Las ceremonias de investidura en Estados Unidos son lo más parecido a un concierto de rock que puede haber un distrito lleno de políticos calculadores como es Washington. Congregan cientos de miles de personas para aclamar aunque sea de lejos a una super estrella, que en el de caso de ayer fue alguien con un magnetismo tan de rockero y
celebrity como Barack Obama acompañado de invitados como James Taylor o Beyoncé, que se enfrentó a una prueba de fuego: cantar el himno nacional con cero fallos.
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Muchos medios aseguran que la intervención de B no fue tan conmovedora como la de Whitney Houston en la Super Bowl de 1991 o tan
cool como la de Marvin Gaye en el All Star de la NBA en 1983, pero eso no quita que no estuviera cargada de solemnidad y complicidad por partes iguales. Los gorgoritos arrancaron una gran sonrisa a los presentes -atención al aparentemente guasón Joe Biden-, menos a los marines, que se mantendrían serios hasta viendo "Saturday Night Live". La artista sedujo mirando fijamente a cámara. Bienvenidos a los Estados Unidos de Beyoncé.
María Clara Montoya
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