Hace tiempo ya que pasaron las Navidades y estamos estresados por las tensiones que hemos pasado a lo largo del año anterior. Por eso queremos empezar este en las mejores condiciones posibles para afrontar los retos que se nos presenten descansados. Así que vamos a averiguar cuáles son los mejores tratamientos en la capital que nos ayuden en esta tarea, pudiendo compatibilizar la vida habitual con una escapadita a algunos de los centros que hemos elegido. 

Para empezar, hemos buscado entre la multitud de opciones posibles para filtrar sólo unas pocas y quedarnos finalmente con las experiencias que más nos han gustado y que consideramos que aportan las técnicas más novedosas o que ejecutan las tradicionales con una perspectiva actual; sin olvidar que haya una relación equilibrada entre calidad y precio.

Hotel Barceló

Reconocemos una clara debilidad hacia el diseño del gran Jaime Hayón, por lo cual, desde el momento en que ponemos el pie en el lobby ya nos empezamos a relajar por el ambiente limpio y despejado que el madrileño ha conseguido en este buque insignia de la cadena. Comienza la sesión, y después de nadar unos largos en su piscina de vaso de acero, entramos en la sauna finlandesa donde vemos la puesta de sol sobre la Casa de Campo y cuyo calor seco prepara nuestro cuerpo para entrar después de una ducha, en la cabina donde comienzan a trabajar nuestros músculos y articulaciones con movimientos suaves, ayudados por piedras frías y calientes.

Nos sumergimos en una tranquilidad física y mental de aproximadamente una hora. Después trabajan también los músculos de nuestra cara con productos de Declēor, que aúnan su untuosidad a su olor y que representa el escalón final que nos permite bajar de nuevo a tierra, con una visión renovada y mágica de todo lo que nos rodea.

Lush

Sorprendente. Esta es la mejor forma de describir lo que reúne esta experiencia sensorial que parece sacada de una producción cinematográfica. Comienza en una calle transitada por medio Madrid, la calle del Carmen, para continuar en una tienda abarrotada de compradores y curiosos que recuerda más a un bazar de Marrakech que a un sitio de tratamientos para el bienestar.

 

En medio de todo ese barullo, un dependiente introduce un código en una puerta, que se abre para dejar atrás todo ese ruido agotador y sumergirnos en un mundo de fantasía, una burbuja que nos permite ser libres y elegir el estado de ánimo al que nos queremos acercar. Elegimos desde la música hasta conceptos abstractos para que la terapeuta cree un universo a la medida de tus necesidades para ese momento. 

Toda la decoración es en sí un motivo de sorpresa y admiración que nos hace entrar en otro mundo, el de ensoñación en el que nos vamos sumergiendo poco a poco con cada detalle. Como los frascos de distintos colores iluminados tenuemente y que nos permiten elegir sutilmente (como si de las flores de Bach se tratara) entre sus etiquetas, que exhiben conceptos tan dispares como REÍR, DULCE, LIBERTAD o FUERZA. Toda una declaración de intenciones que se materializa en lo que ellos denominan "La Cocina". 

 

Una vez en la sala de masaje, ese universo inducido se traduce en un trasiego de manos enmantecadas de carité que recorren nuestro cuerpo al ritmo de la música cambiante y adaptada, junto con un olor que flota en el ambiente y que sale en forma de humo desde una alambique con piedras burbujeantes, y de fondo el calorcito casi intrauterino, que te trasmite la camilla calefactable. Todo un mundo de sensaciones que llegan por distintas vías tras pasar esos momentos de sorpresa y bienestar.

Hotel Wellington

Definiríamos este tratamiento como “onírico”, porque es igual que cuando te vas a dormir , sueñas, y a la mañana siguiente recuerdas lo que soñaste, sin mucha coherencia, pero con la sensación que se ha instalado en ti de profundo bienestar tras cabalgar en brazos de Morfeo. Describir este masaje que por la pericia de la terapeuta, pareciera que había sido a 4 manos es complicado.  

Tan solo recordamos un vaivén de manos recorriendo con ligereza y contundencia los músculos de nuestro cuerpo, un fluir sin pausa como si grandes ríos se hubieran desbordado en el mar de nuestra persona y los surcos de sus cauces fueran recorridos por manadas de caballos con cascos amortiguados, que en un estado de liberación generaba un cosquilleo continuo en cada uno de los nervios y en todos a la vez. Al mismo tiempo que ungüento sobre ungüento, se liberaba un olor a veces a lavanda, otras a melón o a cítricos, que nos transportaban a un universo menos tangible, más etéreo y que despistaba los sentidos abarcando así, junto con la música suave, de una forma holística todo nuestro ser y recuperándonos, desde la relajación, de heridas de cansancio de las que ni siquiera éramos conscientes.

Cuando acabó el masaje no se puso fin a una cascada de sensaciones agradables, sino que estas nos acompañaron hasta que nos fuimos a dormir y aquí florecieron para levantarnos por la mañana con la sensación de haber descansado profundamente y de haber vivido una experiencia tan enriquecedora como indescriptible. 

Carmen Navarro

La suntuosidad en forma de templo dedicado a la belleza y la relajación nos recibe de la mano de Magdalena, la excelente directora de comunicación de la marca, y podemos llamarla así porque el sello de Carmen Navarro ya es por sí mismo un reclamo. Después de mostrarnos las cuidadas instalaciones con una decoración ecléctica y agradable, nos tumbamos en una camilla para sumergirnos en una relajante meditación, ayudados por el vaivén de las manos expertas que siguen esa danza de tocamientos extensos por la espalda y piernas, con suaves toques de presión en los puntos energéticos indicados, que nos permitirán gozar de un sueño más profundo y reparador, así como eliminar toxinas a través de la orina la mañana siguiente. 

