La creatividad de Adriana Manso, fundadora de la firma joyera La Manso, no solo pasa por el diseño de objetos. Se preparó como diseñadora de iluminación escénica y trabajó tres años en el Liceu antes de recordar su infancia: las grandes y enormes joyas que su abuela lucía en cada ocasión y que, pese a su brillo y grandeza, no eran más que alta bisutería realizada con los plásticos de antes. Más aparentes, más duraderos.

Así, decidió probar suerte, comenzó a producir anillos y hoy es una de las diseñadoras fundamentales del ramo en España desde su Barcelona natal -donde acaba de inaugurar su primera tienda física-. Sin embargo, Adriana confiesa que sigue siendo duro llevarlo todo, pero el impresionante éxito internacional de la firma, apoyado por su gestión personal en las redes sociales, ha hecho que celebrities de todo el mundo se rifen sus joyas y miles de seguidores sigan su ejemplo. Al final, no es una cuestión de materiales, sino de actitud. 

La Manso Store Barcelona

 

Siempre has dicho que tus joyas son un reflejo de tu infancia, de finales de los noventa. ¿A qué otras cosas asocias esa década? 

A 'Los Serrano' y a ese look quinqui dosmilero... Todo el mundo iba con las gorritas y los pantalones de enormes campanas.  

¿Por qué admiras tanto la bisutería?

Es que mi abuela la llevaba con mucha elegancia. Eran joyas muy grandes y lo podían ser porque el plástico lo permitía. Yo nunca lo asocié a algo cutre o de baja calidad, todo lo contrario: me fascinaba. También es verdad que el plástico que se hacía antes era muchísimo mejor, más duradero, con más capacidades… hasta el boom de la industria China, que lo transformó.  

¿Tienes referentes joyeros claros, españoles o internacionales? 

No he tenido nunca una visión ni histórica ni investigadora. He ido aprendido con el tiempo y por libre, y tengo más referentes contemporáneos pero más coetáneos, anteriores o un poco posteriores a mí. Por ejemplo, Florence Tétier, que tiene la marca Tétier Bijoux, aparte de ser la directora creativa de Jean Paul Gaultier y la fundadora de Novembre, la revista. Sus joyas son todas de plástico reciclado y, para mí, son joyas únicas. Muy bonitas, muy locas, pero muy caras, eso también (risas).

¿Te lanzaste a por el plástico porque era el material más barato para empezar, o era algo que tenías en mente desde el principio? 

Pues las dos cosas en realidad. Es cierto que ahora que ya tengo una base de firma con identidad, estoy empezando a trabajar con técnicas mixtas. El uso de metales preciosos como la plata y el oro, realmente mejoran el acabado y dan más durabilidad al producto.

Me he dado cuenta que lo que es el orla del anillo, por ejemplo, mejora mucho usando estas técnicas... pero todo depende del diseño, evidentemente. 

¿Qué crees que aportáis los jóvenes diseñadores a la industria de hoy? 

En mi caso, creo que nuestro trabajo es para todo el mundo. Entiendo que un pantalón o una camisa no te siente bien dependiendo de tu cuerpo, pero... ¿un complemento? Yo tengo muy claro que mis joyas son para todo el mundo. Más allá de los complejos, más allá de cualquier consideración, la gente quiere adornarse, lucir sus manos… Si juegas con objetos de deseo -y la joyería lo es- siempre te puede ir bastante bien. 

Tu negocio es un ejemplo de la influencia de las redes sociales y las nuevas vías de comunicación. Es más, supongo que es por donde te contactan tus grandes clientas: Dua Lipa, Miley Cyrus… ¿Cómo es tu relación con las redes? 

Pues te diré que las empecé llevando yo y esto, a día de hoy, no ha cambiado. Se me hace muy llevadero. Es casi un proyecto, como el diseño. Quizá las redes ya no tengan tanto peso en el negocio como cuando comencé, pero las mantengo igual. Para mí son una mezcla entre mostrar mis creaciones y mostrar también mi día a día, mis influencias, mis “hypes”, lo que considero atractivo.

Ha sido el impulso de origen de mi negocio, y más teniendo en cuenta que empecé en plena pandemia… que es lo que ha alimentado del todo el e-commerce. 

Incluso has extrapolado el anillo a otras dimensiones. Lo llevaste del dedo a una instalación al modo de Jeff Koons...

Me sabe fatal, pero no he visto esa escultura de Jeff Koons de la que me hablas (risas). Cuando hice ese anillo, quería jugar solo con esa idea de que realmente le damos demasiada importancia a la moda. Y ese era el guiño: montar una instalación como de museo, cuando apenas llevo tres años… era un gesto irónico.

