Recapitulemos barriendo para casa. El cine español echó la persiana de 2013 con uno de los peores balances calidad/precio que se recuerdan en años: cintas de valentía y categoría (“Mapa“, “La herida”, “Caníbal”, “Todas las mujeres“, “Stockholm”, “Gente en sitios”) a las que no fue a ver ni el tato (aunque, eso sí, tuvieron más fanfarrias tuiteras que un hashtag de “pelisconescroto”), medianías con buena taquilla dentro de lo que cabe (“La gran familia española”, “Zipi y Zape” y hasta “Las brujas...”), y fracasos absolutos que dejan la “marca España” con jet lag galopante (“Los amantes pasajeros”). Un panorama raro, enrarecido -que no es lo mismo- y a menudo cabreado y mosqueado que cristaliza en hechos puntuales como las berreas anti-Wert de todas las entregas de premios (esas “fiestas del cine”, en teoría) que se celebran en la piel de toro (la última, los Forqué, ese show de variedades impulsado por el presi del Atleti) mientras el “pobre” ministrillo miraba tímidamente con cara de “pío, pío, que yo el IVA no lo he subido“ (la culpa de todo la tiene Montoro) y hasta ha presentado su dimisión un par de veces, aunque Tancredo Rajoy se la ha pasado por el belfo, que tiene sitio.
No nos vayamos por las ramas. Hay que mirar hacia la luna y no al dedo, ni siquiera a los cines cerrados que caen como conejos con mixomatosis. El movimiento se demuestra andando, y en nuestro negociado rodando. A ser posible,
películas interesantes y con buen capital neuronal como “Presentimientos”, lo nuevo de Santiago Tabernero, uno de esos talentos “tapados” de nuestra industria, tal y como lo demostró con su ópera prima, la ya lejana
“Vida y color”. Además, es un buen tipo: recuerdo las disculpas interminables ofrecidas a este reportero cuando llegó media hora tarde para una entrevista, ya que tuvo un “pequeño” incidente con su moto por las prisas y casi había atropellado a una ancianita.
Con idéntica educación hacia el espectador se comporta este “thriller psicológico” (género bastante noventero, precisamente) centrado en el viaje interior de Julia (en coma después de una accidente no de moto sino de coche) para recuperar la conciencia y, de paso, encajar algunas piezas oblicuas de su aparentemente gris vida de clase media. La última edición de la Seminci fue testigo del buen hacer de Tabernero (que firma el guión, junto al prota
Eduardo Noriega, basándose en la novela de
Clara Sánchez) a la hora de manejar un material tan sensible y escurridizo, a base de buen encaje de bolillos narrativo y una ambientación casi fantasmagórica, desde la urbanización playera donde tiene lugar la onírica acción hasta el puticlub de carretera donde se desborda.
Y luego está
Marta Etura, punto y aparte y auténtica heroína sufridora de una pesadilla repleta de picotazos en la yema del pulgar. Y, de postre, la presencia prácticamente “lynchiana” de iconos como
Jack Taylor,
Silvia Tortosa (ojo a sus transparencias “hard nipples”) y hasta
Russian Red, que se echa unos cantecitos la mar de turbadores. En fin, una propuesta más que digna para inaugurar un año de cine patrio que ya veremos cómo acaba. Aunque, qué demonios, al menos salvará los muebles y los números rojos gracias a “Torrente 5”, ese Messi del cotarro…
Paul Vértigo
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