La infancia es ese tiempo donde todo es posible, uno de los mejores períodos de nuestra vida. Y es que no existían preocupaciones: ni exámenes, ni facturas que pagar, ni estrés laboral... Durante esos años, el juego ocupaba gran parte de nuestro tiempo, en el que teníamos como mejores amigos muñecos, pequeños coches, piezas para armar construcciones imposibles, etc. Unos juguetes que deberían volver aunque sea solo para ponerlos en un lugar privilegiado en la estantería del salón. ¿Te los pedirías a los Reyes? Mi pequeño Pony, era un pequeño caballo encantador en los colores más cursis imaginables, nos daba la sensación de poseer un pequeño unicornio mágico único. Furby. Tan feo como enternecedor cuando movía sus ojitos con un  pestañeo. Baby Feber. Con este muñeco pasaba como con el Furby, que era bastante feo y además, con su peto vaquero y pelirrojo, recordaba a Chucky del "Muñeco Diábolico", la película que más miedo despertaba en nuestra infancia. MicroMachines y su ciudad. Te podías pasar horas con estos pequeños coches de mil tipos y colores. Lo mejor  fue cuando sacaron la ciudad, un maletín que al abrirlo desplegaba una pequeña urbe donde entretenerte chocando coches. Popples. Dentro de la categoría de peluches, un lugar privilegiado lo tenían estos osos multicolor con el poder de hacerse bola y desaparecer. Cabbage Patch Kids. Otro de esos muñecos feos que con su pelo de lana, su mirada simpática y su cuerpo blandito nos ganó para siempre. Tristón. Si hablamos de miradas, la de este perrito abandonado (con maleta y todo) sí que nos robó el corazón. Lo cuidamos como si fuese real. Blandi blub. Esta masa verde, medio líquida y gelatinosa, era tan deseada por los niños como odiada por las madres. Y duraba limpia un suspiro. Gusy luz. Su nombre lo dice, un muñeco con forma de gusano y que emitía luz. Era de colores, achuchable y por la noche se le encendía la carita para ahuyentar nuestros miedos. He-Man. El muñeco del rubio cachas de "Masters del Universo", una suerte de Conan el bárbaro que podía con todo, y sobre todo, con el temido Skeletor. Venía con espada, hacha y escudo. Si además tenías a battlecat, eras lo más. Castillo de Grayskull. Idéntico al de los dibujos animados, era un sueño tenerlo y lo mejor para jugar con He-Man. Lego. Un indispensable del juego y de la infancia de todos los tiempos, ofrecía (y ofrece) miles de posibilidades constructivas y cientos de horas de entretenimiento. Los muñecos -de estilo pixelado antes de que existiera el píxel- eran rígidos pero no por ello menos divertidos. Pinypon. Estos muñecos de concepto sencillo, cara básica (sólo tenían dibujados dos ojos) y pelucón de colores, ocupaban un lugar preferente en nuestras vidas. Sus mundos era muchos y maravillosos: la casa, la granja, el parque de atracciones... Rueda de la moda. Soñamos con convertirnos en diseñadoras usando este juguete de mecánica sencilla: un disco giratorio dividido en tres partes para combinar la parte de abajo con la de arriba y con distintos rostros. Simon. Nos volvía locos con sus parámetros combinados de ruidos y color que teníamos que reproducir para ganar. Quién es quién. Uno de esos juegos que nos fascinaba. Tan sencillo como hacer preguntas sobre los atributos de unos personajes, que se descartaban rápidamente hasta llegar al indicado. Hundir la flota. Como el anterior, sólo podían jugar dos. En la caja ponía "el emocionante juego de estrategia naval" pero no era nada complicado: se decía un número y una letra y a ver si hacías blanco. GI-Joe. Unos muñecos pequeños pero muy fieles a sus personajes, expertos luchadores con todos los accesorios y armas que les caracterizaban. Jugar a la guerra era un entretenimiento genial porque siempre ganábamos. Twister. Otro juego de reglas sencillas para ratos divertidos: una ruleta con colores, una manecilla para girar y una especie de mantel con círculos de colores. Había que poner la mano y el pie en el color que indicara la aguja y luego, acababas enredándote con los pies, las manos, los brazos, las cabezas de los demás. Barbie Malibú. Todas las niñas tuvimos al menos una Barbie, muchos vestidos para cambiarla y accesorios para jugar. Scalextric. La primera aproximación al mundo del motor. En este pequeño circuito, ya poníamos al límite la velocidad hasta sacar el coche del carril.
La imagen es de una versión un poco más moderna
  Game boy. Y con esta máquina, llegó la tecnología a nuestras vidas y nos hicimos por ratos asociales. Los primeros juegos que todos tuvimos fueron el Tetrix y el Mario Bros. En las familias de varios hermanos y una sola Game boy, las peleas estaban garantizadas. El tiovivo de las barriguitas. Coleccionabámos estos pequeños bebés sin cansarnos y apareció su tiovivo para poder hacer algo con ellas. Telesketch. Parecía el monitor de una tele y también nos volvía locos con sus dos rueditas para manejar el "pincel" hacia arriba y abajo y de izquierda a derecha, e intentábamos ser creativos y hacer alguna obra de arte, pero sólo nos salía una especie de jeroglífico egipcio (o ni eso). Cinexin. Uno de los hitos de nuestra más tierna infancia: esta pequeña máquina para proyectar películas, principalmente, de Disney. Un cumpleaños se podía convertir en el mayor acontecimiento cuando este proyector se ponía en marcha. Tragabolas. Cuatro hipopótamos más un montón de bolas danzando como locas. El hipopótamo que más bolas tragara en menos tiempo se convertía en el ganador. Viewmaster. El juego de los solitarios o de los ratos en que te quedabas solo, consistía en un visor y un montón de diapositivas para cambiar y viajar a destinos lejanos sin moverte de tu habitación. Seguro que nos hemos dejado unos cuantos en el tintero, pero hemos intentando hacer un compendio de los que han estado en la infancia de la mayoría. Por María Díaz del Río @distritoeme  

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