Sus llanos despejados nos van acercando a esta bodega que es un hotel, y un spa, y ya desde la lejanía del cercano Toro vemos emerger un edificio rectangular con rotundidad, asentado sobre una mampostería de importancia que se conforma principalmente de cristal en sus paramentos y de piedra que lo enmarca en su base.

Adivinamos al acercarnos a este adusto edificio plantado en medio de los campos que las vistas desde el interior deben ser limpias y diáfanas a todo el campo circundante, y así es.

Desde casi todas las estancias del recinto se goza de este privilegio de silencio visual tan solo rasgado en su planitud por algún coche que nos ayuda a delimitar las distintas líneas de los campos que se superponen en perspectiva, creando un efecto de profundidad que aligera nuestras pupilas y embellece nuestra mirada.

Al ser otoño, mes de la vendimia y la recolecta, las mieses tiñen de amarillos macilentos la extensión que hacen suya, creando grupos de tonos dentro de un mismo color que imprimen un ritmo sereno a este paisaje tan sencillo como rotundo.

Creíamos que todo este marco sería su principal atractivo hasta que descubrimos que solo era uno de ellos. La gastronomía pasó a sorprendernos, ¡y de qué manera!

Encontramos en su cocina una sinceridad y unos sabores auténticos, presentando un producto de excelente calidad con una preparación sobresaliente. Como sus croquetas caseras, que no tienen nada que ver con ninguna croqueta que hayamos probado antes. O su bacalao, con base de migas zamoranas que nos quita el aliento... Por no hablar de su tarta de limón con cama de galleta ,que nos recuerda a los dulces coreanos por su suavidad, cremosidad y su dulzor justo.

El desayuno solo viene a abundar en lo que ya habíamos recalcado y se nos presenta enmarcado, otra vez, por esta planicie como las que inmortalizó Azorín en sus escritos.

Pero todo esto no era más que un aperitivo, porque el plato fuerte vendría de la mano del menú gastronómico que se expresa en una buena selección de platos que vienen presentados en vajillas diferentes, muy bien equilibrados en sabores y visualmente tan organizados, que te entran por los ojos antes de saborearlos. Sencillamente espectacular.

Nos acercamos al spa, que parece la bodega en sí puesto que sus dimensiones son importantes y la sensación de aire y espacio que te proporciona es catedralicia,  encontrando distintos tipos de saunas y baños termales que emulan las caldas romanas en su versión más actual.

Nos decidimos por un tratamiento con arcilla y vino, que exfolia la piel de todo nuestro cuerpo dejándola hidratada y suave para el masaje relajante que recibimos después. La verdad es que nos deja flotando, y es que Valbusenda es el lugar perfecto para venir a descansar de todo y retirarse unos días para cuidarse por dentro y por fuera.

Relajadamente, cobramos nuevas fuerzas gracias al silencio, la gastronomía, su maravilloso vino y el descanso de nuestro cuerpo en el fantástico spa. Haz una pausa en tu ajetreo y date una tregua en este lugar excepcional. Cuando salga no serás la misma persona...

¿QUÉ VER?

Zamora. Porque a solo 20 minutos en coche tenemos un románico digno de descubrir y que encuentra en esta ciudad su máxima expresión. Un paseo por el centro te permite disfrutar de arcos de medio punto con distintas formas radiales y ojivales que nos hablan de un estilo temprano, ciertamente tierno, el que nos llegaba a través de las rutas cistercienses.

Toro. Un románico en pequeñito pero igualmente excepcional. Sin duda, una muestra única en nuestra Península y que encontrarás a tan solo 10 minutos.

Un paseo por los alrededores llegando al río Duero para verlo pasar, abundante y majestuoso, protegido por los altivos álamos que le acompañan buena parte de su recorrido y amenizado por el canto de los muchos y variados pájaros que pululan sin cesar.

Visita a la bodega, con la explicación de un enólogo que te resultará realmente interesante. No te la pierdas porque acaba con un maridaje entre vinos y chocolate que es realmente novedoso, especial y sorprendente.

¿QUÉ COMPRAR?

Abios Nude. Un vino que no es ni rosado, ni blanco, ni tinto. Procede de una uva sin hollejo con color rubí. Muy elegante y fresco, con una acidez marcada pero equilibrada. Perfecto para quesos y frutos secos. (Precio: 17€)

Verdejo fermentado en barrica Edición Limitada. 100 × 100 Verdejo del 2018 con paso por roble francés de cuatro meses. Encontrarás aromas a plátano y piña maduros, así como notas de frutos secos por el roble francés. Tiene mucho cuerpo y es fácil de maridar con carnes y verduras. (Precio: 23€)

Valbusenda Cepas Viejas. Añada de 2012 y 24 meses en roble francés de 225 litros. De viñedos prefiloxéricos, con una calidad excelente. Notas minerales y a fruta roja madura. Es untuoso y tiene mucho cuerpo. (Precio: 45€)

Ternera de Aliste. Es una carne autóctona y ya solo por eso, no te puedes ir sin probarla. Pídela en cualquier restaurante.

Garbanzos de Fuentesaúco. Conocidos como los mejores garbanzos del mundo.

Queso El Pastor y Queso de Marcos Conde. Ambos típicos zamoranos, siendo el primero más casero y el segundo igualmente bueno aunque más comercial.

 

Carlos Sánchez

Imágenes: Cortesia de Hotel Bodega & Spa Valbusenda