Hace tan solo tres días celebramos su cumple. Y hace una semana os decíamos que iba a ser uno de los protagonistas del año pero nunca por la razón que nos ocupa. Ayer falleció David Bowie a causa del cáncer y ha dejado a la música huérfana de uno de sus padres.
Es uno de esos pocos cantantes que ha marcado a varias generaciones seguidas. Cantante, compositor y productor que ha marcado el devenir de cuatro décadas y no sólo en lo que ha música se refiere, también ha sido actor y todo un icono de moda. El pasado 8 de enero además de su cumpleaños, nos regalaba el último disco (y el número 25 de su extensa carrera), Blackstar, un ejemplo de experimentación.
Rebobinemos. Empezó en la música con sólo 15 años, comenzó en el tiempo de The Beatles o The Who haciendo gala del look mod como imperaba en la época. Pero el gran salto llegó con el personaje de Ziggy Sturdust, el extraterrestre, el hombre que cayó en la tierra, con el disco "The Man Who Sold the World". Fue el icono del glam con una imagen ambigua, una estética arriesgada luciendo monos elásticos y plataformas, el pelo teñido y un corte fuera de lo común.
Ziggy se hizo tan grande, que, antes de que el personaje hiciera desparecer al músico, Bowie lo mató en el escenario: fue el suicidio de Ziggy. Sin embargo, esto no significó el fin de su carrera, sino su ascenso: la creación del verdadero mito de David Bowie. Su continua reinvención en lo musical (ha pasado por el rock, el glam, la electrónica, la música experimental...) y lo estético.
Crearía otros personajes, como el famoso White Duke; a finales de los 70 se marcharía a Berlín donde compartiría piso con su amigo Iggy Pop y trabajaría con Brian Eno; los 80 sonarían a hits como Ashes to Ashes, Modern Love o China Girl; y en las siguientes décadas seguiría componiendo y colaborando con artistas (como "Under Pressure" con Queen o con Placebo en el disco "Whithout You I"m Nothing")... Muchos son los motivos que le han hecho una súperestrella, tanto que el Victoria & Albert Museum le dedicó en 2013 una exposición monográfica titulada "David Bowie Is".
Y David Bowie es, bueno, fue un ser camaleónico. Un actor, aparte de cantante, que nos dejó un puñado de interpretaciones también icónicas como "El hombre que cayó en la tierra", "Dentro del laberinto", "Feliz Navidad, Mr. Lawrence" o "El Ansia". Y el cine también le rindió tributo y contó su historia en la película "Velvet Goldmine" donde Jonathan Rhys Meyers interpretaba a Brian Slade, un alter ego del músico.
Parecía inmortal, pero Bowie ha muerto. Lo que no morirá jamás es la chispa de su genio.
María Díaz del Río - @distritoeme