Aterrizar en un lugar como
Reading puede tener consecuencias peligrosas para el cuerpo y la mente. Y menos mal que sólo dura tres días. De lo contrario, los daños serían irreversibles. En este breve periodo de tiempo uno se puede cruzar varias veces con hombres en tangas de lentejuelas y niñas que defienden su independencia frente a la dictadura del sostén y lo demuestran a cualquiera que desee echar un vistazo. El gusto por el disfraz bizarro llevado a su máximo exponente. Si a esto se le suman una total falta de higiene por parte de asistentes y organizadores (que promueven el uso de letrinas infectas entre los campistas) y unas buenas dosis de destrucción, tenemos el festival perfecto.
Lo de la música puede esperar (de hecho, el 20% de los asistentes ven menos de seis horas de conciertos de un total de treinta y seis). Como bien es sabido entre la comunidad fiestera, de la que los British son miembros honoríficos, el alcohol en cantidades industriales se convierte desinhibidor de los instintos primarios. A una media de 130 libras invertidas en bebidas espirituosas por persona y teniendo en cuenta que aquí se han reunido en torno a 80.000 asistentes, el resultado en litros daría para rellenar el cauce del Támesis, a las orillas del cual se asienta el campamento.
La experiencia adquirida en festivales nacionales no vale aquí. La ley es otra. La ley del despiporre, en concreto. Es por eso que no puedes predecir cuando va a surgir la próxima avalancha entre los asistentes al concierto de Enter Shikari o en qué estado estará tu tienda (si es que está) a la vuelta de los conciertos (porque tú si has ido al Main Arena, pero tus compañeros de parcela han tenido mucho tiempo libre para maquinar todo tipo de planes diabólicos). Por eso lo mejor es desconectar y abrir bien los ojos para percibir todos los estímulos que
Reading te propone. Déjate llevar por el tumulto pero, eso si, escápate del campamento antes de que la noche del domingo caiga, o tienes muchas papeletas para perder tus pertenencias en la hoguera masiva que se organiza.
Si después de todos estos consejos eres de los puritanos del rock que va a un festival a ver música y se prepara con tiempo unos horarios de actuaciones, decirte que por ese lado la cosa tampoco está mal. Por los cuatro escenarios hemos visto este año desfilar a unos cuantos pesos pesados. Descubrimos que
Thom Yorke de
Radiohead es el único en el mundo que sigue saludando con un “Wasssup!!”; asistimos al arrebato poser de uno de los
Kings of Leon, cargándose la guitarra al estilo
Hendrix; prometimos seguir allá a donde vayan a
Beth Ditto y
Karen O, reinas indiscutibles del escenario y pedimos por favor que
Alex Turner acabe por entrar en razón y se corte la melena (y de paso le diga al batería de los Arctic que no se sale a actuar en chándal).
Esto, a muy grandes rasgos, fue lo que nos encontramos los que nos animamos a acercarnos a
Reino Unido el fin de semana pasado. Una experiencia más que recomendable si se llevan casco y coderas. Para repetir.
Crónica y fotos por Sara Prieto.
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