«Una mentira contada mil veces se convertirá en la verdad», aseguraba Joseph Goebbels una y otra vez a sus compañeros propagandistas mientras diseñaba el venenoso mito que sería Adolf Hitler desde su torre de Berlín.
Está bien recordar que el mal, rara vez ocurre por casualidad. A veces, como decía Edmundo Burke, realmente ocurre meramente cuando los hombres buenos no hacen nada. Pero demasiadas veces es construido debajo de nuestras narices. Empieza lentamente, se genera poco a poco sin que te des cuenta, hasta que de repente, es imparable, inamovible, inagotable.
Joachim Lang nos lo hace ver con este filme de la Segunda Guerra Mundial, desde un punto de vista poco visitado: el de la propaganda. Una película que ya sabe que conocemos perfectamente las atrocidades que se cometieron durante ese periodo tan oscuro, por lo que, en vez de volver a relatar qué ocurrió: las batallas, los campos de concentración o la tiranía de Hitler, decide explicar cómo ocurrió. Y lo hace respondiendo a las preguntas que realmente más nos aterrorizan a todos: ¿Cómo es posible que un país entero, como podría ser el nuestro, se torciera tanto? ¿Qué humanos, como tú o yo, como todos los que juraríamos que no cederíamos ante el mal o ni siquiera sabríamos reconocerlo, pudieron caer tan bajo?
Por qué deberías ver «El ministro de propaganda» de Joachim Lang
La película, más que una película, es un documental que se aprovecha del medio del cine para poder llevar a cabo su mensaje y hacernos entender la propaganda como ellos mismos la vivían. Usando así la misma técnica del propio Goebbels para hablar sobre las mentiras de Goebbels.
Para ello, divide la narrativa en los momentos más importantes de la carrera del dictador, enseñando por qué la propaganda es tan peligrosa como los actos en sí. Dos caras de una misma moneda. Pues Hitler no podría haber hecho absolutamente nada de lo que hizo si no fuera porque los alemanes estaban convencidos de que estaban en lo correcto.
De esta forma, viéndolo así, una sensación muy extraña empieza a filtrarse por todo tu cuerpo. ¿Cuánto de lo que creo realmente viene de mí mismo y no ha sido confeccionado? En un mundo donde todo parece ser propaganda, ¿hasta qué nivel la realidad que se nos enseña es realmente la realidad?
La película toma la perspectiva directa de Goebbels, poco a poco escalando alrededor de los rangos de Hitler con la única intención de consolidar su poder. Empiezas a dudar si todo lo que él mismo decía lo creía, si para él todo era meramente un ejercicio intelectual (como una gran partida de ajedrez) y sabía exactamente que lo que hacía era deleznable o si en algún momento lo supo pero decidió esconderlo para poder hacer su trabajo.
Hay momentos donde habla con Hitler y casi parece como si estuviera hablando con un loco, o por lo menos como si él (Goebbels) pensara que está hablando con un loco. Pero aun así no le importa, porque conoce perfectamente el juego que está realizando y sabe que, sin un gran loco como «líder» nunca podría obtener los desafíos suficientes como para que el juego fuera interesante. Con cada increíble locura que Hitler le lanza, él solo puede ver un increíble desafío para su intelecto megalómano, otra gran «mujer» (como él mismo lo compara) a la que seducir, sin importarle las consecuencias.
Hay un momento de la película donde esto queda dolorosamente claro: cuando Hitler le hace saber a Goebbels que está a punto de llevar la guerra a la Unión Soviética, luchando así una guerra en dos frentes.
Goebbels le dice directamente que eso, sencillamente es una locura, casi parece que se opone al darse cuenta de que será el fin de la guerra para los alemanes, pues sabe que hacer eso realmente sería su perdición. Pero de repente una luz ilumina sus ojos y se da cuenta de que Hitler, el gran Führer, le está pidiendo ayuda. Que sin él, Hitler nunca podrá convencer al pueblo (o al ejército) alemán para cometer semejante locura.
Ve el gran desafío que Hitler le está proponiendo y se da cuenta. Da igual lo que pase, solo importa la magnitud. Cuanto más loco y difícil sea el desafío, más podrá probarle al mundo que solo él es capaz de resolverlo. Más será recordado.
Esta es la verdadera tragedia de la película. Muchas obras de la Segunda Guerra Mundial toman la perspectiva de que todo lo que pasó, pasó por un hombre loco. Pero en realidad, según parece, fue por un gran ego. Una gran figura tiránica que prefirió la muerte de millones antes que decir que no podía hacer un trabajo. Antes de ser visto como algo menos de lo que él mismo pensaba que era.
«El ministro de propaganda» es una película dura, pero necesaria. Me atrevería a decir que más hoy que nunca. Si podéis aguantarla, si podéis ver la cara del mal desde cerca y analizarla sin caer en la desesperación, id al cine, reflexionar sobre ella después y tener en cuenta que nadie está exento de ser manipulado. Que tú y todos podríamos ser los siguientes.
Andrés Sánchez
Imágenes: Fotogramas oficiales de la película