Como un buque atracó el Hotel Four Seasons en el puerto de Madrid, en plena Puerta del Sol durante la pandemia y es que abrió sus puertas al público solo hace unos meses.

A vista de pájaro, el hotel tiene una superficie como la de un barco, que abarca casi una manzana entera, pero hecho de retales como un patchwork que conforman los cinco edificios diferentes que el grupo Lamela cosió unificando todo su interior en un ejercicio impecable de ingeniería arquitectónica.

Del interiorismo se encargó Martin Brudnizki, quien apostó por la sobriedad y el clasicismo, dándole a todo el lugar un toque elegante y atemporal.

El hall de entrada nos recibe con la ampulosidad de lo que fue un gran banco, y sus dimensiones impresionan por la grandiosidad y calidez que rezuma.

Dorados, mármoles, terciopelos y flores, empapelan este espacio que te hace sentir sus hechuras desde el momento en que te dan la bienvenida a su universo. El ambiente respira seriedad informal y los huéspedes se mezclan con visitantes en este espacio de glamour sereno que ayuda a la capital a posicionarse entre sus iguales a nivel europeo.

Se percibe con facilidad que el establecimiento se nutre de arte en muchas disciplinas como la pintura, la forja o el cristal, lo que aviva aún más el ojo del buscador de belleza, generando una sensación de bienestar en todas sus dimensiones.

Las habitaciones gozan de vistas a dos de las calles emblemáticas de la ciudad. Siendo espaciosas, llama la atención su buena distribución, que permitie independencia y continuidad al mismo tiempo entre los distintos espacios.

Cabe mencionar su piscina cubierta con spa, donde brilla con luz propia el mobiliario de Kettal -que también distingue la terraza adyacente con diseños de Patricia Urquiola para la firma y desde donde podemos gozar de una vista panorámica de la capital desde su mismo corazón-. 

Goce multiplicado si se hace echado en una de las tumbonas que Jasper Morrison diseñó para la marca catalana...

Su restaurante, Dani Brasserie, cuyo chef colaborador es Dani García, nos ofrece un menú lleno de alegrías con tartares que emocionan y unos langostinos en tempura que te obligan a pedir una segunda ronda.

El espacio aquí es un poco distinto al resto de la decoración, más desenfadado y atrevido en colores y mobiliario. Además, la atmósfera conseguida se combina a la perfección con las vistas que este ofrece sobre tejados y monumentos emblemáticos de su alrededor.

 

¿QUÉ VER?

No cabe duda de que estas son, además de para los visitantes, visitas más que obligadas para los cercanos:

Museo Del Prado. Una de las pinacotecas más importantes del mundo y donde no podéis perderos ni El Jardín de las Delicias de El Bosco, ni Las Bodas de Nastagio degli Onesti de Botticelli ni, por supuesto, El Descencimiento con mayúsculas, el de Van der Weyden.

Museo Reina Sofía. Solo con admirar su carcasa, la que corresponde al espacio que unió magistralmente Jean Nouvel al edificio dieciochesco existente, merece la pena. Ahora bien, no hay que olvidar que alberga muchos tesoros en su interior.

CaixaForum. Un ejemplo magnífico de rehabilitación de edificio a cargo de Herzog y De Meuron que sirve de contenedor para unas exposiciones temporales más que interesantes.

La Academia De San Fernando. Creada en época de Carlos III, fue escuela para muchos de nuestros grandes pintores. Desde Goya, hasta Los Madrazo, aquí se puede admirar tanto su colección permanente como las temporales.

Un paseo por la calle Alcalá hasta Cibeles, admirando tres de los edificios más icónicos de Antonio Palacios y de estilos absolutamente distintos: el Círculo de Bellas Artes, el Instituto Cervantes y el actual Ayuntamiento. Además, si giramos la cabeza hacia arriba, podemos ver varios edificios coronados con algunas de las esculturas más bellas de la ciudad, entre las que cabe destacar: las de José Benlliure, en el edificio Grassy (ahora edificio Metrópolis) y las medusas facetadas que hizo Rafael Moneo en la ampliación del chaflán del Banco de España. Oficio de un maestro.

¿DÓNDE COMER?

Cerca del hotel tenemos un abanico enorme de opciones más que recomendables, aunque solo mencionaremos algunos:

Restaurante Lobito de Mar. Pertenece al grupo del chef Dani García. El espacio decorativo es ecléctico y está muy bien resuelto, con guiños de humor que destilan oficio, como la disposición de sus urinarios en cámaras frigoríficas con la visión de un pez iluminado de fondo. Nos recuerda un poco a Lázaro Rosa-Violán y no es de extrañar, porque el diseñador trabajó con él.

Por el lado gastronómico, la comida llega fresca y bien emplatada. Os sorprenderá la carta de productos del mar y su preparación. No os perdáis sus tartares, su carpaccio de atún, ni su gallineja frita. Por no hablar de su atención, exquisita. Desde luego, merece la pena y mucho.

Rubaiyat. Si queremos comer la mejor carne de Madrid, no hay duda de que este es el sitio. Un restaurante que lleva siendo referencia durante años en la capital. Su amplísima terraza, que supera en metros a la superficie techada, te permite gozar de su excelente producto con la sensación de verdor a tu alrededor, que transmite un frescor mental de desconexión y nos hace sentir, por un momento, que estamos comiendo en pleno campo. El servicio es amable, cercano y profesional. Repetirás.

Mercado de San Antón. Es la azotea de Chueca, la terraza desde donde apreciar el color teja que pavimenta a esas alturas el icónico barrio.

Su comida es desenfadada -aunque muy bien elaborada-, ideal para acudir con amigos y compartir platos al ritmo de la conversación, que seguro se anima si además probáis sus excelentes cocktails...

¿DÓNDE BEBER? 

Y hablando de cocktails... A pesar de que estamos en pandemia y no se puede salir, no queremos dejar de recomendar un “new in town”, Bar Manero, una mezcla entre club privado y tapeo fino que, vestido de gala por Lázaro Rosa-Violán, llega desde Alicante de la mano de su predecesor. Dará mucho que hablar por su excelente producto y servicio. Esperamos que tengáis suerte y podáis disfrutarlo pronto (si su reducido aforo os lo permite, claro). 

¿QUÉ COMPRAR?

Olivier Bernoux. Sin duda, una tienda atípica que te hará volar al movimiento de sus abanicos de ensueño. Su creador y dueño decidió cambiar sus diseños para Loewe para centrarse exclusivamente en esta aventura empresarial después de ver en los premios Goya a una señora fantásticamente vestida con un abanico que no estaba a la altura.

En su tienda os encontraréis figuras rutilantes de la escena artística, política y social española, pudiendo además presenciar in situ, en su taller de la planta baja, cómo se elaboran estas joyas que ya tiene adeptos en todo el mundo, como Madonna, para la que ha diseñado un modelo espectacular.

Schneider Colao. Si te gusta el mobiliario de diseño vintage, no dudes en pasarte por esta tienda.

Desde Gio Ponti hasta Carlo Scarpa, pasando por los clásicos nórdicos. Aquí podrás ver una selección exquisita y conversar con el dueño, un arquitecto que hizo de la búsqueda incesante de joyas del diseño internacional -sobre todo del s.XX- su modus vivendi. Es un conocedor del mundo del diseño con mayúsculas. Más que recomendable. 

 

Y ahora... a disfrutar del Hotel Four Seasons y de sus alrededores. ¡Madrid os está esperando con los brazos abiertos!

 

Carlos Sánchez

Imágenes: Cortesía del Hotel Four Seasons