Cuando llegamos a la etapa adolescente, la idea de independizarse suena demasiado bien. Soñamos con vivir solos o con amigos o con nuestra futura pareja. Normalmente, ese deseo va cogiendo más y más fuerza a medida que empezamos la universidad y/0 conseguimos nuestro primer empleo. Claro, dormir en el sofá, dejar el fregadero lleno de platos, nuestra ropa tirada por la casa, despertarnos cuando se nos antoje suena bien, ¿verdad? Pero una cosa es soñarlo y otra que se haga realidad... Cuando das con el apartamento idóneo y consigues emanciparte de la casa de tus padres, es cuando realmente empiezas a echar de menos.

No ser responsable de las facturas 

Cada mes te llegan las facturas de gas, luz, internet, agua, el alquiler... Y no das a basto. Se estaba mucho mejor viviendo en el limbo, sin ser realmente consciente de que todos los meses hay que hacer mil cuentas y desembolsar una pasta para poder mantenerte. Por no hablar de que por fin entiendes la importancia de cerrar el grifo mientras te lavas los dientes, no dejar encendida la calefacción por la noche, no llenar la bañera...

Tener la comida preparada 

Ahora tienes tu propia cocina y eres el único responsable de utilizarla. La comida no se cocina sola y no puedes sobrevivir a base de pizzas congeladas y lasañas precocinadas. Y, desde luego, los platos no te salen tan ricos como los que comías en casa de tus padres.

Que tus padres te cuiden cuando estás enfermo 

Es lo que hay. Si te pones enfermo, tienes que afrontarlo solo. Ya no tienes a nadie al lado que te toque la frente para ver si te ha subido la fiebre. Ni alguien que te avise cada ocho horas para que te tomes el antibiótico. Ni alguien que te acompañe al médico. ¿A qué echas en falta a alguien que te arrope?

Abrir la never y que esté llena 

En casa de nuestros padres, siempre que nos acercábamos a la cocina para comer algo, la nevera estaba llena. Viviendo solo, puede que a mitad de semana lo único que te quede es un bote de guacamole y un par de cervezas... Y no solo eso, si no que productos que en casa de tus padres pasaban desapercibidos, ahora te das cuenta de que también hace falta reponerlos de vez en cuando, como el papel higiénico.

Tener más dinero para tu tiempo libre

Después de pagar las facturas, de pagar el alquiler, hacer la compra una vez a la semana, comprar papel higiénico y demás, ves que te quedas en números rojos. No puedes salir todas las semanas a tu restaurante favorito, ni ir al cine tan a menudo, ni ir de tiendas tanto como te gustaría... Independizarse está bien, no nos engañemos. Pero supone un golpe fuerte para nuestras jóvenes vidas. Madurar cuesta y empezar a vivir solo te obliga a ello. Y descuida, que volver a casa de tus padres los domingos de visita, lo cogerás con el triple de ganas. Y que no te extrañe que incluso te den ganas de volver...

 

Marina Niemietz - @marinantz

Imágenes: Giphy y archivo

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