E
l mago albino Jarmusch se saca otro perro verde con pedigrí de la chistera: esta vez, una de vampiros lánguidos y roqueros, y con la gran Tilda Swinton de prima donna.
Hace unos años abundaba la creencia de que, ante cualquier competición deportiva de postín, la cartelera tenía la obligación de contraatacar con sobredosis de comedias femeninas y almibaradas. Ahora, como las reglas no escritas se han dinamitado también en la distribución cinematográfica, nos encontramos con que los mayores “rivales” del Mundial de fútbol más esperado de los últimos tiempos (o de todos los tiempos, al menos para España) son cosas como un thriller policiaco con disciplina inglesa (“Las dos caras de enero”), un “Tarzán” pobremente animado, una gansada de Cameron Díaz y, eso sí, lo nuevo de Jarmusch: nada menos que un baile de los vampiros único e inimitable.
Porque, desde la noche de los tiempos del “Nosferatu” de Murnau y los “Mabuses” de Lang, la cosa estaba más clara que la luna llena:
nada mejor que el cine de terror para servir de laboratorio infernal y banco de pruebas para algunas de las mayores mutaciones experimentales de autor de la historia del cine. Pocos se resistieron a tamaña tentación, e incluso algunos titanes (Hitchcock, Lynch, Cronenberg…) cimentaron su columna vertebral sobre escalofríos ajenos. Y, si hablamos de autor, en los últimos 30 años, sería un pecado no mentar a Jim Jarmusch, ese James Stewart albino y contracorrientista que, haciendo honor a su tonalidad capilar, suele ver el mundo en negativo singular, y destilarlo magistralmente en su selecto puñado de perlas indies (pero indie del bueno, ¿eh?).
Seguramente no sería complicado rastrear algo de pavor, alienación y espanto en filmes como “Vacaciones permanentes”, “Extraños en el paraíso”, “Mystery train”, “Noche en la Tierra”, “Dead man” (ese western cargado de balas de plata), “Ghost dog” o la igualmente fantasmagórica “Los límites del control”, pero es ahora cuando
Jarmusch ha afilado los colmillos a base de bien con “Sólo los amantes sobreviven”, su peculiarísimo y fascinante acercamiento al universo vampírico, con telón de fondo sentimental (como no puede ser de otra forma) y aliñado por múltiples pasos cambiados y golpes de efecto (¿qué pensaría Bram Stoker de un chupasangre roquero y de Detroit?).
Tom Hiddleston, Mia Wasikowska y la maravillosa Tilda Swinton (una de las chicas de oro de “Flores rotas”) aportan pose y actitud a esta pieza no apta para todos los paladares y sensibilidades. Porque con Jarmusch pasa como con las lentejas: si las quieres las comes y, si no, tu organismo se lo pierde. Por cierto, ¿a qué hora jugamos contra los holandeses?
Paul Vértigo
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