Es, probablemente, el más joven de nuestros joyeros, y también el más especial. Y es que a Álex Sobrón (Palma de Mallorca, 2000), le venía de familia. Su abuelo fundó una casa de sastrería en París. Su madre, diseñadora de calzado y durante años la mano derecha de Miguel Adrover, le inculcó de pequeño amor por las artes y el diseño. Lo llevaba a su taller a jugar y, ahí, de la mano de una amiga de su madre, joyera, aprendió a modelar la cera para hacer joyas de metal. Es la técnica que aún usa.
Entonces, cuando descubrió un mundo que le permitía jugar intuitivamente y no le exigía más que inspiración, tenía 17 años. Ahora es el responsable de unas de las joyas más fascinantes y atrevidas del panorama español y por ello, tenía que estar entre nuestros 30 iconos más prometedores de la generación actual.
¿Qué ventajas crees que te ha dado venir de una familia dedicada al diseño?
Realmente no sé cómo habría sido de haber nacido en una familia de abogados (risas). Efectivamente, crecí en un ambiente que estimulaba lo artístico. Mi madre era diseñadora, me llevaba al estudio y me dibujaba algunos diseños para que yo los pintara por encima. Mi abuelo diseñaba de joven; ya de mayor se dedicaba a pintar, y yo iba mucho al taller, así que ha sido todo muy orgánico. No tuve nunca que “descubrir el arte”. Siempre fue parte de mi vida y vivirlo con esa naturalidad, es siempre un valor.
¿Qué es lo que más te atrae de las posibilidades de la joyería?
Considero que hoy hay muy pocas firmas haciendo cosas verdaderamente interesantes. Y eso que yo llegué a la joyería como por error. A mí me gustaban mucho las joyas, de siempre, todo lo que sea un adorno para el cuerpo me ha encantado desde chico, así que mis primeras piezas fueron como un juego infantil, con unos adultos animándome a ser creativo. Y así lo tomé, como un elemento más para poder expresarme.
Sin embargo, al final, tener esta aproximación tan pura y tan naif a un elemento tan técnico, sin ningún tipo de conocimiento previo, ha definido cómo planteo mis joyas a día de hoy. Enfrentarme al material desde el desconocimiento y la investigación es lo que hace a mis joyas tan distintas porque me invento las técnicas a medida que tengo que solucionar problemas. Esa es una de las normas base del diseño y lo que lo diferencia del arte es que tiene que tener una funcionalidad, y para ello tiene que solventar algunos aspectos relacionados con su uso: ergonomía, peso, volumen...
¿Qué resaltarías como característica más evidente de tus creaciones?
Mis joyas no son para el día a día. Son joyas que notas que las llevas y esto me interesa muchísimo: que la joya te lleve a ti, y no al revés. No hago joyitas, hago joyas que te hacen ser consciente de que llevas una joya. La joyería tiene muchísimas posibilidades y es una pena que ahora se la observe desde un punto de vista tan limitado...
¿Tienes referentes joyeros claros?
Sí, obviamente. Mi gran referente español, por la carrera internacional que ha hecho y porque es un diseñador que siempre se ha preocupado de colaborar con grandes artistas plásticos, creando diálogos que van más allá del diseño, es Chus Burés. Además, tengo la suerte de tener bastante relación con él, que es casi una institución...
A nivel internacional, una de mis mayores influencias es Shaun Leane, que hacía tanto las joyas para los desfiles de Alexander McQueen como para las colecciones de Givenchy el tiempo que estuvo allí. De él me gusta que junta lo frágil y lo peligroso, algo que yo también exploro en mi trabajo. Esas piezas híper puntiagudas que se les clavaban a las modelos o les deformaban la cara… y que podían parecer armas de tortura medieval, pero desde una exquisitez, un saber hacer y una fuerza estética magnífica.
En tus joyas hay algo orgánico, pero también desasosegante, que habla de muerte, putrefacción… ¿De dónde sale ese espíritu?
