Interpretar el mes de septiembre como un nuevo comienzo, es un pensamiento muy común. El principio de un nuevo año. Agosto queda atrás con sus playas, el mar, la libertad… y llega de nuevo septiembre, un mes que parece encontrarse entre dos aguas, entre las ganas de seguir rascando las mieles del verano y la necesidad de empezar de cero. Sin duda, una opción mucho más sencilla de escoger cuando durante los meses estivales no se han iniciado historias. ¡Qué bonito es todo cuando empieza! Pero… ¿y luego?

A algunos se les puede venir a la cabeza esa dramática escena de Mad Men en la que el enigmático y desconsiderado Don Draper, rompe el corazón de una poderosa y respetable mujer, Faye Miller, con la que estaba empezando algo más que una amistad. Él, tras anunciarle inesperadamente su compromiso con su nueva secretaria, recibía una severa respuesta en la que Faye le deseaba mucha felicidad y que su futura esposa supiera que a él solo le gustan los comienzos. Y de eso se trata en este momento: de querer empezar.

El verano de 2020 va a ser inolvidable para todos, por habernos sumido en un estado de extraño ensimismamiento en el que hemos tenido que aprender a vivir el día a día, con precaución e intranquilidad. Mascarillas, geles hidroalcohólicos, guantes, distancia de seguridad pero… ¿y la distancia emocional? Hemos aplazado eventos, fiestas, reuniones sociales... ¿y el amor? En una época como es el verano, en donde la sangre hierve ávida de aventuras sentimentales y amoríos diversos, todo ha cambiado con la llegada de esta nueva normalidad.

Muchas personas han aprovechado el largo confinamiento para iniciar relaciones y empezar a crear vínculos con gente a la que nunca han visto (pero a la que desean a través de fotografías, conversaciones y largas llamadas telefónicas). Las ilusiones y las expectativas se han ido generando con cada día de encierro que iba pasando y, ahora, durante este verano, con la precaución de verse por primera vez con la mascarilla puesta y saludarse con el codo, se han producido encuentros que, si hay suerte, tal vez pueden conducir a algo nuevo.

 

En Vanidad hemos querido conocer las vivencias de nuestros lectores y según hemos podido saber, durante estos meses ha habido sitio para todo. Como Luís, joven artista barcelonés, quien los meses de confinamiento le han llevado a volver a conectar con un antiguo ligue que daba por perdido. O Sara, diseñadora de interiores, la cual descubrió que el supuesto amor de su vida, solo era un romance pasajero...

Elena, zaragozana ella, se atrevió por fin a decirle al chico con el que se estaba viendo que deseaba formalizar la relación y, sorprendida, él le respondió que deseaba lo mismo. Más agridulce fue el verano de María, artista multidisciplinar, quien descubrió que el chico con el que llevaba tonteando durante el confinamiento, tenía novia. Al igual que el de Juan y Julio, cuyos corazones acabaron rotos, aplastados por sus propias expectativas tras siete meses hablando y verse por fin en persona.

Y es que el amor, sigue siendo el amor y nuestras costumbres, ahora distintas, no pueden evitar que quien lo buscara, lo siga persiguiendo y que quien lo descubra, lo saboreé con intensidad. Todos los veranos son y serán el verano del amor (con pandemia o confinamiento de por medio). Porque el romance es una forma de vida, una actitud más allá del simple concepto de cortejo o experiencia sentimental.

¿Y el final? ¿Con ese septiembre siempre tan aplastante que hace entonar al ritmo de Green Day que se nos despierte cuando llegue a su fin? No, es la realidad que viene acompañada de la intemperie, del decidir. Empezar o acabar. Amor o guerra. El conflicto como bien sabía Carson McCullers: el corazón es un cazador solitario.

 

Juan Marti Serrano: @sswango

Imágenes: YouTube y Giphy