¿Alguien ha dicho pizza? Sabemos que es uno de los platos favoritos de la mayoría de la población. Entra bien a cualquier hora del día, ya sea para cenar o después de una noche de borrachera. Da igual si nos la comemos recién hecha o fría a la mañana siguiente, sigue estando rica. Pero, claro, siguiendo nuestro plan de alimentación saludable, quizá la pizza se quede fuera de nuestras comidas. Esto es: la pizza comprada o pedida en algún restaurante de comida rápida. Sabemos lo complicado que resulta decirle adiós a la pizza y echarla de nuestras vidas.
- Una taza y media de agua templada.
- Una cucharadita y media de levadura de panadería.
- Una pizca de sal.
- Tres tazas de harina de trigo integral.
- Una cucharada de aceite de oliva.
- Opcional: añadir una cucharada de semillas (chía, amapola, lino, sésamo, etc).
Preparación
- Primero mezcla los ingredientes secos y luego añádele el agua templada. Cuando esté todo mezclado, tápalo y déjalo reposar durante 10 minutos.
- A continuación, amásalo durante otros 10 minutos hasta que la textura sea suave y un poco pegajosa.
- Haz una bola con la masa y cúbrela con el aceite de oliva. Asegúrate de que cubres toda la superficie. Después, déjalo reposar en un lugar cálido hasta que se duplique su tamaño.
- Ya es la hora de darle la forma de la pizza. Pueden salir hasta cuatro bases. Y, por último, ponlas sobre el papel de horno en la bandeja.
Si ves que eres un poco negado para esto, en algunos supermercados venden alguna base de pizza que es recomendable, según los nutricionistas. Como esta que la puedes encontrar en Mercadona:
- Canónigos o cualquier variante de lechuga que te guste.
- Calabacín.
- Bolitas de mozzarela.
- Rodajas de pimientos de colores.
- Cebolla.
- Setas o champiñones.
- Aceitunas verdes o negras.
- Berenjena.
- Brócoli.
Marina Niemietz - @marinantz