2017 ha sido un año duro para Hollywood y toda la industria del cine. En el último tramo del año ya pasado,
el escándalo Weinstein sacudió la fábrica de sueños, dejando al descubierto los cimientos sexistas sobre los que esta llevaba tiempo edificándose.
Pero esto se ha acabado. Más de 300 actrices se han juntado para formar Time’s Up, una plataforma que busca que “todas las supervivientes de acoso sexual, en todos lados, sean escuchadas, sean creídas y que sepan que asumir responsabilidades es posible”. Se acabó el tiempo.
Este grupo de estrellas femeninas, entre las que se encuentran ya Jennifer Anniston, Emma Watson, America Ferrara o Shonda Rhimes publicaban esta semana una carta abierta en
The New York Times donde establecían la misión de la formación y plasmaban una ruta de acciones hacia el objetivo final: la igualdad y la condena de comportamientos como el de Weinstein.
Entre algunos de sus puntos, la creación de una legislación que no deje impune a las corporaciones que permiten las situaciones de acoso o la recaudación destinada a un fondo de ayuda para la defensa de aquellas mujeres con menos privilegios. A largo plazo, puntos como alcanzar la igualdad completa entre hombres y mujeres o erradicar la discriminación contra mujeres que pertenecen a minorías de cualquier índole.
Time’s Up es la cristalización de los diferentes frentes que se abrieron a lo largo del año pasado y que dejaban a la industria del cine en muy mal lugar.
El germen
El origen, un extenso texto en The New York Times este pasado mes de octubre revelaba que Harvey Weinstein, uno de los hombres más poderosos del cine norteamericano, llevaba años acosando y abusando sexualmente de actrices.
Ellas mismas, profesionales como Ashley Judd (
Frida, Divergente) o Rose McGowan (
Planet Terror, Jawbreaker), que protagonizará en 2018
una serie documental sobre cómo ella ha plantado cara al acoso sexual en Hollywood, eran las que hablaban en este artículo sobre sus experiencias con el productor. Comenzaba el levantamiento.
Esta fue la chispa de una revolución en la que las mismas mujeres que habían sido atacadas sacaban fuerzas del dolor para levantarse contra una dinámica de poder que las había humillado.
Alyssa Milano, compañera de McGowan en
Embrujadas, avivaba la llama con el lanzamiento de
#MeToo, un hashtag con el que animaba a las víctimas de abuso a confesar que habían sido atacadas.
En el camino, la sonada caída de Kevin Spacey, que intentaba librarse de la condena pública de haber abusado del actor Anthony Rapp cuando aún era menor saliendo del armario. No funcionó.
Testimonios escalofriantes
De Cara Delevigne, que narraba cómo se libró de Weinstein por poco, al escalofriante testimonio de Salma Hayek, que también en
New York Times relataba los abusos psicológicos que sufrió por parte del magnate al negarse a ceder a sus avances sexuales - “Durante años, él fue mi monstruo” -, pasando por Lupita Nyong’o o Gwyneth Paltrow, estrellas de todo tipo se unieron al movimiento.
Poco a poco, personajes de otras industrias del entretenimiento y de diferentes esferas también decidieron romper su silencio.
Mujeres (y también algunos hombres) que se revelaban contra un sistema machista, contra unas dinámicas de poder que permitían que este tipo de abusos quedaran impunes y fueran percibidos como algo normal.
El 2017 culminaba con la
revista Time nombrando a
“aquellas que rompieron el silencio” como personas del año. Esto no ha hecho más que empezar.
Alberto Herrero – @herreroar
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