 

Las suaves presiones nos refieren a un conocimiento de la técnica exquisito, ya que de una forma aparentemente aleatoria se van situando en esas confluencias energéticas que permiten a nuestro “chí” reestructurarse y renovarse. Después de una hora donde parece que no ha pasado el tiempo nos levantamos con la sensación sutil de haber encontrado las coordenadas que nos conducirán con buen pulso por los páramos del sueño. Y en efecto, ya al día siguiente, después de una noche de inmersión profunda en los océanos del inconsciente, notamos cómo nuestro cuerpo está deshinchado junto con la sensación placentera de haber recuperado energía a raudales, gracias a la calidad del descanso, para afrontar el nuevo día y sus retos.

Hotel Only You

Nada más entrar en el Hotel Only You reconocemos un lenguaje visual característico del arquitecto Lázaro Rosa Violan, que te invita a adentrarte en cada detalle decorativo, a recorrer todas las salas y su concepto. Dentro de esta escenificación, perfectamente preparada para el huésped, está la entrada al spa, que se hace por unos ascensores mimetizados en una pared toda alicatada, con baldosines azul cobalto que nos da la sensación de estar en Delft antes de que se abran las ocultas puertas del montacargas mágico.

Después de descender una planta, aparecemos en Bangkok, en el que podría ser el spa del Sukhothai Hotel. La inmersión es total para el ojo y el olfato. Además, el tratamiento pasa por distintas fases: la primera es un scrub de pies en una palangana de latón que te permitirá dirigirte con paso firme y suave al baño turco, que te relajará y abrirá los poros de tu piel durante 10 minutos, dejándonos en una situación idónea para la exfoliación corporal que viene después. 

Tras una ducha llega la hora del masaje tailandés, y en efecto lo vivimos igual que los recibidos en Tailandia. Las manos firmes y conocedoras del oficio, que en su país es una tradición secular, nos producen una vivida sensación de dolor, acompañado muy de cerca por la intensa relajación que deja justo después de haber trabajado un cuadro muscular. A veces pedimos que baje la intensidad, ya que el masaje tailandés es muy profundo y sus beneficios empiezan a sentirse a partir del día después. Dura en el tiempo, los músculos se estiran y flexibilizan, y los huesos se recolocan dejando tu cuerpo preparado para otra jornada de ejercicio intenso. Ciertamente recomendable.  

The Organic Spa

Ubicado en la milla de oro madrileña, en la calle Lagasca, este espacio se viste de elegancia con el negro como color predominante en la construcción, salpicado de toques de oro que nos hacen predecir que el espíritu Thai se ha hecho un sitio de honor en Madrid, gozando de multitud de celebrities entre su clientela. Helena Solin representa este espacio, y eso ya es decir, porque si alguien sabe del wellness en España, es ella, y lo abandera en la capital con pasión, elegancia y contundencia. 

Nada más llegar nos reciben en el amplio hall que produce una sensación de espacio y bienestar, preámbulo de la sala a donde pasamos, decorada con detalles de esos que tocan tu fibra estética de una manera sutil, como una orquídea natural sobre la camilla junto a una campanilla de latón, o un pebetero en cobre que desprende un aroma que te relaja y te transporta.

Cuando nos tumbamos hacia abajo, notamos unas manos expertas que preparar nuestra espalda con el rigor de un conocimiento milenario y se deslizan como toboganes hasta resolver el crucigrama indescifrable, el de los músculos que sostienen el tórax y toda nuestra constitución. La continuidad del relato que escriben sus manos en nuestro cuerpo hace que no sepamos cuándo acaba con un grupo muscular y cuándo empieza con otro, porque el movimiento, sin solución de continuidad, es un todo.

Sí recordamos vagamente la transición de las piernas a los brazos, pero las sensaciones se agolpan curiosamente bajo un manto de somnolencia que te hace desvincularte de lo tangible, y vivir toda la experiencia en una especie de duermevela del que cuesta salir. Incluso cuando ya estás en la calle perduran estos efectos oníricos en todo tu ser.

La verdad, altamente recomendable.

Ayurveda

"Un día en el cielo". Así se llama el masaje que nos dieron en este espacio dedicado a la sabiduría india en todas sus vertientes, regentado por Pilar Franco desde hace más de 20 años. La verdad es que lo que escribamos no puede más que empañar el nombre del masaje porque es literalmente como reza en el título. Aun así, intentaremos contaros algo de lo que allí ocurrió.

Nos reciben en un piso adaptado para la ocasión en la calle Orense 9, un lugar sin pretensiones pero decorado con un aire indio fresco y natural. Pasamos a la sala y empiezan por un masaje a cuatro manos de la cabeza y el cuello sentados, para pasar a una segunda fase, ya en la camilla, donde el aceite de sésamo sirve de lubricante para esas manos que corren de un sitio para otro con coherencia, como si de un ballet sincronizado se tratara. Las sensaciones de la presión y el estímulo vienen desde puntos tan diversos que confunden completamente la mente y te implican en un viaje hacia el silencio, dejándote llevar por la cordura de su acción bien aprendida, y conduciendo tu voluntad hacia la confianza más absoluta. 

Eres de esas manos, del mundo, del todo, eres el UNO y acaba convirtiéndose en una experiencia holística, cuando en una tercera fase del tratamiento el aceite caliente cae en cascada controlada en tu tercer ojo, justo entre las cejas, en la frente, buscando esa paz en la mente, que ya han conseguido en el cuerpo. Y en ese momento en el que el chorro de conocimiento se desparrama por toda tu cabeza, el sentimiento de comunión con la vida es absoluto. Sin duda un tratamiento a repetir.

 

 

Carlos Sánchez 

Imágenes: archivo