Ganador dos veces consecutivas del Mercedes Benz Fashion Talent -y de alguno más- de la pasarela madrileña, su mezcla de raíces latinoamericanas y europeas en sus diseños puede parecer lógica, pero resulta inaudita en un país que ha dado siempre la espalda en términos de estilo al gran continente Sudamericano, mirando más siempre hacia París o Milán.
Desde la artesanía indígena colombiana y panamazónica a la pampa argentina, este licenciado por la Universidad de Vigo trae lo centenario al presente en una increíble variedad de formas y productos que sus colecciones proponen, por no hablar de su compromiso con la estética y el discurso en cada colección. Rubearth es una firma pensada para urbanitas de vanguardia, que trastoca los elementos tradicionales hasta llevarlos a otro nivel. ¿El último ejemplo? Su nueva colección de polos, unisex, atemporales y confeccionados 100% en algodón orgánico.
Gabriel, tu firma mezcla artesanía y vanguardia como pocas en España. ¿Cómo consigues trasladar a los manufactureros la complejidad de tus diseños?
La idea es transmitirles todo de una forma muy técnica, pero a la vez muy primitiva. Digamos que les tengo que mandar una especie de dibujo 3D con diferentes vistas, así como un boceto detallado, pero a la vez con todos los detalles técnicos (medidas, pespuntados... todos los apuntes prácticos de mi idea) y explicarles muy claramente lo que busco, qué es lo que quiero de ellos.
Básicamente tengo que contarles por qué quiero su técnica tradicional centenaria, pero también por qué quiero adaptarla a una cosa muy concreta que posiblemente ellos no comprendan del todo. Es ese juego.
También manteniendo una comunicación constante. Es duro para todos, pero como el resultado es tan bonito, merece la pena para todos.
En los años noventa, los diseñadores más vanguardistas comenzaron a trabajar la deconstrucción y la asimetría. ¿Te sientes heredero de esos pioneros, o tu trabajo incluye matices que conviene explicar?
Realmente no soy tan de romper las simetrías como piensas... Sí que es verdad que la moda de los noventa rompe el paradigma de que la moda no es arte, a través de esos mismos diseñadores: los belgas, los japoneses... que también fueron los que llevaron estas ideas estéticas e intelectuales rompedoras a una visión ponible y urbanita, de la calle.
Quizá yo sea heredero, o afín a esto último: tomar la usabilidad de la moda para crear cosas exóticas, con ese punto más arty, más singular, más identificable como algo de Rubearth.
Ya que hablamos de esa década, ¿qué salvarías de la moda de los años noventa?
Aparte de lo que te acabo de contar, esa sensación de que todo era nuevo. Internet vivió su primer auge a principios de los dosmil y, claro, eso conectó al mundo mucho más rápido. La gente descubría cada vez más cosas que antes tardaba mucho en conocer. Esa sensación de “wow” es lo que rescataría.
¿Y qué te horroriza a día de hoy de los looks de esos años?
No soy muy fan de ese rollo efecto año 2000 que ahora parece haber vuelto. Y me hubiera gustado conocer a JW Anderson antes de llegar a Loewe (risas).
¿Tienes referentes claros en el mundo del diseño anteriores al hoy?
Me encantaría haber estado mano a mano con Walter Van Beirendock. Es uno de mis referentes artísticos y de moda más presentes. Y también grandes artistas como Louise Bourgeois o Yayoi Kusama. Son las personas en las que pienso, por esa alineación en su trabajo de concepto y forma tan perfectas.
Tu inspiración es política, es social… ¿Temes que te ocurra lo que les pasó antes a otros talentos españoles como Adrover? ¿Molestar a alguien o que tu ropa se malinterprete internacionalmente?
Pienso que con no llegar al insulto, todo es válido. Me gusta tocar temas que remuevan a la gente, pero sin pasarme. No quiero ser otro más que te presenta un estampado de flores, mariposas o arbolitos: quiero que mi trabajo cuente algo y no sea la cosa más aburrida del mundo. Y para eso está lo de revolver un pelín, sin quitarle tampoco ese carácter de moda, que es ponible y también artístico o estético. Es algo que nace desde el alma, desde unos valores, más que hacer campañas o abogar por ideologías. No me interesa el politiqueo, sí los temas que me vinculan con el presente.
