La felicidad no está al final del arcoiris ni en el mundo de Oz. Son pequeños momentos brillantes a lo largo de la semana: un día de sol en enero, unas copas con amigas o la paga extra de verano. ¿A qué molaría que esos subidones ocurrieran más a menudo? Para eso hay que llenar nuestra vida de positivismo. ¿Cómo? Dándole la patada a estos malos hábitos de los que todos pecamos en algún momento.
Intentar controlar todo lo que ocurre
Una verdad como un templo: hay cosas en la vida que son incontrolables. No está en nuestras manos controlar cada aspecto de nuestra existencia y eso nos produce ansiedad y sensación de caos. Respira, acéptalo y deja que lo que sea que lleve el volante se haga responsable. Relax, serás más feliz.
No intentarlo por miedo a fracasar
Querido, todo el mundo mete la pata alguna vez. Pero que eso no te frene a la hora de hacer algo que quieres hacer. Sé persistente, fuerte y empedernido. Fallar una, dos o diez veces no te convierte en un fracasado; pero si tiras la toalla te sentirás como uno. Aprende a lidiar con los problemas que surjan por el camino, conviértelos en lecciones de vida y haz lo que se te antoja. Y si no lo consigues, vuelve a intentarlo.
Compararte con otras personas
¿Buscas la clave para convertirte en un amargado? Nada como comparar todos tus logros, sueños, planes de futuro e incluso aspecto con el de otra persona que no seas tú. No pierdas el tiempo: tú siempre serás tú y, sobre todo, es lo que mejor se te da. Así que en vez de ponerte verde de envidia como Hulk mirando lo que hace otro, compárate contigo mismo y mejora lo presente. Pero por ti. Solo por ti.
Dejar que tu felicidad dependa de otros
Nadie tiene el secreto oculto de la felicidad. Pero ni tú ni el vecino de enfrente. Es importante aprender a estar solo, trabajar en nuestro amor propio y ser feliz en nuestra propia piel. No pongas todos tus huevos (los de la felicidad) en la cesta de otro. Está bien rodearse de gente que te quiera, pero tú eres el que más debe quererse. ¡Al fin y al cabo te tendrás que aguantar a ti mismo hasta el final de los tiempos!
Echar la culpa a otros de tus problemas
Todos hemos caído alguna vez, y es que es tan fácil culpar a otros de todo lo que va mal en nuestra vida. Quizá incluso fuera culpa de otro. ¿Y qué? Repartir culpas no soluciona el problema en cuestión. En vez de perder el tiempo apuntando con el dedo, busca soluciones y conviértete en la persona que lo arregla. Y oye, si la culpa fue tuya acéptala que no muerde. Coge las consecuencias y cámbialas. Así la culpabilidad no te pesará tanto al final del día. Estos consejos pueden dar a nuestra vida un giro de 180 grados, por pequeños que parezcan. Son un pequeño paso para uno mismo y un gran paso para nuestra felicidad. Pero eso sí, hay que tenerlos presentes cada día. ¡Post-it en el espejo del baño para acordarnos de todo eso ahora mismo!
Pepa López
Imágenes: Archivo