Durante un “
chau-chau” promocional de “
El día de mañana” hace diez años (de todo hace ya diez, veinte o hasta treinta años, amigo
Sancho), un compañero plumilla apuntó a
Roland Emmerich el curioso hecho de que, en mitad de toda la megadesgracia, hecatombe y cataclismo mayúsculo, ningún personaje del
filme cayera en la humana tentación de acurrucarse en un rincón y rezar a los dioses para que le echasen una ayudita celestial, contra todo pronóstico. El Tete Cohete de Hollywood.
En ese momento, el director alemán, con su pinta de contable del Bundesbank, resopló ligeramente y soltó a la traductora: “
Uf, otra vez la maldita preguntita sobre religión, ¿no?”. En realidad, quien tendría que persignarse y encomendarse a la providencia sería el espectador antes de entrar a ver alguna de sus películas. Y eso que parecía que, tras ese parque temático catastrofista que fue “
2012”, y ese interludio
fake y shakesperiano con que nos sorprendió con “
Anonymous”, Emmerich iba a dejar de atormentar al mundo. Ja.
Uno es alacrán (o arraclán, que dicen en mi pueblo político) hasta la médula y las últimas consecuencias, por lo que “
Asalto al poder” sigue las coordenadas maestras del cine del “autor” de “
Independence day” o “
Godzilla“: guión escrito en un
post-it tamaño mini, adrenalina desbordante y, nuevamente, la Casa Blanca como diana a reventar, en este caso por unos terroristas malotes. Y la crítica, encantada, como
Peter Travers en “Rolling Stone” (“el cartel de esta película debería decir lo siguiente: ¡Hola, idiotas!”). Eso sí, el reparto es molón:
Channing Tatum, Jamie Foxx, Maggie Gyllenhaal, Richard Jenkins y un James Woods que suponemos no habrá usado mucho de su 180 de cociente intelectual para aceptar esto.
Por cierto, para que no se diga, en un viernes de estreno bastante “chuchurrío” (aunque asoma todo un
Ken Loach con el documental “
El espíritu del 45“), hasta cuatro películas enarbolan la banderita local:
“Afterparty”, “Arraianos”, “Bajari” y, sobre todo, “
La gran famlia española”, una de las mejores comedias (o justamente lo contrario) del año, y punto pelota.
Paul Vértigo
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