Me gusta lanzar preguntas a través de las joyas, que generen conversación. Como artistas, nuestra mayor capacidad es la de transformar, que parece muy espiritual, pero que es propia del arte. Me interesa transformar esa naturaleza o esa fragilidad en otra cosa. Por ejemplo, una flor en la naturaleza se marchita y muere, es frágil, pero cuando la haces en metal cambias su valor y su narrativa. Y más las que hago yo: que pinchan, son grandes… He puesto flores hasta en puños americanos y eso las convierte en una paradoja: flores que se hacen armas. En el fondo creo que la vida es eso, pensar que lo frágil puede ser más fuerte de lo que tú crees y, en general, no fiarte de las apariencias.
¿Cuál crees que es la principal diferencia generacional entre vosotros y los diseñadores anteriores?
Aborrecemos la producción en masa y nos gusta el trabajo artesano. Y por otra parte, que ya no existen ni las temporadas ni el género: lo nuestro lo puede llevar cualquier individuo y buscamos una atemporalidad para que nuestras creaciones no se queden solo en una temporada, se puedan vender más tiempo y le duren más a la gente.
Como precursor del genderless en tus creaciones, ¿por qué es hoy tan importante este discurso para tu generación?
Es que no concibo que una joya tenga género. ¿Qué tendrá de femenino o masculino una flor? El género es una invención humana, no es más que un juego. Y eso que no soy ningún erudito del tema, como mis amigas Samatha Hudson y Alex de la Croix... pero desde mi punto de vista, nos hemos inventado unos roles y estereotipos que hemos perpetuado en el tiempo, y no tienen ningún sentido.
El género como algo performativo, no ya sexual, es una invención. La ropa no tiene género, son solo telas cosidas. Es una absurdidad en la que te meten cuando eres pequeño, dándote unas normas determinada: los chicos no llevan falda, las chicas van de rosa… todo ridículo. Yo soy un hombre, me siento cómodo con este cuerpo, pero de ahí a que tenga que expresar mi masculinidad de una determinada manera… exijo el mismo respeto por llevar unos tacones que el que tenga un chico vistiendo una camiseta de Cristiano Ronaldo.
¿Podrías citarme algún otro hecho cultural y social que haya marcado a vuestra generación?
La inmediatez de todo, sobre todo online. Creo que mucha gente lo considera positivo, pero yo lo veo bastante al contrario. Es un arma de doble filo porque por un lado, lo necesitamos para promocionar nuestro trabajo, para hacer contactos, para darnos a conocer… pero por otro, te expone a ese tribunal de “expertos” que son opinólogos sin formación que se aburren desde el sofá de su casa y que van a hablar libremente como grandes especialistas sobre tu trabajo.
Estar semanas dedicado a algo y que venga el perfil oculto de turno a tirártelo abajo, es muy molesto. Pero también me molesta la velocidad de esto: lo acostumbrados que estamos a digerir imágenes a todo trapo a las que encima no vamos a prestar más atención. Esto en el diseño es terrible. Parece como si cada semana tuvieras que sacar algo nuevo solo para alimentar el monstruo de las redes. Ahora, cuando subes una cosa a Internet, la sensación de que ya está pasado es de unos días, una semana a lo sumo. Antes una colección duraba meses en los escaparates. Por ello esta inmediatez me parece lo peor.
¿Cómo ves el futuro de la moda española, o de la joyería, y cómo te colocas en él?
Lo veo genial. De más adolescente renegaba bastante de mi país y de ser español. Quería irme fuera porque era donde veía que estaba el talento y pensaba que en España solo había caspa. Hoy, sinceramente, que además me he vuelto un apasionado del flamenco y otros aspectos de la cultura española, creo que hay una importancia de lo español a nivel internacional. Que ya la hubo, pero la escena hoy en España es un hervidero de talentos importantes. Me gusta ver cómo nuestra generación renueva y alimenta la marca España: Rosalía, C. Tangana… es muy interesante.
Además, en mi caso, a día de hoy solo visto, o con ropa de archivo, o con ropa de colegas diseñadores de mi generación como Palomo Spain o Carlota Barrera…
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Texto: Guillermo Espinosa
Imágenes: Retratos de JavieRomán @javieroman__