Se define como un desastre en mayúsculas pero cuando hablamos de su música, todo cambia. Después de dejar al margen A3Bandas y Crew Cuervos, David Martínez Álvarez, alias Rayden, empezó a trazar una trayectoria musical que culminaría en una fecha límite: 2021. A menos de dos años para que esta especie de destino escrito llegue a su fin, charlamos con este genio de la meticulosidad musical en uno de sus puntos de encuentro favoritos de la capital.
¿Ves muchos cambios en la industria musical desde que empezaste hasta ahora?
La industria musical está en un cambio constante. Cuando yo entré ya estaba cambiando, se estaban dejando de vender discos físicos, todo el mundo descargaba discos a través de plataformas como eMule, BitTorrent... Ahora, con la aparición del streaming, ha habido otro cambio. Y es que esta industria yo la veo como una cosa que muta y permuta. Ni mejor ni peor, diferente.
Y el rap en concreto, ¿cómo lo ves después de ser uno de los primeros que lo introdujo en España?
En el caso del rap, la irrupción de estas plataformas (que tienen sus cosas malas, pero también otras de muy buenas) ha servido para democratizar la música y liberarse de la dependencia de sonar en la Radio Fórmula. Pero de ahí ha pasado a que la música que ahora esté en auge, sea la urbana…
¿Cómo son las nuevas generaciones de artistas?
En su gran mayoría creo que se están perdiendo en la superficie. La gente que está destacando mucho son esos que, dentro de la superficie, intentan meter algo de profundidad.
¿Y eso viene precedido por los nuevos consumidores?
Creo que viene por las plataformas de streaming. Nos ponen música ligera para llegar a los números que quieren desde centralitas internacionales. Música que dure poco más de dos minutos, que de los dos minutos haya cuatro estribillos, con los mismos acordes, ruidos de fondo… Así que, por desgracia, si todo el rato te dan a consumir este tipo de música, tu oído ya lo establece como normal y solo quieres escuchar esto.
¿Cómo definirías lo que haces tú? ¿Cómo has ido evolucionando como artista?
Precisamente, como artista, he evolucionado alejándome cada vez más de eso (risas). Estoy muy obcecado en salirme de lo establecido y en ese intento de, a lo mejor hago las cosas mal. Es un defecto que tengo. Cuando veo que algo es lo preestablecido a lo más ortodoxo, me da sarpullido. Y no porque no me guste o no lo escuche, sino porque a lo hora de hacerme entender con mi música, intento hacer algo referencial. A veces me sale bien, a veces menos bien, pero por suerte, me emociona hacer algo que no se parezca a nada.
¿Tu evolución como persona ha ido de la mano con este sentimiento artístico?
Mi evolución personaje-persona ha ido de la mano. Sí que es cierto que al principio tenía miedo de que el personaje se comiese a la persona. Lo había visto en gente cercana y me parece un acto asqueroso, por eso siempre he intentado alejarme mucho del personaje-persona. Luego me di cuenta de que son completamente lo mismo y que lo que la gente valora en mí es este discurso de normalidad (aunque yo lo denomino el éxito de la anormalidad). Ahora van de la mano. El que sube es el mismo que el que baja.
¿Qué proceso creativo sueles seguir?
El de la locura. Yo lo intento ejemplificar como la serie de Dexter, que para hacer un asesinato lo ves con sus hilos, uniendo todo... Yo me planteo los discos igual. Primero con el concepto, luego lo desgrano en las ideas en las que se sustenta, luego hago manifiestos de cada tema y de ahí voy subrayando y saco lo que sería sensible a letra, a canción. No he conocido a nadie que lo haga así la verdad.
¿Cuándo decidiste ser padre?, ¿cómo compaginaste la paternidad con tu profesión?
En mi caso, el tema de la paternidad es algo que vino de forma azarosa. De hecho, ahora lo prefiero así. Me llegó justo cuando estaba empezando a crecer, no como ahora. Entre los libros, los discos, los conciertos y las listas de escolarización del niño… ¡madre mía!.
¿Diego te ayuda a inspirarte y crear las letras de tus canciones?
Todo lo que es vivir, de una forma intensa y con el volumen a tope, facilita el hecho de que tengas cosas sobre las que hablar. Ser padre es una emoción muy fuerte que da para canción, pero tampoco puedes estar todo el rato hablando de tu hijo.
¿Qué fue lo que te llevó a trazar el plan de crear una trilogía?
Todo el itinerario de viaje viene trazado en 2008, en el momento en el que yo no quiero sacar nada en solitario y veo que el otro cantante del grupo dice que quiere hacer una carrera en solitario. Entonces, por no quedarme con una mano delante y otra detrás, me planteé hacer un disco y tenía claro que iban a ser dos trilogías. Una, dándome a conocer después de la etiqueta errónea del improvisador y otra, dejando mi huella en la palabra. De ahí Antónimo, Sinónimo y Homónimo.
Antónimo era la contraposición, Sinónimo la simetría, la armonía, la comparación y Homónimo la búsqueda de identidad. ¿De la tuya?
