La misteriosa protagonista del polémico film de Charlie Kauffman, “Estoy pensando en dejarlo” (título adecuado, casi irónico para este artículo), empezaba la película con un monólogo desolador. En él, aquella mujer decía con claridad que cuando una persona se plantea, aunque sea durante un instante, la idea de abandonar a su pareja, este pensamiento se instala en la mente aunque uno intente ignorarlo. Es como abrir una brecha en la cabeza, en el corazón y en la propia relación. Se trata de una brecha difícil de tapar, por no decir imposible, ya que cuando comienzan a filtrarse las dudas, las ausencias y las distancias, todas estas terminan por inundarnos por completo... siempre.

La expresión “darnos un tiempo” siempre ha resultado un enigma. En Internet, como no, incluso hay artículos de diversas publicaciones tratando de descifrar su significado o, simplemente, compartir experiencias personales. En Vanidad hemos querido conocer las vivencias de nuestros lectores y hemos escuchado sus historias, todas similares, ya sea proviniendo de los emisores o los receptores. Todos coinciden en la indudable incomodidad que caracteriza a la situación, ya que, por lo general, el no tener reparos ante semejantes cuestiones emocionales supondría gozar de mucha sangre fría...

Porque darse un tiempo supone una huida hacia adelante. Y, aunque en algunos casos la huida termine justo donde empezó, el patrón más común es alejarse del punto de partida para encontrar lo que desde el principio se estaba buscando: algo nuevo. Incluso en el improbable caso de retomar la fatigada relación, esta no puede volver a ser como antes ya que se huye de un pasado conocido, en busca de un futuro mejor. Un futuro que, rara vez, incluye a la pareja a la que se le pide esa pausa.

Todos somos ya mayorcitos y si ya no nos tragamos el rollo de los Reyes Magos o el Ratoncito Perez, tampoco vamos a aceptar la teatralidad de ese falso vaudeville que se crea gracias al “vamos a darnos un tiempo”, una forma piadosa de soltar amarre intentando no hacernos daño. Una maniobra generalmente cobarde (aunque generalmente también bien intencionada), propia de alguien que desea quitarse un marrón de encima educadamente o, simplemente, asomarse al mundo, ver qué podría esperarle más allá de su propio presente y decidir si le conviene cerrar o no la puerta a lo que aún le ata.

Eso sí, poniendo siempre paños calientes, tratando de evitar el naufragio violento, la bronca, el conflicto, eso de dejar cadáveres emocionales...

 

En las relaciones, cuando estas dejan de seguir el mismo ritmo y se bifurcan queriéndolo o sin querer, la solución siempre termina alcanzándose a costa de los intereses del otro. Nadie rompe del todo de mutuo acuerdo, nadie lo deja con dos besos y una sonrisa. A la hora de dejarlo, de decir “hasta luego, Mari Carmen”, siempre sale alguien fastidiado, incluso sin pretenderlo... A veces, para curarse tienen que salir heridos. Argumento que nos han confirmado todos y cada uno de los que han decidido aportar su historia.

Greta, estudiante y residente en Barcelona, sabiendo que la historia con su novio había acabado, propuso el darse un tiempo consciente de que no era tiempo lo que se estaban ofreciendo, sino un final amable. También le pasó a Diego, artista zaragozano, quien huyendo de una relación seria, apartó de su vida a una chica que intentaba empezar algo estable con él. Gina, residente en México, abrumada por los problemas personales de su chico, también decidido hacer mutis por el foro con la excusa de darse “tiempo”. Todos ellos son personas amables, que hablan muy bien del otro implicado, pero coincidiendo en que si había que salvar a alguien, era a sí mismos. Y no es posible culparles.

"El amor es una partida de dados que, al lanzarlos, inician un juego con un final inexorable: siempre hay un perdedor, que no tiene que ser necesariamente el abandonado". Eso nos decía un resignado Juan, abogado, quien un muchacho al que llevaba conociendo seis meses, le acababa de pedir un tiempo muerto tras varias semanas comportándose como un auténtico *******. A veces, continuaba, "despidiéndose también nos hacen un favor, nos liberan de una carga, algo que espero llegar a saber dentro de un tiempo, quizás no mucho. Yo no pude más que consolarle, mientras pensaba que lo que nunca llegaremos a saber del todo es a simplemente decir adiós".

 

Juan Marti Serrano: @sswango

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