En estos tiempos difíciles por los que vamos transitando a ciegas, donde los contagios por el COVID-19 han separado a personas y países (y al mismo tiempo, nos han unido), no queremos olvidarnos de esta ciudad que tanto bueno tiene para ofrecer como su cultura y su gente. Por eso y porque aquí se ubica un hotel emblemático que la cadena H10 ha convertido en su buque insignia.

Todo empezó cuando la compañía adquirió el palacio que perteneció al Conde da Ericeira, edificado en el siglo XVI y que a lo largo de los años pasó por ser convento o residencia de diferentes y variadas familias, hasta quedar deshabitado durante casi un siglo. Fue en este punto cuando la cadena hotelera quiso hacer de este sitio emblemático, la insignia de su compañía.

Para ello confío en el buen hacer de Jaime Beriestain, que conservó la estructura, recuperó techos de escayola y rehizo las partes más dañadas y los materiales nobles como mármoles del suelo o las puertas infinitas para devolver todo el esplendor a este palacio que en otra época, brilló por las reuniones sociales que tenían lugar en su salón de baile y los acontecimientos que en él ocurrían.

Beriestain, además, se encargó de amueblar las distintas estancias, dándoles un toque comedido, elegante y adecuado para la actividad que pudieran albergar y utilizó tonos neutros con tejidos cálidos que sirven de base para otras notas de color que alegran la vista del cliente en forma de cojines y otros adornos. Especial atención merecen las distintas luminarias que se diseñaron ad hoc y que enlucen y ennoblecen más si cabe, los espacios.

Tomar el desayuno en la antigua sala de baile con sus enormes espejos enfrentados y su elaborado techo de escayola, es un placer más que recomendable. El desayuno ya es un espectáculo en sí mismo pero rodeado de semejante belleza, lo es aún más...

La cena ocurre en otra de las estancias donde el techo vuelve a ser protagonista junto a su araña, desprendiéndose de su propio centro de gravedad. Aunque también puede tomarse en el recuperado jardín que, presidido por un árbol gigante, nos acurruca en una especie de paz monacal que no deja indiferente.

La comida nos resulta exquisita y nos sorprende el cuidado emplantado con el que nos presentan cada comanda. Esto sí que es arte en la mesa.

Para relajarse, tenemos una piscina con vistas al jardín y parte de Lisboa, que nos permite pasar las horas de sofocante calor sin apenas notarlo.

¿QUÉ VISITAR?

Mosteiro dos Jeronimos. Una joya del renacimiento lusitano que no nos podemos perder. Vemos un gótico flamígero reverberante que, con sus arcadas y sus pináculos, nos recuerda a la época dorada de este país conquistador.

Torre de Belém. Desde esta emblemática torre, los vigías controlaban la llegada de los enemigos por el río Tajo para poder defenderse con tiempo. Ha salvado a la ciudad de muchas invasiones y los lisboetas están muy orgullosos de este punto de referencia.

Castelo de São Jorge. Edificado en el siglo XIV, en sus muros podemos apreciar el paso del tiempo y ver desde ellos una de las panorámicas más impresionantes de la ciudad.

Barrio Real. Uno de los puntos más interesantes de la ciudad, sorteado de tiendas de diseño y hermosas callejuelas que flanquean toda esta barriada que a otra hora fue una localización noble.

Museu do Fado. Imprescindible si queréis saber sobre los orígenes de esta forma expresiva de dolor por la que las madres que se quedaban cantaban con emoción profunda a los hijos que iban a conquistar otros territorios. La reina de todas es Amalia Rodríguez.

¿DÓNDE COMER?

Solar dos Presuntos. Un restaurante muy antiguo con comida típica de Lisboa que reúne a la gente moderna y posicionada por igual.

Ramiro. La mejor casa de mariscos y pescados de la ciudad, sin duda. Es muy pequeño y no se admiten reservas pero merece la pena acercarse a probar suerte (o esperar en la cola si no la tenemos).

Sancho. Otro restaurante que nos ofrece comida típica de Portugal. Tiene un ambiente familiar de años ya que la gente que lo prueba, siempre repite. Es auténtico y con precios súper económicos. 

O Faia. Tiene toda la historia del pasado entre sus paredes así que si te gusta esta forma de sentir, no dudes en acercarte. El servicio y la comida son excelentes.

¿DÓNDE COMPRAR?

LX Factory. Una serie de naves en las afueras de Lisboa que reúnen todo el arte alternativo de la ciudad y alrededores con productos muy interesantes. Una experiencia en sí misma que no os debéis perder.

Vista Alegre. Esta tienda que tiene toda la artesanía de cerámica con origen en Portugal no deja de sorprendernos. Siempre hay nuevos diseños o redescubrimos algunos antiguos que nos dejan con la boca abierta. Un must.

QuartoSala. Si eres amante de los muebles de diseño de calidad, aquí podrás encontrar una variada selección de los mejores iconos de cada época. Un viaje fantástico en el tiempo a través de los mejores arquitectos, sobre todo si tienes la cartera preparada para un buen desembolso. No dejes de acudir.

Casa Pau-Brasil. Si después de visitar QuartoSala os habéis quedado con ganas de una dosis extra de diseño (y en este caso, del mejor diseño brasileño), debéis acudir a Casa Pau-Brasil sin dudarlo para admirar la obra de Sergio Rodrigues o Jader Almeida, pasando por los hermanos Campana. Un verdadero templo de visita obligada.

¿DÓNDE ACABAR LA NOCHE?

Park. Este rooftop permite la visión de toda Lisboa en medio de un ambiente tranquilo de gente guapa.

Seen. Para tomarse los mejores Gin Tonic de la ciudad.

Río Maravilla. Se encuentra dentro del mencionado X Factory y tiene un ambiente más alternativo lleno de gente joven, vibrante y muy artística. La vista sobre el puente 25 de Abril es increíble.

Lux. Si quieres bailar hasta altas horas de la noche rodeado del famoso Río Tajo no dudes en acudir a esta discoteca mítica. 

Esperamos que podáis disfrutar de esta ciudad con su maravilloso ambiente igual que lo hemos hecho nosotros. Agradecemos a Renovatio Expirience el habernos traído hasta aquí.

 

Carlos Sánchez

Imágenes: Cortesía del Hotel The One Palácio da Anunciada