Hemos visto el documental sobre la vida del músico Nick Cave "20.000 días en la Tierra", y aquí te contamos todos los detalles y qué nos ha parecido.
Nick Cave está tumbado en la cama, bajo las sábanas, esperando a que suene el despertador. Son las 7 de la mañana, y este es el día 20.000 de su vida. Se levanta, se mira al espejo, y bebe un vaso de agua, mientras su propia voz en off comienza a despejar la escena de toda cotidianidad posible. Así es como se abre el nuevo documental dirigido por los ingleses Iain Forsyth y Jane Pollard, en el que asistimos a un intimista y cuidado retrato del mítico cantante de rock.
"Principalmente escribo", dice el músico, justo antes de introducirnos en su atormentado mundo. A través de una obra que no se limita a la composición de canciones, sino que se extiende por todos los valles de la escritura, Nick Cave ha construido -y construye- un universo particular y propio en el que se mueve, y donde todos los personajes son versiones torcidas de sí mismo. Él nos cuenta cómo su total sumersión en los procesos creativos hace que la extrañeza le invada cuando ha de salir a la superficie y enfrentarse con el mundo exterior, el de las llamadas de teléfono y los representantes.
En el documental, maravillosamente rodado y de una profundidad absorbente, asistimos a la entrevista entre Nick Cave y el psicoanalista inglés Darian Leader, cuya principal diana será la infancia del cantante. Así, somos partícipes de un torrente de recuerdos que pasan por el primer amor del músico, su adolescencia, o la influencia de la novela "Lolita" de Nabokov en su vida. La memoria, según Nick Cave, es lo único que tenemos, lo que nos hace ser quienes somos y actuar como actuamos: es por ello que su pérdida constituye el mayor de sus temores. Otro método que usa el largometraje para provocar el avance de la narración son las conversaciones entre el protagonista y algunos invitados, como su compañero Warren Ellis, con quien compartirá anécdotas, o la cantante Kylie Minogue, a quien dará un paseo en coche mientras ambos recuerdan el momento en el que grabaron una canción juntos, Where the wild roses grow.
A pesar de que la inmersión en los recuerdos de Nick Cave es el aspecto de principal interés alrededor del cual se estructura todo el largometraje -que incluso nos transporta a un laboratorio de fotografía para analizar con lupa los restos gráficos del pasado del cantante-, este nos presenta varias actuaciones del grupo Nick Cave & The Bad Seeds, de duraciones relativamente largas. Pueden tomar forma, bien de ensayo de la banda, bien de concierto frente a una masa de personas que se desviven y emocionan con la simple presencia del músico, o bien de momentos íntimos de Nick Cave en los que, a través de cuidados planos detalle de sus manos, le vemos tocar el piano.