Inauguré el verano en Ibiza y sobreviví
Ibiza es mucha isla y creo que tardaré unos cuantos días en poder recuperarme...
Mi squad (que no tiene nada que envidiar al de Taylor Swift), mi grupo de amigas a lo Sexo en NY y yo habíamos comprado 2 meses atrás unos billetes con rumbo a tierras ibicencas. Celebrábamos el cumpleaños de una de ellas y queríamos que se desquitase de tanto postureo madrileño y que conociese a un hippie griego. Uno de esos de los de que si te vuelvo a ver ni me acuerdo, de los que pasan las horas y llamas a un taxi para que le venga a buscar.
Era uno de esos viajes de desenfreno, de alcohol, de conocer gente, de más alcohol y de atardeceres frente al mar. Todo comenzó en la terminal 1 de Barajas donde cogimos ese vuelo low cost, los nervios me impedían descansar, bueno eso y que había que ponerse al día con una militante del squad- la cual llevábamos 6 meses sin ver-. Es lo que tiene la vida, que algunos de los amigos más íntimos han tenido que emigrar a países extranjeros con el fin de labrarse un futuro.
Pisamos las islas pitiusas y tenemos que recoger ese coche de alquiler que nos haría recorrer kilómetros y kilómetros de felicidad. Tras una hora de larga espera y ansia desmesurada cogemos las llaves y nos encaramamos a la casa para el acicalamiento previo a una noche de descontrol. Los Gin tonics y los chupitos se sirven por doquier, la vista se comienza a nublar. Mientras tanto unos últimos retoques antes de ir con paso decidido a Pacha.
¡Guest list! (Como me gustan estas dos palabritas mágicas). Estamos parados como si fuésemos cinco toros que van a llevar al matadero, desubicados, obnubilados. Nos mezclamos rápidamente con el ambiente y en cuestión de minutos ya estamos en el reservado más guiri que he visto en mi vida. Beldevere, Johnnie Walker y mucho Barceló en la mesa. Bailoteos clásicos con ingleses, franceses y algún que otro italiano, pero sinceramente nada más que ofrecer. El tour internacional no era más que un raspado aprobado.
Nos despertamos con una resaca de esas en las que solo quieres que te arranquen la piel a tiras mientras te haces el hara kiri, pero nadie nos puede parar. Queremos conocer todas las calas de la isla. La arena fina y el agua cristalina calman cualquier posible rastro de etilismo en mi cuerpo.
No hay parangón, necesitamos más acción. Hemos dormido 3 horas el día anterior pero nuestras ganas de conocer el ambiente balear nos puede. Amnesia es el lugar elegido. No todo el monte es orégano, la noche se tuerce y nos deja “descompuestos y sin novios”.
A la mañana siguiente Cala Tarida era la elegida, Paddle Surf y Kajak son los deportes que necesitamos para amenizar las horas en las que el sol está en lo más alto. Refrescarse, sentir el calor como penetra en cada poro de nuestra piel y ver como la quemazón me convierte en el Cangrejo Sebastián...
Buena gastronomía y a prepararse para la fiesta del año… FLOWER POWER.
Ataviados con una peculiar indumentaria vemos el Yellow Submarine con los ojos en Marte. Canturreamos la banda sonora de nuestras vidas mientras hacemos las típicas confesiones de la armada invencible. Y cómo no… Pocholo entra en escena. (Estaba tardando en llegar). Demos por terminada la noche, pues.
El último día nos esperaba un barco que nos llevaba a Formentera a comer una maravillosa paella. Yo que nunca había montado en el mayor enemigo de Poseidón me sentí el rey del mundo, nada me podía parar.
Tras atracar en el puerto, cogemos las maletas y ponemos rumbo de vuelta a la capital. Un viaje intenso para un inicio de verano prometedor. Ibiza es mucha Ibiza y creo que tardaré unos cuantos días en poder recuperarme.
Pablo Aragón - @aragon_pablo