Homónimo saldrá en 2021, año en el que haga 20 años en la música y en el que la última canción (porque va a ser un disco doble), hace la canción número 100 que habré hecho en solitario. Ya lo ves, en la vida soy un desastre pero en la vida musical soy un reloj.
¿Y después de Homónimo, qué?
Va a ser un momento un poco krippy la verdad. Yo pienso que no voy a seguir vivo pero porque siempre, desde que empecé en la música, he visto claro hasta 2021. Nunca he visto más allá… pero tranquilos que no me voy a suicidar ni nada por el estilo (risas).
Has dicho que Sinónimo llevó tu mente a una situación límite y eso te pasó factura. ¿Cómo te has recuperado de eso para continuar con la trilogía? Cuando escribí Sinónimo tenía claro que quería poner a mi cabeza en una situación límite. Sabía que tenía que hurgar para sacar una veracidad que nunca había puesto sobre el papel. Siempre digo que salí directo del estudio de grabación, a la psicóloga. Supongo que cuando hurgas, todo tiene un peaje y un proceso de recolocar y reorganizar cosas…
¿Por qué piensas que Abrazos Impares, tu tema con Pablo López, ha tenido tan buena aceptación?
Creo que ha sido un poco el resumen del porqué el disco en general está teniendo tan buena aceptación. Hay un componente muy grande de verdad que dice que si no puedes hacerlo perfecto, hazlo sincero. En Abrazos Impares pasa eso. No hay ninguna pose, no hay nada que pueda ser sensible a que alguien lo tache de oportunismo, no intentamos sacar los puntos fuertes de cada uno, ni llevarlos a nuestro terreno. Hay una energía común y unos puntos de encuentro muy bonitos con los que la gente empatiza y personifica la canción.
Si por algo se te conoce (a parte de por tu música) es por ser un artista que siempre se moja y se implica en causas sociales. Aun así, algunas veces has intentado retenerte o no pronunciarte por lo que pudiera pasar?
Uno de los usos que tiene la música es hacer arte útil. Ayudar y animar a cambiar pequeñas cosas. Jamás me he retenido. Soy un jardinero, fiel, pero soy un jardinero. En mi caso me pasa todo lo contrario. Hay veces en las que debería pulsar el botón de apagado porque no tengo filtro y, aunque lo que diga esté fundamentado y tenga un pensamiento muy crítico, debería ser más comedido. Ahora me estoy intentando contener a: “si nadie me pregunta, no respondas”.
¿Cuál ha sido la última vez en la que has pensado que deberías haberte mordido la lengua?
He estado hasta en el Parlamento Europeo señalando con el dedo a los principales representantes políticos diciéndoles que estaban fomentando y sacando rédito del odio. Lo raro es que me vaya tan bien. Si es que soy un anormal (risas)...
¿Hasta qué punto es importante que los artistas utilicéis vuestra visibilidad para dar voz a ciertas polémicas?
Yo no estoy aquí para dar lecciones a nadie, pero a mí me da pena cuando veo a artistas asociales y totalmente insensibles. Parece que están fuera del bien y del mal, que ni comen, ni mean, ni cagan, ni sufren, ni lloran, ni follan, ni tienen inquietudes ni preocupaciones. A mí esto me saca de mis casillas, pero tal vez yo lo siento así por mi forma de vivir y actuar.
Si tuvieras el poder, ¿qué es lo primero que cambiarías de nuestra sociedad?
Ostras. Esto es un poco “Paulo Coelhoista” pero intentaría que hubiese una educación emocional obligatoria para que todo el mundo creciese desde la empatía y nadie tuviese tal inseguridad como para que, el día de mañana, se deformase en monstruosidades como el egocentrismo, el fanatismo o cualquier tipo de totalitarismo. Eso son deformaciones de la inseguridad mal llevadas así que, si consiguiésemos fomentar la empatía, nada de las grandes cosas (quitando tornados, terremotos y enfermedades terminales) ocurrirían.
¿Cómo utilizas las redes sociales? ¿Son importantes para ti?
No las considero una ventana de mi día a día porque soy muy receloso de mostrar eso, pero sí que es una programación de lo que quiero mostrar. Hay veces que hablo de mi música, otras de mis libros, de mis inquietudes, de lo que me preocupa... Y, si tengo que hablar de algo critico, lo hablo.
Precisamente a través de tu perfil de Instagram dijiste que, cada día que pasaba, los festivales se estaban acercando más peligrosamente a los zoológicos...
Sí, me refería a Coachella, Tomorrowland… festivales que atraen a un público determinado de influencers que van a dejarse ver, a colgar stories para dejar plasmado que han estado allí. Como si fuera algo de status social de prestigio... Esto me preocupa y me cabrea, de ahí lo de compararlos con un zoológico.
¿Ahora mismo serías capaz de vivir sin redes sociales?
Sí, lo que pasa es que me tendría que comprar un coche e ir con un megáfono diciendo cuándo y dónde actúo. La gente ya está atrofiada y parece que, si no subes nada a la red, no existes. Yo podría vivir sin ellas pero a lo mejor tendría que empezar a vivir del trueque (risas).
Texto: Anna Alarcón @_annalarcon
Realización: Miguel Lozano Sánchez @miguel__sanchez
Imágenes: Instagram
Agradecimientos: De Raimundo