Para hacerlo, elegimos el Four Seasons Downtown, un hotel situado en la zona de Wall Street que nos gusta por su cercanía a zonas que nos interesan por sí mismas, como el Soho, Chelsea, Battery Park, el World Trade Center o Greenwich Village.

Así, nos sumergimos de lleno en las tripas del distrito financiero de la ciudad, aunque hay muchos que lo describirían como el corazón del poder: Wall Street. Ya la entrada nos apabulla con sus puertas gigantes que parecen engullirte a un universo de calma en medio del bullicio que lo adorna. El hall ya da muestras de lo que te vas a encontrar: espacioso y con materiales nobles como el mármol o la madera, te recibe con grandeza sutil mostrando los elementos de la sintaxis Four Seasons al completo, familiarizándonos inmediatamente con ese lenguaje con el que conviviremos unos días.

Subimos a la que será nuestra habitación, una esquina con vistas en arista del mundo. Desde la atalaya de este hotel emblemático, nos asomamos al edificio deconstruido que los Herzog y de Meuron levantaron hace cuatro años como visión edulcorada de una estética dura de ciudad, donde los cubos en forma de tetris descentrado nos atraen como la luz a las polillas.

Miramos hacia abajo y no despegamos la vista del amarillo de los taxis que, como abejorros, surcan la avenida que se extiende a nuestros pies cual alfombra de colores. 

Decidimos bajar a la piscina climatizada y descubrimos una de las más grandes que se pueden disfrutar en la ciudad. ¿Lo mejor? Puedes escuchar música bajo el agua gracias a sus altavoces especiales.

El spa, entero con mármoles, lámparas de latón y ejércitos de toallas blancas adornando tumbonas que miran hacia los emblemáticos edificios de alrededor, te transporta de inmediato al sueño que supone estar en Nueva York.

Durante nuestra estancia, no podía faltar un desayuno a lo neoyorquino, que decidimos disfrutar en la habitación para no dejar de ver el bosque de edificios que no nos dejan olvidar dónde estamos.

Como anécdota, señalar que el hotel estaba rodeado buena parte del día por fans del Phoenix Basketball Team, con el novio de Kendall Jenner de abanderado de la locura del famoseo patrio. Estuvimos con él sin saber quién era.

Paseamos por el vecino SoHo, entrando y saliendo de tiendas que nos gritan “ven”. Impresionados con tanta frescura imaginativa y novedades varias, seguimos nuestro paseo por el renovado Meat Packing District, que nos habla por sí solo de cómo una ciudad debe rehabilitar un barrio al completo.

Y llegamos así hasta el Chelsea Market, que sigue como siempre, igual que el edificio brutalista que tiene enfrente con su fachada repleta de ventanas redondas. Es el hotel Maritime, un clásico entre clásicos redescubierto por instagrammers de última generación que lo han puesto de nuevo en valor.

 

¿QUÉ VER?

La nueva sinagoga que nuestro más polémico arquitecto ha levantado junto al Oculus, en la Zona Zero. Justo al lado de donde las Torres Gemelas se derrumbaron, se yergue esta sinagoga de luz, pequeñita pero muy representativa, que se ilumina como una lámpara desde dentro debido al translúcido alabastro con el que está construida.

El Oculus, que como la espina de un pez despliega su esqueleto en el aire, peinando los vientos que le llegan del cercano Hudson e impresionando en su interior por lo espacioso y diáfano. Sin duda, es una de las atracciones principales.

One Vanderbilt. Si tienes vértigo no subas al final de esta torre donde encontrarás suelo, paredes y techo en cristal. Te sentirás flotando en el aire sin por ello burlar la gravedad y con unas vistas 360 que quitan el hipo, el aliento y hasta la consciencia de que nos mantenemos sobre materia sólida.

MoMA. No os perdáis la exposición 'Unsupervised' de Rafik Anadol porque hace de lo audiovisual el último campo abonado del arte que nos da más alegrías que los formatos habituales y súper explotados. Una amalgama de colores se suceden fluidos en un continuum absoluto con referencias sutiles a artistas de su imaginario como Francis Bacon, Van Gogh o Murakami. Si quieres nuevas emociones para tu retina, no dudes en acercarte a este evento con tintes de performance visual orgiástica.

The Shed. Seguimos con glotonería visual y por eso, no podemos (ni podéis) perdernos Fragile Future, con su avanzado estudio lumínico que va creando realidades alternativas al mismo tiempo que tangibles para nuestra percepción más consciente e inconsciente. Es capaz de sugerir estados de ánimo universales a través de puntos de luz que hacen hologramas de verdad en un mundo de post-verdad.

