Dicen que este 2016 será el año en el que el trabajo soñado llamará a nuestra puerta como si del cartero comercial de turno se tratase. Ese en el que ansiarás acudir todas las mañanas a las 8 y que por supuestísimo estará muy bien remunerado. Puede ser que mi bendita ingenuidad haya creído en esa afirmación.
Todavía recuerdo cuando con tan solo 17 años inicié mi andadura en el terreno laboral gracias al gigante empresarial Inditex. Le siguieron unas cuantas empresas del sector textil y finalmente recalé un largo periodo en Starbucks. Mis ansias y anhelos por triunfar en la capital me llevaron a sobrevivir a base de servir cafés mientras repasaba mentalmente el último texto de Baumman.
Llega ese momento en el que recojo ese diploma que certifica que he estado cinco años para profesionalizarme pero… ¿Alguien recuerda algo de lo que estudió en su carrera? Decido emigrar a tierras británicas (como cualquier joven español tras la crisis económica) después de observar que mi futuro alentador debía ir de la mano del idioma por excelencia.
Largas horas frente al ordenador enviando 10567 mails con una carta de presentación (Ojo: todo ello en inglés), mis únicas esperanzas residían en que alguien con un gran corazón se apiade y sepa valorar mi potencial. Jamás obtuve respuesta y tuve que optar por el plan B: Starbucks... again.
El año del infierno, como comúnmente yo le llamo, dio mucho de sí mientras vaporizaba leche en Whitechapel. Conseguí completar mis estudios y trabajar gratis para unas cuantas empresas como BECARIO.
Cansado de tanta parafernalia y tras largas horas meditando sobre un futuro que se cierne hacia un color negro, decido volver a Madrid.
Aventuras, mil aventuras, hasta que se alinean los planetas y ponen encima de tu mesa un contrato remunerado. Nada más y nada menos que la friolera de 300€. Lloras de emoción como si te acabasen de ofrecer el imperio de Amancio Ortega a modo herencia.
Con el paso del tiempo observo la situación laboral y decido no ser de esas personas que se quedan estancadas en el hogar familiar y me niego en rotundo a volver al nido. Tras cambiar de trabajo en incontables ocasiones y sentirme desgraciado ante la situación laboral española, recuerdo esa frase de madre “Cuando comiences a trabajar verás lo que cuesta ganar el dinero”.
En este mismo instante abro el Facebook y lo primero que me aparece en "Noticias" es que cierto individuo (al cual no quiero dar propaganda gratuita) ha conseguido un ascenso en una famosa marca de prestigio... La envidia me corroe por las venas pero luego me auto consuelo pensando que no es oro todo lo que reluce.
Y tan sólo me pregunto: ¿Soy yo el único que se siente desdichado con las condiciones de trabajo en España? ¿El 2016 me tiene preparado el empleo perfecto hecho a mi medida?
Pablo Aragón - @aragon_pablo
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