¿Cómo ves el futuro de la moda española hoy y cómo te ves dentro de él?
Yo aquí me veo reconocido y posicionado. Por ese lado, bien. El problema que tenemos en España son las ventas... Realizar una pieza con artesanos o colocar la etiqueta full made in Spain, aún cuesta, sobre todo por el tema de los precios. Nuestros principales puntos de venta a día de hoy son Korea o ciudades como Berlín, donde la gente tiene más presente, busca y aprecia a las firmas pequeñas.
He ganado varias veces premios en la pasarela de Madrid, así que lógicamente creo que en España se me aprecia y valora. Pero a nivel ventas... siempre cero patatero. Lo único bueno de la moda española es que tenemos una comunidad profesional muy bonita. Los diseñadores estamos en contacto y nos apoyamos mucho entre nosotros. Nos damos briefings, nos aconsejamos proveedores, nos criticamos constructivamente... bueno, más bien nos aconsejamos (risas).
Tras años de una estética muy ceñida, las nuevas generaciones vuelven al oversized. ¿Tienes alguna teoría sobre esto?
¡Yo no me caso con ninguna estética, prefiero quedarme soltera! Creo que nuestra generación ama estos cambios y, en mi caso, depende todo de cómo respiro en ese momento, y por supuesto de cómo respira la colección para ir a un lado u a otro.
Lo que sí veo es que cada vez tenemos más variedad de formas de expresión a través de la ropa. La gente no es fiel a un solo estilo. Es más, muchas veces convive gente que le gusta ir apretadísima con otra a la que le gusta ir muy “cosy”, incluso en una pandilla de amigos.
Actualizas, y muy bien, elementos de la moda rural o incluso indígena. ¿Cuál es tu relación con las tierras Gallegas o con esos recursos casi rurales de algunas de tus muy urbanitas prendas?
A ver, el tema rural no es lo mío, pero es verdad que tengo una parte étnica. De hecho, hay una parte de gorros y bolsos que los hacemos con indígenas Wayuu de Colombia. Hay esa parte tradicional que es constantemente reinventada, actualizada, a la que siempre hay que darle un twist -bastante “heavy” además-, para llevarlo al día a día, porque lo modificamos todo en general: desde el color a las formas originales.
El objetivo es desdibujarlo lo máximo posible, y efectivamente llevarlo a lo urbanita. Me gusta redescubrir cosas. En Latinoamérica tenemos una cultura muy rica que en Europa no se conoce mucho, así que solemos investigar sobre diferentes temas latinos y trasladarlos a una visión europea. Eso suele gustar mucho, porque trasladas una cultura a otra. Por ejemplo, colores tradicionales latinos, muy estridentes, terminan por gustar mucho en Alemania, básicamente porque no se han visto antes.
La conciencia medioambiental es algo relativamente reciente en la moda, aunque desde los años noventa se haya estado hablado de ella. ¿Cómo la encajas en tu firma?
Creo que esta conciencia ya está implantada en España: el saber que no debemos ser tan contaminantes, romper con esa tradición del textil. Todos nos hemos puesto las pilas en hacer un producto de cero emisiones, recuperar tejidos... es un discurso aceptado. Las marcas pequeñas lo hemos adaptado bastante guay, porque precisamente somos pequeñas y también porque nacemos de una filosofía similar.
En el caso de Rubearth, ahora apostamos por otras iniciativas más activas que las típicas del mundo textil. Las abejas son muy importantes para el medioambiente y por ello, vamos a sacar una nueva colección donde hemos participado con una empresa de miel y un porcentaje del precio final de venta se destinará a la creación de colmenas. Este hecho de cerrar el círculo de una forma más activa, es lo que intentamos. No solo ser menos contaminantes, sino ampliar las miras de lo que se puede hacer.
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Texto: Guillermo Espinosa
Imágenes: Retratos de Celina Martins @celinamartiins y campaña cortesía de Rubearth