¿DÓNDE COMER?

Gabriel Kreuther. Tenemos la suerte de disfrutar de este reconocido restaurante con dos estrellas Michelin justo frente a Bryant Park, y nada más entrar nos sentimos apabullados por el espacio tan generoso que se despliega ante nosotros, salpicado con mesas de distintos tamaños dispuestas con acierto para hacer del lugar un sitio acogedor donde tener ambiente e intimidad al mismo tiempo. La decoración tiene concesiones a la Francia natal del chef a modo de vigas de madera desnuda o papel de colores en las paredes. Empieza el espectáculo y los platos se suceden en lo que parece una competición de originalidad y sabor a cada cual mejor. El jamón de Joselito se abraza al caviar presentado en concha de nácar y la Alsacia riega con su frescura las viandas vaticinando una velada épica. Desde luego, si queréis daros un verdadero homenaje en la ciudad que nunca duerme, este es el sitio.

Rezdora. Hablamos de un coqueto restaurante italiano que consiguió su primera estrella Michelin en 2021. A escasos pasos de Unión Square, se perfila como uno de los restaurantes de alta cocina italiana, con un toque aparentemente casual pero que tiene detrás a un chef concienzudo: Stefano Secchi, que no para de experimentar con el producto dando la máxima calidad con una intervención sutil pero rotunda que te deja el paladar con sabor a la Italia auténtica. No os olvidéis de pedir el cocktail Cheers Mr Johnson, infusionado en queso parmesano y con albahaca. Muy recomendable.

Bacarrat. No podíamos irnos de la ciudad sin acercarnos a esa pantalla iridiscente y multifacetada que supone la fachada del emblemático hotel que Philippe Starck convirtió en referente para neoyorquinos y foráneos hace años. Las impresionantes arañas te acompañan con sus bling bling descolgándose de techos gigantes como trapecistas del lujo brillante y bien entendido del arquitecto francés. El foie y el wagyū son de otra galaxia. Y como broche a tanta delicia os recomendamos el merengue. Sencillamente insuperable.

Casa Dani. Hudson Yards abre las puertas a uno de nuestros mejores cocineros, Dani García, y lo hace en un edificio de última generación donde el cristal y el acero son protagonistas de su impoluta fachada para dejar paso en el interior a un ambiente cálido a base de maderas y lámparas de papel que le dan una personalidad tenue al local. La comida no defrauda: producto fresco, elegido con criterio experto y muy bien cocinado y presentado.

The Westlight. Nos acercamos al hotel Williams Vale, en el cercano Brooklyn, para cenar en el "place to be" que se ha convertido su terraza. Si se os hace tarde, quedaros a dormir, porque despertarse con sus hipnotizantes vistas y Manhattan a tus pies, no tiene precio. Si a eso le sumáis el desayuno en Leuca, veréis que el negocio os ha salido redondo. 

¿QUÉ COMPRAR?

Tienda de Tom Dixon en el SoHo. Un reflejo de la de Londres donde podéis encontrar todo el ADN del diseñador a unos precios muy competitivos. Nosotros estamos enamorados de sus Pendant Lamps.

The Webster. Una pop up store contínua que alberga tesoros de Alexander Wang, Jacquemus, Casa Blanca o Bottega Veneta. La tienda en sí se parece más a una galería de arte que a una tienda al uso. Podéis encontrar verdaderas joyas que solo se exhiben y se venden aquí.

Billionaire Boys Club. Encontrarás legiones de jóvenes modernos buscando prendas cotizadísimas, fruto de la colaboración de marcas punteras con diseñadores top. Sin duda, una apuesta por la novedad y la originalidad en todas sus prendas y objetos. 

The Ordinary. Una tienda diminuta alicatada hasta el techo y con unas lámparas de los hermanos Boroullec que apenas caben en sus casi dos metros cuadrados. Esta falta de oropel les permite vender una de las cremas más codiciadas del momento, a base de ácidos naturales de plantas y a precios que no parecen de cosmética moderna. Nacieron con la política de Abnormal Beauty Company como declaración de intenciones. Si quieres estar a la última en cuidado facial, este es tu sitio en West Broadway.

¡Esperamos que disfrutéis de la ciudad tanto como nosotros lo hacemos cada vez que venimos!

 

Carlos Sánchez

Imágenes: Cortesía de Four Seasons, Nueva York