Esta semana teníamos un dilema de aúpa a la hora de recomendar un estreno en concreto. Por un lado, nuestra vieja amiga Sofia Coppola, idolatrada personalmente desde “Lost in translation”, con una fabulilla seudomoral sobre unas catetas “distraidoras” embobadas antes el escaparate celebrity. Por otro, una de caníbales a la española (o, mejor dicho, a la europea, que no es lo mismo aunque lo parezca), con el gran Antonio de la Torre bordando una de esas interpretaciones que te dejan un nudo en la garganta del tamaño de una sandía. ¿A quién quieres más, a papá o a mamá? ¿Qué hacer? Por supuesto, tirar por la salomónica calle de en medio y recomendar ambas. Generosos que somos.
"The Bling Ring"
Así que, en una esquina, tenemos “The Bling Ring”, nuevo viaje al lado oscuro de LA por parte de Sofia Coppola tras su minimalista e infravalorada “Somewhere”, aunque con un tono mucho más festivo y canalla, dentro de su envoltorio naíf y pazguato. Véase ese memorable pellizco de guión (“¡chicas, a levantarse, es la hora de las anfetas!”) como corolario de su libro de estilo. La imparable Katie Chang y Emma Watson, otra de las nuestras (recuérdese su intervención, hacha en ristre, en “Juerga hasta el fin”), encabezan un aquelarre de petardas ávidas de fama y fetiches que deciden robar a sus diosas Paris Hilton, Lindsay Lohan, etc. Basada en hechos realísimos, y con el toque Coppola (look, música, epidermis), la película es toda una denuncia soft a la triste vida de los enganchados a redes sociales, blogs de cotilleos y cinco minutos de fama warholiana (ahora, con veinte segundos va que chuta). No tan oxigenada y quinqui como las “Spring breakers” de Korine, pero mola.
"Cannibal"
Y, en la otra, enseña los dientes “Caníbal”, una de las mejores, por poco habitual, películas del cine español de este año, o más. Tal vez el director Manuel Martín Cuenca (“La flaqueza del bolchevique”) apostó en un cena que sería capaz de rodar una historia sobre antropofagia sin mostrar una mísera víscera (solo una poética gota de sangre al principio) y protagonizada por un sastre de Granada. Pues el farol le ha quedado niquelado: una puesta en escena cortada con cartabón, una embriagadora “love story” a tres bandas (y con gemelas con acento de Este, que siempre ayuda) y, sobre todo, la implicación y contención de un omnipresente, y casi omnipotente, Antonio de la Torre (siempre tendrá un porvenir en la planta de caballeros de El Corte Inglés), obran el prodigio. Bueno, os dejo que me voy a un asador a endiñarme un chuletón poco hecho, casi sangrante… Paul Vértigo

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