El humor y la ironía están presentes siempre en La Manso. Creo que mis joyas dicen claramente que todo es relativo, y que la gente te percibe como tú te enseñas. Mi anillo de cuatro metros lo hice para quedarme con la gente, básicamente. Y efectivamente, quedó muy icónico. ¡Pero yo pensaba que nadie lo había hecho antes y que iba a hacer el anillo más grande del mundo! Por eso lo hice. Soy una ingenua (risas). 

Hay un claro efecto entre tus anillos y esas largas uñas que los acompañan. ¿Los piensa a dúo? ¿Te atreverías a diseñar y comercializar también uñas?

Es que están relacionados... Hay una pasión por el plástico y las uñas no son más que una construcción temporal de plástico sobre tus dedos. Además, al final, se trata de que resulte armónico a nivel imagen. Mis uñas me las diseño yo, pero comercializarlas, ya no sé…  

¿Cuál es tu visión del lujo o, mejor dicho, del nuevo lujo? 

Cada vez es más relativa. Nuestra generación es la que sigue democratizando la moda a marchas forzadas. Además, ls marcas que realmente se pueden permitir hoy precios de lujo son muy pocas. Creo que, como me dijo una vez una diseñadora: “future is cheap” [el futuro es barato]. Hay que democratizar si realmente te quieres mantener en este panorama.

Si tuvieras que escoger a una personalidad del diseño de estos últimos treinta años, ¿en quién te gustaría reencarnarte?

Pues me gustaría escoger a una mujer, pero lo que único que me sale es Glenn Martens (risas). Lo que más me interesa de él es ver cómo una persona especialista solo en denim ha logrado tantas cosas: desde hacer alta costura hasta llevar la dirección creativa de Diesel, que no ha dejado a nadie indiferente. Lo lleva todo a su terreno pero sin menospreciar y eso me parece fascinante. 

Todo este conocimiento coetáneo de la moda, ¿lo tenías antes de dedicarte a la joyería o ha venido con tu papel como diseñadora?

De siempre me ha gustado, pero ahora la estudio. Necesito saber lo que pasa a mi alrededor, en el mundillo y eso se traduce en un mayor conocimiento de la moda contemporánea. La histórica no me importa tanto, creo que eso se nota (risas). 

También has llegado a hacer proyectos de muebles, utilizando metacrilatos y plásticos. ¿Cómo llevas esa extensión de tu universo? 

Ahí me vine arriba... Me veía muy fuerte, me sentía un poco Dios y creía que podía hacer cualquier cosa... así que me metí en el mueble. Una experiencia increíble, suerte que lo hice, pero no es para nada mi mundo. Digamos que no tiene sentido en mi firma. Me encantó, pero son cosas que requieren mucho dinero y hacerlas con infinito mimo.

No he pretendido nunca abrir una línea de hogar. Solo fui feliz y además lo hice en pleno confinamiento. En ese momento contaba con una idea genuina, mi mesa puzzle y un buen material… Ahora lo he vendido y lo he incorporado a proyectos de decoración buenos… pero no ha sido nunca el producto estrella de La Manso. Lo hice por placer, pues a veces da mucha rabia tener que hacer solo aquello que te piden. 

Uy, ese es el gran debate de muchos diseñadores de moda…

Y eso que yo me autofinancio. Cuando cuentas con el dinero de otros, o diseñas para otros, aprendes rápido qué es lo que tienes que hacer porque te marcan las líneas de lo más rentable. Yo no lo envidio, debe ser muy molesto. 

¿Cuál crees que ha sido el mayor acontecimiento cultural para tu generación?

Pues recuerdo con mucho cariño el Fórum de las Culturas. Ese fue mi sitio para aprender cosas, muchas. Mi madre, además, me pilló un abono de esos interminables... me pasaba el día allí. Era como tener a todo el planeta en Barcelona, tal cual. Me abrió mucho la cabeza y se percibía en todo: recuerdo la luz de los espectáculos, el color, esas cantidades de dinero invertidas a mansalva… es una Barcelona que no he vuelto a ver, porque poco después vino la crisis del 2008 y luego ya se encadenaron las malas noticias… Vivir esa Barcelona pletórica fue bastante emocionante. 

 

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Texto: Guillermo Espinosa

Imágenes: Retratos de Celina Martins @celinamartiins y fotos La Manso Store Bate Work y Sara Salmerón.