Algunos le definen como «provocador de terremotos». Y no es para menos. Después de que la magnitud sísmica de su concierto en el mismísimo Circo Máximo de Roma fuera registrada por el Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología de Italia con un 1,3 en la escala de Richter (sin por ello superar el 2,3 que Taylor Swift originó en el Lumen Field de Seattle o que incluso provocaron los goles de Nico Williams y Mikel Oyarzabal en la reciente final de la Eurocopa), Travis Scott lograba congregar a 80.000 personas en su concierto en el hipódromo de Milán, provocando, según los vecinos de la zona, esas mismas vibraciones.
Una sensación casi alienígena que, sin importar cuándo ni dónde, el artista siempre consigue. El último ejemplo lo tenemos en nuestro país. Y es que, aunque todavía no sabemos si los sismógrafos más cercanos al WiZink Center de Madrid reflejarán superar cualquier récord de actividad sísmica, lo que vivimos anoche en el recinto, bien merece ser equiparado con un fenómeno terrestre como este.
TRAVIS SCOTT en Madrid. Crónica de un terremoto anunciado
Cuando Travis Scott se sube a un escenario, todo su alrededor tiembla. En el mejor de los sentidos. Dejando atrás cualquier tragedia. Y su vuelta a nuestro país es el vivo ejemplo de ello.
La precuela de este hecho casi histórico la presenciamos en el Festival de Benicàssim de 2018, más conocido como FIB. Allí, Travis aterrizaba (con su fiel jet privado), para debutar en un escenario patrio. Aunque su acogida por aquel entonces no es para nada equiparable con la que ha tenido seis años más tarde...
La gira de su último álbum, «Utopia», arrancaba el pasado mes de octubre en EEUU, anunciando que Scott llegaría a Europa en junio y, sorpresa, a España, con una única cita en la capital. El gigante de Live Nation lo comunicaba con tan solo dos meses de antelación, consiguiendo que las redes enloquecieran y que, debido a la alta demanda, abrieran, tres días más tarde, una segunda fecha que permitiera hacer de esa megaestrella internacional al alcance de unos pocos suertudos, la realidad de otros que, ayer, presenciamos el espectáculo más increíble e imponente de nuestras vidas.
Empecemos por la puesta en escena. Y es que, aunque nos habíamos tragado todos los spoilers habidos y por haber de los conciertos de este tour, leyendo incluso reviews que afirmaban que, sin duda, esta era la «producción más ambiciosa que Scott ha desarrollado hasta la fecha», toda expectativa se nos quedó corta. Nunca habíamos visto un WiZink Center tan producido.
Una larga lengua de rocas derruidas partía la pista en dos, creando un ambiente que bien podríamos equiparar con el planeta ficticio de «Cybertron», «La Tierra Media» o «Jurassic Park», entre otros escenarios post-apocalípticos como los de «Mad Max», sobre todo por la gran presencia de fuegos artificiales, llamaradas y juegos de luces que invitaban continuamente al trance.
Allí, su público de «ragers» (así es como él mismo ha bautizado a su legión de seguidores), coreaba a pleno pulmón cada uno de sus temas. Desde «FE!N», el cual repitió un total de cinco veces, hasta «I KNOW?», «HIGHEST IN THE ROOM», «BUTTERFLY EFFECT» o «SICKO MODE», pasando por otros más recientes como «HYAENA», «THANK GOD», «MODERN JAM» o «DELRESTO (ECHOES)» y terminando con ese himno universal que comparte con Kendrick Lamar llamado «goosebumps».
Enfundado en un atuendo con hombreras que acompañaba a la perfección la bajada a la Tierra de su último álbum y convertía a Travis en un personaje de ciencia ficción perfectamente apto para protagonizar cualquier escena de la saga «Transformers», el rapero se alzaba como claro —y único— intérprete de esta utopía (y nunca mejor dicho) que, muy a nuestro pesar, no tuvo invitados sorpresa. A excepción de los cuatro privilegiados que fueron seleccionados por el mismo Scott para compartir un par de temas con él.
Ni Kanye West, ni Playboi Carti, ni Stormi, con quien, recordemos, ablandó al público del SoFi Stadium de California hace unos meses, ni la patria Rosalía, con la que podría haber interpretado ese «TKM» que tampoco cantó...
La compañía de su DJ y amigo Chase B —y los habituales y numerosos pogos de sus discípulos— le bastaron para revolucionar el WiZink, encandilarlo y, a pesar de terminar a la hora y media e irse casi sin despedirse, consagrarse entre el público español como la leyenda que nunca hemos dudado que es.
Anna Alarcón: @_annalarcon
Imágenes: Propias