La noche cae y los nervios recorren todo tu cuerpo, las piernas empiezan a temblar, notas como las aletas de la nariz sufren unas contracciones inesperadas. Tu cuerpo experimenta una transformación, lo vives y revives como si de un bucle temporal se tratase y perdido intentas calmar esa excitación... Es una primera cita (y lo sabes)
No conozco a nadie que no haya vivido esas sensaciones antes de una primera cita, da igual el género ya que todos y cada uno de nosotros nos hemos visto abocados en multitud de ocasiones a esa incertidumbre del ¿cómo será? ¿Es la persona con la que puedo compartir mi futuro? ¿Me aburrire?
La cena fluye como es debido, la conversación es amena, la atracción se palpa en el ambiente tanto que ni siquiera una cubitera calma las ansias. Un largo paseo hasta el portón de su hogar, las llaves suenan y una última copa o cualquier excusa barata repiquetea en tu mente.
Hasta este momento no hay estigmas sociales, los hombres y las mujeres lo vivimos de la misma manera. Las ropas se desgarran, los botones saltan y llegan a la encimera, la cama se hace cómoda por momentos, los besos mordidos y el sudor sexual se hacen uno. Pero no todo siempre es de color de rosa, muchas veces viene el arrepentimiento o la decepción.
Un estudio de Match.com realizado en Brasil nos revela que opinan hombres y mujeres después de un encuentro de estas caracteristicas. Afortunadamente el 55% de los hombres cree que la mujer es un igual que siente los mismos deseos y que por tanto es totalmente natural. ¿Qué pasa con el 45% restante? ¿Las propias mujeres juzgan ese comportamiento como algo anormal?
Desde que tengo uso de razón, la sociedad no ha cesado de repetirme: “Encuentra a una mujer buena. No de ésas que se van con el primero que pasa”, “Una mujer que se acuesta en la primera cita es una suelta pero un hombre es un campeón”.
Durante unos años creí esa falacia a pies juntillas, pero mi mente y quizás mi libertad atemporal no llegaba a comprender dónde estaba esa igualdad que todo el mundo verbalizaba.
Mil conversaciones cruzadas en mi particular tarde de café y copas con amigas, me hizo darme cuenta de que el arrepentimiento y la condena moral iban de la mano de una noche de sexo.
Hasta la más puritana del lugar se flagelaba al pensar que alguien pudiese comentar tal desdicha. Todo ello hizo que viese el mundo desde otro prisma. Comprendí entonces que no solo éramos los hombres los que juzgabamos erróneamente a esa mujer, eran sus congéneres las que daban con el mazo de una manera atroz. En definitiva, el problema era de la sociedad.
No me quedó otra más que aceptar que el mundo en el que vivimos aún sigue maniatado por el qué dirán. Y por las reminiscencias de un pasado donde los matrimonios estaban concertados.
Todo esto sin pensar en la orientación sexual... Que ése es otro jardín difícil de explorar ;)
Pablo Aragón - @aragon_pablo
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