En esta ciudad, eterna en el tiempo, las calles están cosidas por puentes que rivalizan en belleza y los coches son sustituidos por góndolas que nos deslizan por su entramado particular tejido durante siglos. Se sitúa sobre pilotes de madera que, clavados en el limo, se convierten en la base sólida que sustenta palacios de todas las épocas, erigiéndose orgullosos unos junto a otros batidos por el vaivén del agua que dejan las naves al pasar. Eso sí, inundados a veces por la subida de las mareas que obliga a los venecianos a caminar sobre plataformas de madera que se instalan para que el agua no les cubra hasta la cintura por sus calles...

En esta ciudad, casi anfibia, nos decidimos por un hotel nuevo pero viejo: el Palazzo Experimental. Abrió sus puertas hace unos meses en el barrio de Dorsoduro, tras una laboriosa restauración llevada a cabo por la arquitecta francesa Dorothée Meilichzon, que ha querido darle una vuelta de tuerca al concepto mismo de renovación para un hotel de estas características.

Con un caparazón antiguo, como no podía ser de otra manera, un palacio renacentista es transformado por dentro no como cabría esperar (con muebles y tejidos de época que hicieran juego para aunar así continente y contenido en una misma sintaxis), sino dándole un giro a la percepción misma que inconscientemente recibimos y trasladando un toque de frescura contemporánea a todos los muebles y objetos que encontramos, así como a su disposición.

Advertimos nada más atravesar la puerta de entrada que nos recibe un mostrador en forma de U invertida que marca el discurrir de los clientes y aporta familiaridad después de ese primer choque que supone la visión de una idea tan actual tras esos muros que atesoran siglos.

Después del check in, nos llama poderosamente la atención el tratamiento del suelo, un terrazo (como no podía ser de otra manera estando donde estamos), pero trabajado con unos rectángulos añadidos que le confieren un ritmo inesperado. Terrazo sobre el que se asienta un mobiliario creado con imaginación y curvas que consigue romper la percepción más angulosa del firme y que le confiere dinamismo a la lectura del espacio.

Las rayas surgen por momentos para ordenar distintos elementos como el baño, las contra puertas que abrazan las puertas de las habitaciones o las lámparas, contribuyendo a anclarnos en el pasado del sitio y también, como no, a estilizar paredes y todo lo que tocan invitándote a elevar la mirada hacia los altos techos que sobrevuelan todas las estancias.

Las habitaciones están tratadas con estucos en distintos tonos ocres o verdosos, que combinan entre sí para formar paramentos diversos y que a veces nos recuerdan al mundo pictórico de Fra Angélico.

Las telas, de colores comedidos y texturas destacables, tapizan sofás de diseño propio que se adaptan perfectamente a las necesidades del momento y cortinas que caen como cascadas de ricos terciopelos que nos recuerdan el pasado mercantil de los textiles en la Ciudad Estado desde que Marco Polo empezara a comerciar con Oriente y se convirtiera en una ciudad bisagra entre esos dos mundos.

Los mármoles, profusos en todo el palacio, revisten superficies, mesas y paredes y nos dan una idea del pasado glorioso del edificio, donde los materiales nobles abundaban por doquier...

El cóctel bar corre a cargo de Celestino, una interiorista con gran proyección en Italia que ha querido hacer un guiño al gran Carlo Scarpa en su decoración. Pequeño pero encantador.

El jardín trasero, que da a un canal tranquilo, es otra joya teñida de verdor que, apuntalado por cuatro esculturas que representan las cuatro estaciones, te dirigen y amortiguan la visión de su fachada trasera, intimista y elegante. Perfecto contrapunto a la exuberante principal, que con su profusión de ventanas le confiere un equilibrio que enamora a primera vista. Desde este lado, que nos evoca a los lienzos de Canaletto o Guardini, se aprecia todo Giudecca. 

¿QUÉ VER?

Es tanto lo que hay que ver que la palabra "infinito" se ajustaría como ninguna, pero vamos a nombrar solo algunos imprescindibles:

Vaporetto 2, es un barquito que se mueve lento y te permite ver todo el Gran Canal para empezar a hacerte una idea de lo que te espera, empezando en la parada frente a la estación de tren de Santa Lucía.

Plaza de San Marcos y alrededores, Basílica, Campanile, Palacio del Ducal...

La Academia, con una pinacoteca extensísima que a veces acoge también exposiciones temporales.

