Nace como un grito de quien hace de sus pesares quejío. Desde entonces, de la marginalidad ha pasado a lo exótico, del estigma a la idolatría, de ser música de otros a Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. El flamenco ha vivido y crecido con el tiempo, pero nunca ha dejado de ser, por encima de todo, arte.

Arte en mayúscula y sobre todas las cosas. Arte que es de todos y para todos, que se mezcla y es puro, que se hace solemne en la modernidad, y que, a pesar de todo lo vivido, sigue siendo la joya de la corona de nuestra cultura. El 16 de noviembre de 2010 la Unesco lo declaraba Patrimonio de la Humanidad. Hoy se cumplen 10 años del día en que se reconoció el valor cultural de este género.

Si tenemos que relacionar el flamenco con una cultura, esa es la del pueblo gitano. En el seno de esta cultura se forja el género, y en sus raíces se encuentra, también, su origen, que se remonta a la época de los Reyes Católicos. En un momento de persecución en la Península, los gitanos, junto con judíos y musulmanes, deciden convertir esta situación de penuria y opresión en un cante profundo, haciendo una vez más de la música un lenguaje universal que hace de altavoz de la voz del alma. Geográficamente, su origen se sitúa en el Sur de España. Jerez de la Frontera, el sevillano barrio de Triana o Granada, son algunas de las cunas del flamenco, sembrando el germen de lo que luego sería un arte internacional.

Desde este momento y hasta el S. XVIII, el flamenco se ha tenido como una expresión artística marginal y marginada, relegando sus manifestaciones a la clandestinidad de las clases más bajas y con menos estima social. Todo cambia cuando el carácter popular del género empieza a despertar interés en las clases altas de la sociedad. Estos cantes que nacen de las entrañas de la sociedad salen, entonces, de su escondite para exhibirse en cafés y puestas en sociedad.

Hasta los años 70, las manifestaciones flamencas se limitaban a la versión más purista del género. El cante jondo y los cantes andaluces, de carácter más popular, jugaban en un mano a mano encasillando al estilo en esta vertiente. Sin embargo, con la apertura de España, nuevos aires de cambio y revolución llegan también al flamenco, que comienza a influenciarse por otros estilos musicales provenientes de todo el mundo y desarrollando lo que se conoce como flamenco fusión.

Una de las pioneras en desatar esta revolución modernizadora fueron Las Grecas con su disco ‘Gipsy Rock’, donde incorporaba influencias evidentes del rock americano del que estas hermanas también habían bebido. Con estas renovaciones, se abrió camino a la ruptura del conservadurismo e, incorporando influencias del rock, el jazz o las músicas latinas, entre otras, aparecieron dando una nueva imagen al flamenco nombres de la talla de Lole y Manuel, Camarón de la Isla, Paco de Lucía, Enrique Morente, la banda Veneno, Dolores Vargas o la misma Rocío Jurado.

En pleno auge de la Movida Madrileña y bebiendo de la fuente del flamenco fusión, este género tradicionalmente visto como arcaico y conservador, se somete a debate y revalorización, esta vez, de la mano de artistas que, inmersos en el espíritu de la Movida, hicieron comulgar al flamenco con la música popular del momento. Grupos como Pata Negra, Ketama o Ray Heredia, supieron darle su lugar tanto al género en sí, como a sus predecesores en la revalorización del mismo.

El flamenco se vuelve a desligar de su faceta más purista para entrar en un mundo cultural en ebullición, acercándose a aquellas personas con ganas de modernizar sus tradiciones, pero sin renegar de las raíces, aunque no estuvo exento de debate entre los defensores de su castidad...

Aunque aún podemos pensar que el flamenco sigue manchado por un pasado machacado y a un estigma que poco le pertenece, hoy día la historia y la cultura le han hecho justicia. Prueba de ello es la enorme popularidad de la que goza no solo dentro de nuestras fronteras, sino más allá de ellas, donde el prestigio de este arte así como su capacidad de remover y llegar al público, queda más que reconocido con este galardón del que hoy se cumple una década.

Como música del pueblo que es desde su nacimiento y pese al rechazo de algunos, el flamenco ha salido a la calle y se ha dejado influenciar, mezclar y enriquecer de otros géneros musicales de moda en el momento, contando con la suerte de tener grandes intérpretes que le han sabido poner en su lugar. No solo la expresión del cante ha sido protagonista. El baile flamenco o los instrumentos que son parte de su identidad, también han sucumbido a los encantos de la contemporaneidad, mezclándose con tendencias y vanguardias y concluyendo en expresiones artísticas de máxima belleza, talento y valoración.

En la actualidad, tal y como ocurrió en la década de los 70 y los 80, el flamenco sigue jugando y haciéndose grande en su fusión con otros géneros como el pop, el rock o las tendencias más urbanas. Tanto es así, que llega incluso a colarse de alguna u otra forma en las listas más comerciales, dejándonos nombres de grandes artistas que hoy defienden a capa y espada, cada uno desde su terreno, la grandeza y maestría del flamenco.

Desde Rosalía a Miguel Poveda, pasando por Niña Pastori, Los Delinqüentes, Chambao, Ojos de Brujo, Estrella y Soleá Morente, Buika, Divan du Don, María Peláe o Dellafuente, todos ellos son conscientes de la riqueza y solemnidad de este género, pero también de su carácter democrático y su necesidad de respetarlo, precisamente, haciéndolo sentir vivo.

 

Elena Romero: @elenar_vargas

Imágenes: YouTube