Las entradas se pusieron a la venta este lunes. El cuándo:
9 de mayo. El dónde: sala
La Riviera, Madrid. El quién: cierto personaje de uñas que son garras, venerado y odiado a partes iguales y conocido probablemente hasta por los Fulani. ELLA, que ayer sacó una edición deluxe de su disco. Lana del Rey, como si no lo supierais.
Ella es la chica americana. La atracción por la atracción y la melosidad y el dejarse querer por la mirada de cordero degollado. Sin embargo el ser que hoy desprende sexo por cada poro de su cuerpo con labios rollizos y mirada seductora tuvo una época en la que no era para tanto. Cuando aún la conocían por Lizzy Grant, Lana del Rey era una chica corriente y moliente que venía a España en verano para aprender nuestra lengua.
En realidad su historia es tan clásica y tan de guión que resulta hasta aburrida: niña de familia estadounidense acomodada nace en un pueblecito de Nueva York con nombre literario: Lake Placid; ingresa en un reformatorio a los 14 años para tratar su adicción al alcohol; más tarde decide mudarse para estudiar una carrera en Fordham, una de las principales universidades del estado; pasa 5 años viviendo en una caravana en Nueva Jersey por falta de pasta y termina engatusada por la vida bohemia. Todo termina con que la niña deja la carrera y un productor descubre su talento de forma fortuita.
A partir de entonces se dispara su carrera supersónica a la fama. A la buena y a la mala fama. Ayer salió la edición deluxe de su único álbum de estudio "Born to die", con varios temas nuevos que ella solita se ha ido encargando de dejar caer poco a poco. El caso es que, a pesar del empacho general que hay de cantantes que automáticamente se convierten en
celebrities, el caso de Lana no deja de sorprender. Con el lanzamiento de
Video Games como
single que no estaba destinado a ser tal, gracias al vídeo casero que la propia Lana subió a Youtube, la chica pasaría de cantar en teatros y cafés de Manhattan a aparecer en Saturday Night Life. Con una estrepitosa actuación llena de gallos, por cierto.
Es comprensible que una cantante que acaba de entrar en la esfera de conocimiento de cualquier mortal despertase ciertos odios entre los melómanos entendidos al compararse a sí misma con Nancy Sinatra. Esta vorágine de aciertos y desaciertos han supuesto un amor incondicional por parte de sus aduladores y de continuas críticas de sus detractores. Ella tiene todos los ingredientes para gustar a mainstream y a independientes: la belleza y la sexualidad de cualquier actriz de Hollywood, una voz que engancha y melodías tristonas con las que identificarse. A los pocos meses de darse a conocer y antes siquiera de sacar un disco suscitó un odio acérrimo entre aquellos mismos que la habían encumbrado. Y aún así, ahora están volviendo a quererla.
Todo acaba bien para Lana. Es tan guay que se vuelve odiosa y de tan odiosa que es, vuelve a ser guay otra vez.
Marieta Zubeldia
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