Guggenheim, para pasar un día recorriendo el arte más moderno en las salas de su exótico palacio reconvertido el siglo pasado en museo.

Palazzo Grimani, donde poder apreciar una fantástica colección de tapices y muebles. No os perdáis la última sala. Es una sorpresa.

Iglesia de Santa Maria dei Miracoli, a los venecianos les gusta casarse aquí. Tiene pocos turistas y en su interior encuentras una sorpresa hecha pintura por doquier, donde un discípulo aventajado del Tiepolo se explayó.

¿DÓNDE COMER?

Restaurante del Palazzo Experimental, donde encuentras una carta corta porque cada plato es una exquisitez que aúna y presenta la cocina italiana como una fusión de lo mejor de cada región. Además, degustar sus manjares de proximidad en el jardín es una verdadera delicia. Alargarás las sobremesas.

Orange Bar y siguientes para tomar el aperitivo, al lado de Rialto. También en Campo Santa Margherita.

Vino Vero y cercanos para tomar vinos.

La Mascareta y Al Mascarón, con años de historia entre sus fogones que pasan de generación en generación y que no defraudan con la típica comida italiana.

Da Gigio, donde encontrarás una gran selección de vinos y productos locales en un ambiente relajado y casual. De los de toda la vida. Frecuentado fundamentalmente por locales.

Ai Mercanti, cerca de San Marco. La decoración es un poco del 2000, pero aun así, sigue siendo curioso. Tiene una selección de vinos increíble y una muy buena relación calidad-precio.

Auzolan Rafael, una ostrería tradicional con buenos productos y una hospitalidad que no defrauda. La regentan un matrimonio con orígenes en las dos puntas más alejadas de Italia, lo que le confiere un aire muy especial que mezcla norte y sur. Es recomendable para familias.

Osteria Alla Certosa, es como un beach club. Puedes ir en vaporetto pero para volver necesitarás un taxi...

Harry’s Bar, el mítico local de Cipriani donde se reunían las estrellas de la intelectualidad el siglo pasado y que, desde Giudecca, te permite una visión de Dorsoduro espectacular.

Arumi, el restaurante al aire libre del hotel Hilton, junto al anterior y con las mismas vistas envidiables que también puedes disfrutar desde su cocktail bar, donde podrás apreciar Venecia entera. Su menú degustación es más que recomendable, perfectamente maridado y con un trato exquisito. También puedes darte un spa antes de comer o cenar...

¿DÓNDE BEBER?

Osteria ai Pugni, donde los locales se relacionan tomando vinos y aperitivos de 17:00h a 19:00h.

Adriático Mar, es pequeño, pero el mismo dueño te saca tanto la bebida como los aperitivos al canal donde no para de entrar y salir gente en bote.

Stappo, cerca del Mercado de Rialto, es donde se reúnen la gente cool y joven para degustar sencillos pero deliciosos cocktails.

Il Mercante, mezcla mucha gente joven local e internacional que quieren trasnochar (aunque el término aquí sólo se extiende hasta las 2:00 a.m).

¿QUÉ COMPRAR?

Laguna B, para adquirir todo tipo de cristal de corte muy moderno.

Libreria Linea d’Acqua, cerca de San Marcos, donde puedes encontrar desde libros de coleccionista hasta todo tipo de objetos originales y sorprendentes.

Pied a Terre, justo debajo del puente Rialto y Calzature Parutto, dos de las mejores tiendas para encontrar las conocidas slippers venecianas en distintos colores y tejidos. La primera tiene más diseño y originalidad en los colores, la segunda mejor precio.

Rubelli donde podrás encontrar sedas y textiles actuales.

Fortuny, el verdadero templo del arte hecho tela. El hijo de nuestro pintor decimonónico más prolijo y exquisito emigró a Venecia a un palacete que ahora es sede de su Fundación y consiguió entender y perpetuar el arte del grabado en seda y terciopelo. Sin duda, su fábrica en Giudecca vale (como mínimo) un paseo.

Liviana Pigaltone, cerca de San Marco, es el sitio ideal para encontrar todo tipo de platos con formas originales.

The Merchant of Venice, para bucear entre antigüedades y curiosidades un buen rato.

Desde luego, Venecia es una ciudad a la que hay que ir y siempre volver, porque nunca dejarás de descubrir nuevas perspectivas y disfrutar con su eterna e inabarcable belleza. Nunca defrauda.

 

Carlos Sánchez

Imágenes: Cortesía del Hotel Il Palazzo Experimental