Conversar con Inma Cuesta es lo menos parecido a entrevistar a una actriz. Ríe, se emociona, bromea, se enfada, vuelve a reírse, se corrige a sí misma, bromea una vez más. Llega un punto, ya desde la segunda frase, en que sus ojos azabachados o su belleza racial dejan de imponer. Tampoco sus quince películas, cuatro series y dos obras de teatro en apenas quince años. Inma_Cuesta_Vanidad_05_015 Tiene la naturalidad de aquella niña de Jaén que quería ser artista y que, para demostrarlo, diseñaba bolsos con los retales que le sobraban a su padre, tapicero. Ni siquiera haber trabajado en la última de Almodóvar, aún por estrenar, le hace perder la compostura. “Estas cosas hay que disfrutarlas como son y cuando te llegan, sin perder el tiempo con todo lo que lo rodea y tonterías así”, dice, con la seguridad de unos 35 años muy bien aprovechados. Inma_Cuesta_Vanidad_03_057 Está a punto de estrenar La novia, de Paula Ortiz, una adaptación al cine de Bodas de sangre, de Federico García Lorca. Habla de un triángulo amoroso en el que ella es la bisectriz, o lo que es lo mismo: la que más sufre. Y no, tampoco le tiembla la voz cuando habla de haber protagonizado la tragedia de uno de los mejores escritores de todos los tiempos... Inma_Cuesta_Vanidad_01_122   Texto: Luis Meyer Fotografía: Eduardo Miera  
No te pierdas la entrevista de Inma Cuesta en el número de febrero de Vanidad