Durante esta pandemia hemos adquirido nuevos hábitos. Ahora todos lucimos (con más o menos agobio) esas mascarillas cada vez más originales de colores vivos y estampados diversos, tachuelas, abalorios e incluso con joyas incrustadas... También hemos empezado a llevar siempre con nosotros botecitos de gel hidroalcohólico con el que frotamos y desinfectamos continuamente nuestras manos, con una mezcla entre aprensión y precaución.

Ya no nos damos dos besos y abrazos al saludarnos, ni tan si quiera un mísero apretón de manos. Mantenemos las distancias, sí, pero seguimos, inevitablemente, buscándonos los unos a los otros. El amor y su continua persecución, nos sigue rondando la cabeza.

 
 
 
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Pero, en un momento social marcado por el distanciamiento físico ¿es posible acercar nuestros sentimientos? ¿Puede nacer una conexión cuando debemos mantenernos separados? Mientras muchos pasaban los días de confinamiento con sus novios, novias, maridos y mujeres, para algunos, esta cuarentena ha supuesto el momento perfecto para embarcarse en el inestable (pero siempre curioso) mundo del online-dating a través de apps como Tinder, Bumble e incluso Zoom.

Hemos tenido tiempo para elegir cuidadosamente las fotos y pensar alguna frase ingeniosa para describir nuestro perfil, preferiblemente con algún chascarrillo relacionado con toda esta locura... Y es que aunque pueda parecer improbable, a veces el aburrimiento es el mejor cómplice para el amor, ya que nos abre la mente permitiéndonos entablar conversaciones que quizás, anteriormente, durante el día a día, quedaban enterradas por el ritmo tan frenético como ya lejano de la vida pre COVID-19.

También nos ha brindado una buena excusa para iniciar una conversación o continuarla. Antes era el ¿qué buscas por aquí? ahora es el ¿cómo llevas el confinamiento?

De una forma u otra, todos estamos viviendo situaciones parecidas y el sentimiento de unidad, puede venir de la mano de la cercanía, aunque esta, paradójicamente, sea a través de una pantalla. Llevamos años sumergidos en la era de Twitter e Instagram, quizás, siendo indirectamente educados para aprender a crear vínculos en la distancia.

La soledad ha estado más presente que nunca en un día a día gris, marcado por la desazón informativa y el agobio del encierro y el librarse de él a golpe de click y webcam, ha sido una opción con resultados inevitablemente dispares.

Cuando el coqueteo nocturno en bares y discotecas, el flirteo tontorrón en las taquillas del gimnasio o el “ven, que os presento”, han sido imposibles, lo único que nos quedaba era el mundo virtual, ese que muchos llevaban toda la vida evitando. Un mundo que ahora habitaremos con más precaución física y emocional y con una cautela que quizás no debería ser tomada como un inconveniente, sino como un ejercicio de paciencia.

A lo mejor la forma de conocernos y de interactuar entre nosotros ha cambiado, pero los sentimientos y las ganas van a seguir siendo las mismas, aunque ahora ocultos tras mascarillas. Lástima que estas, por muchos colores y estampados que luzcan, no sirvan para evitar las decepciones amorosas... pero aun así lo seguiremos intentado. De eso, no hay duda.

 

Juan Marti Serrano: @sswango

Imágenes: Instagram y Giphy