con un botón, enormes zapatillas deportivas y el pelo peinado hacia arriba, con mucha gomina. Es muy alto, casi dos metros, y desgarbado. Junto a él está su bella mujer, una chica morena, menuda y de ojos verdes, llamada Ashley Bryn Hinson. Los tres, buscamos un sitio cómodo y silencioso dónde grabar. La segunda sensación que proyecta, ya sentados en la segunda planta de una especie de barra de bar que lleva muchos años abandonada y sentados sobre unos taburetes, es de fragilidad. Aunque las preguntas van dirigidas a él, sólo es capaz de mirar a su esposa. Hacia la mitad del encuentro se gira hacia el frente con la mirada puesta en el suelo, y sólo cuando la grabadora esté apagada, se decidirá a mirar con rápidas ráfagas a la persona con la que habla. Con su historial: a los 19 años ya estaba enganchado a todo y fue a la cárcel, por no hablar de que padece dolor crónico de espalda, lo que le ha mantenido en camas de hospital paralizado en multitud de ocasiones, y de sus canciones, desconsoladas en las que da la impresión de que siempre esté suplicando algo, lo que esperas es a un joven atormentado, pesimista y derrotado. Le pega todo leer los poemas de Rimbaud o Baudelaire, que sus libros de cabecera sean de Faulkner y Bukowski y que su máxima inspiración venga de oscuros músicos de country al estilo de Johnny Cash. Aún a riesgo de que con esta afirmación pierda el aura, y por lo tanto el atractivo que lo diferencia del resto, lo cierto es que este chico de 29 años es un tipo más normal de lo que parece;“La gente cree que he crecido escuchando música popular country, y en realidad lo que más he escuchado en mi vida ha sido a los Pixies y a My Bloody Valentine”. Y, contra todo pronóstico, prefiere ser feliz. Su nuevo disco, “The Pioneer Saboteurs” (Houston Party) lo ha compuesto en la época más estable y próspera de su vida, y así quiere seguir.
¿De quién hablas cuando te refieres a los saboteadores pioneros?
La verdad es que escogí primero el nombre del disco porque me gusta como suena, fue una ocurrencia. Luego, le encontré sentido, me imagino que inconscientemente ya sabía que quería decir algo en mi cabeza, pero no lo quería asumir. Me refiero a los primeros conquistadores, a Colón, a los inquisidores como Napoleón, a los dictadores, a todos los hijos de puta que hay en mi país, y en todos los países, que han hecho y hacen con su autoridad que la vida de mucha gente sea peor.
¿Por eso la foto de un arma apuntando en la portada del disco?
Sí, por la autoridad, la violencia. Todo viene de lo mismo. En EE UU todo el mundo puede llevar un arma, y más en el estado de donde yo vengo, Texas. Estás conscientemente en peligro de muerte cada vez que te cruzas con un vaquero. ¿Quién me dice a mi que no se le puede cruzar el cable al tipo que está esperando junto a mí en un semáforo y volarme los sesos? ¿O que no me podría pasar a mí si llevara una pistola en los huevos?. No sé, es de locos.
Te fuiste casi exiliado por tu familia de Texas. ¿Por qué has vuelto?
Porque las cosas en la vida cambian. Mi familia me echó de casa cuando no podían controlarme, ni siquiera yo mismo podía. Lo perdí todo, incluso mis instrumentos, bueno, y mi libertad. Caí lo más profundo que se puede, y ahora poco a poco he ido subiendo peldaños. Me llevo bien con mi familia, eso sí, cada uno en su casa. Pero no me puedo quejar, he probado el infierno y no quiero volver.
¿Y cómo es ahora tu vida? ¿Eres un chico aburrido y formal?
No te voy a engañar, en mi cabeza siempre hay dos disyuntivas. Antes de hacer cualquier cosa se me ocurren dos maneras de afrontarlo, bien y mal. Es como derecha e izquierda, y aún tengo muchas veces la tentación de girar por la que no debo. La gran culpable de que tome el buen camino siempre es ella, mi mujer. Nunca me dice lo que tengo que hacer, pero estando a su lado no me da por pecar. Me da tranquilidad que ella sepa exactamente cómo soy y todo lo que he pasado, me quita presión y no la engaño diciendo que soy otra persona, como lo hago con la gente que no conozco.
Hombre, te has casado con ella.
Sí, y le pedí matrimonio durante un concierto en una antigua iglesia. ¿Se puede ser más romántico? A veces me río cuando lo pienso. No sé, cuando la conocí me sorprendió por su bondad, y desde entonces no me he separado de ella, porque a su lado sólo me pasan cosas buenas. Imagínate, trabaja en una clínica psiquiátrica y está casada conmigo. ¿Se puede ser más generosa?
Y para escribir, ¿no necesitas una especie de estado depresivo?
Con lo que he tenido me sobra para dos vidas. Para mí componer es un proceso súper doloroso. Bajo al infierno miles de veces antes de que algo valga la pena. Empezar de cero es casi como una tortura. Cuando empiezo un disco siempre tengo frío, y cuando al fin consigo algo que vale la pena siento mucho alivio. Aunque con el tiempo, vuelvo a necesitar la puta sensación de hielo en la sangre.
Por eso hiciste un disco de versiones, “All dressed up and smelling of strangers”, para descansar.
Sí, al principio creía que iba a ser una chorrada. Dije que sí sin pensarlo mucho. Al final fue bastante doloroso, me metí a fondo en el disco, y acabó siendo una especie de banda sonora de mi vida, con canciones que definen momentos. Sé que para muchos críticos destrocé los clásicos de Sinatra, Dylan y Cohen, pero me importa una mierda.
Oye, en tus canciones, incluso en títulos de tus discos, mencionas mucho el verbo ‘dress up’ [vestirse]. ¿Te gusta la moda?
No, no me había dado cuenta. Igual es una metáfora y lo uso inconscientemente para vestirme con mi música. No queda convincente, ¿no? La verdad es que no entiendo mucho de diseñadores, pero sí que creo que es importante la imagen. A la que le gusta de verdad es a mi mujer y a mis hermanas. Cuando puedo les compro algo de ropa o complementos, creo que Chanel les gusta mucho. ¿Puede ser?
Un par de horas después comienza el concierto pero el final feliz nunca llegó. Micah P. Hinson sale al escenario ebrio, destroza todas las canciones, aporrea la guitarra sin ningún sentido, y no quiere mirar al público, sólo mira a un lado del escenario. Buscándola con la mirada le vuelve a suplicar a su esposa que lo perdone, porque algo ha salido mal. “Mi mujer se ha enfadado, he olvidado algo, y yo sólo sé hablar a través de mis canciones”. Hinson ha vuelto a girar a la izquierda.
Por Verónica Román Fierro. Fotografías de Rubén Vega.
El último disco de Micah es “The Pioneer Saboteurs” y su primera novela, “No voy a salir de aquí” (Alpha Decay). Hoy presenta "No voy a salir de aquí" en la librería Tipos Infames de Madrid en la calle San Joaquín, 3. Micah actúa el sábado 13 de noviembre en Plateruena, Durango, dentro de la programación de Heineken Music Selector.