Hablamos de las Islas Canarias, ese maravilloso tesoro que parece que vaya a la zaga de la península (y no solo en la hora). Deberíamos explorar más este conjunto de territorios diversos que salpican el océano Atlántico frente a las costas marroquíes y que sirven de refugio para especies marinas y de todo tipo que han pervivido endémicas a lo largo de los siglos. Sin olvidar que nos ofrecen una eterna primavera durante todo el año, invitándonos a pasar del abrigo a la camiseta en un ligero salto de avión, que esta vez nos proporciona Iberia Express.

Elegimos Tenerife. Queremos conocer de primera mano lo que uno de sus mejores hoteles, si no el mejor, nos ofrece: Abama.

Adquirido por la prestigiosa cadena The Ritz-Carlton en 2007 y diseñado por Melvin Villaroel, el establecimiento se moderniza y adapta para dar la bienvenida al visitante del s. XXI. Un huésped que busca tranquilidad, reposo y privacidad en un entorno privilegiado que no carece de nada, incluyendo estrellas Michelin en varios de sus restaurantes, aunque se presenta con un aspecto exótico pero familiar, comulgando con la tipología arquitectónica del lugar, incluso influenciado por los vientos alisios que llegan cargados de sabiduría constructiva árabe.

Desde la carretera, avistamos una mancha de arcilla que amasa con fuego del Teide y agua del océano estructuras menudas y cercanas que se funden en el paisaje recordándonos a la vecina Marrakech y nos dan la bienvenida dos torreones con forma de zigurat, casi orgánicos, que se erigen con personalidad y sirven de entrada a un paraíso subtropical que se adivina nada más cruzar este umbral.

Árboles, palmeras y plantas exuberantes de grandes hojas mezcladas con otras más menudas con flores de intensos colores, nos hacen sentir que estamos en otra realidad: una más verde, sin duda, más conectada.

Nos dejamos sorprender por esta explosión visual que nos invade inmediatamente para adentrarnos de súbito en una nueva dimensión del bienestar, la del relajamiento y la paz que provoca este entorno.

Nos dirigen desde una recepción amplia donde las enormes lámparas cuelgan de sus techos como suspendidos planetas que buscan su espacio en un universo de armonía, a nuestra habitación, que se abre al océano y dirige nuestra mirada hacia el Atlántico.

Desde luego, si la primera impresión es la que cuenta, nosotros estamos realmente impresionados.

 

Cuando el hambre llama a nuestro estómago, vamos bajando hacia el restaurante por calles que parecen bancadas de contención de este vergel que no tiene fin y que vertebran la disposición de sus villas, la zona más exclusiva del Resort. Y llegamos a este balcón de césped sobre el océano que se presenta ante nosotros delimitado por una dramática pared rocosa que silencia el dinamismo del oleaje y nos produce un efecto vigorizante y relajante al mismo tiempo. Así que... ¡a comer!

Le llaman 'El Mirador'. También comparte espacio con el desayuno y su cocina se presenta cuidada, con producto de la tierra y un pescado más que fresco. ¡Qué lubina a la sal! Solo esa mera distracción hace que apartemos los ojos del azul infinito de su paisaje.

Y así hasta Txoko, el restaurante de noche de Martín Berasategui, que nos sitúa en torno a una piscina de aire californiano para presentarnos una carta de carnes ciertamente tentadora (incluso para un casi vegetariano). Nos alegramos de haber sucumbido al ofrecimiento, porque disfrutamos sus increíbles tártares y su chuletón de principio a fin en una atmósfera intimista y relajada que se alarga con facilidad hasta el toque de queda.

El desayuno despierta nuestros cinco sentidos después de una agradable noche de descanso y, desde su atalaya despejada, cargamos las pilas con los pies en el césped y la mirada en el azul del cielo y del océano, que nos invita a disfrutar de un nuevo y luminoso día.

Eso nos empuja a tirarnos al sol en las hamacas de la Infinity Pool, que nos refresca y apacigua a partes iguales. Allí es fácil pasar el día entero sin darte cuenta, porque la sensación de bienestar es continua. 

Al día siguiente, movidos por la curiosidad y las recomendaciones, nos dirigimos carretera arriba hacia el Teide, no sin nostalgia por lo que estábamos dejando de disfrutar en el hotel... Pero mereció la pena. 

Nos encontramos una sucesión de paisajes ligeramente diferentes que nos remontan al pasado más remoto de nuestro planeta y que dejan superficies rocosas y de lava de una singularidad y una belleza extraterrestres. Ahora entendemos que nos dijeran que no nos lo podíamos perder.

Al regresar, quisimos aportar un poco de quietud a tanto impacto visual y visitamos el spa, un espacio que resultó ser una mezcla de estilos árabes y orientales que nos calmó desde el primer momento, aunque no pudimos disfrutarlo al 100% al no estar operativo por la COVID-19.

Y esta fue la misma causa de que no pudiéramos disfrutar de Kabuki y M.B., los restaurantes con 1 y 2 estrellas Michelin, que debido a las restricciones han tenido que cerrar temporalmente. Aun así, el espacio tan frondoso y fresco ofrece incentivos más que suficientes para que lo conozcas si quieres una experiencia con mayúsculas de privacidad, tranquilidad y servicio exquisito.

Sin duda, un paraíso en la tierra más cerca de lo que inconscientemente pensamos. No dejes de visitarlo si tienes la oportunidad. 

¿QUÉ COMPRAR?

Salvia de Palma. Si os gusta el dulce no lo dejéis pasar. Es un producto típico que se obtiene drenando la hoja de palma. Es adictivo.

Almogrote. Queso de cabra muy curado mezclado con pimiento rojo en aceite. No apto para paladares delicados.

Vinos de carácter volcánico del norte de la isla, como su blanco y su tinto, con tonalidades muy particulares y olores a azufre.

Quesos. Principalmente de oveja y cabra (aquí no hay vacas). Son muy apreciados ya que la isla goza de una importante cultura de elaboración de lácteos.

Todo lo relacionado con el Aloe Vera, planta que crece profusamente por todas partes.

Piedras volcánicas. Algunas convertidas en joyas como colgantes, pendientes... Son un bien muy preciado.

Barro cosmético del norte para peelings naturales que ayudan a la exfoliación sin agresividad química.

 

Carlos Sánchez

Imágenes: Cortesía del Hotel Ritz-Carlton Abama