Muy alejado de la estética que la lanzó a la fama con 'El Mal Querer', su nuevo proyecto, tercero en la colección, ha llegado hoy al público universal tras meses de expectación. Creado junto a grandes figuras de la industria como Frank Ocean o Pharrell Williams, representa el renacer de la artista, más libre e incorrecta, describiéndolo ella misma como 'El Mal Desear'.

Tan solo un vistazo rápido a la carrera de Rosalía deja entrever la indocilidad que esconde su nueva propuesta. Lo pulcro ha quedado atrás para dar paso a un sonido lo-fi, más sucio, incorrecto y, sobre todo, disruptivo. La transformación y lo mutable, que aparecen referenciados tanto en las letras como en su simbología, rigen el eje central de la propuesta. Y es que la artista, que jamás ha negado las influencias, se ha abanderado de todo aquello que escuchó al crecer, unificándolo en su propia visión.

Es precisamente por esto por lo que la composición rítmica de la mayoría de las canciones pertenecen a una readaptación del reggaetón clásico, construido casi como un homenaje a la vieja escuela. La producción puramente experimental, que conjuga distorsiones, autotune y melodías únicas, acompaña a la admiración de la cantante por la cultura japonesa. Sin embargo, el flamenco, que funciona como constante en su música, no desaparece, sino que es precisamente con él, en 'Sakura', con quien cierra la lista.

Una primera escucha revela una secuencia continua de sonidos oscuros, distorsionados, voces chopeadas y ritmos fuertes que no dejan de combinar todo tipo de estilos. Así lo oímos en adelantos como 'Saoko', recordando a los icónicos Wisin y Daddy Yankee, o en 'Chicken Teriyaki', una mezcla cultural que busca el movimiento y el poder desde el humor.

En su tracklist encontramos otros ejemplos como 'Candy', que recuerda al estilo dosmilero más típico, 'Bizcochito' o 'La Combi Versace', interpretada junto a Tokischa. El anime y la referencia a la cultura japonesa aparecen en pequeñas dosis en muchos de los temas, aunque destaca en algunos como 'Hentai' o 'Motomami'. Con 'Delirio De Grandeza', en cambio, introduce un ambiente opuesto que recuerda a una habanera de un trasfondo profundo y no olvida la melodía lenta a piano en 'Como un G'.

Las alegorías son, sin duda, uno de los pilares constructores del universo 'Motomami'. Rosalía nos dirige en un viaje de cambios y altibajos en los que uno quiere encontrarse. Reivindica el papel de mujeres independientes en un mundo motorizado, masculino, y se lo apropia. Alude a lo bueno del contraste, de ser radicalmente nosotros mismos y, lo más importante, sentirnos bien en el proceso. Quizá el elemento que mejor refleja esta expresión es la flor de Sakura, uno de los símbolos más conocidos de la cultura japonesa que da nombre a la última canción, representando el florecer del que hablábamos antes.

Asimismo, la ilustración del propio título del álbum incluye la figura de una mariposa, además de ejemplificar en diversas ocasiones la transformación nombrando a los Lego, a los pavos reales o a la comunidad Drag.

Sin embargo, Rosalía no deja de lado los enfrentamientos que esto conlleva. En 'Diablo' escuchamos: “De la noche a la mañana no es que yo cambie, de la noche a la mañana mi vida se me fue. (...) Se ha ido tu pureza, no se ni quien eres diablo”. La ambición y la obsesión por la fama son otro punto fuerte del álbum. Es más, en 'Delirio de Grandeza' o la mítica 'La Fama' dice estar martirizada por enamorarse de ella.

La progresión que sigue el álbum, con cambios imprevistos de ritmos y registros, denota una clara influencia de otros grandes artistas como Kanye West o Arca, este último, además, colaborador del proyecto. En 'Abcdefg', que es un audio de la artista nombrando diferentes palabras en función de la letra del abecedario, terminamos de ver esa independencia de lo establecido. Viene a decir que Rosalía puede ser quién quiera ser y que todos nosotros deberíamos atender a nuestro más sencillo instinto.

Desde la publicación de 'Los Ángeles', su primer disco, la cantante ha buscado siempre la alteración de los estilos tradicionales, sonidos combinados y la confluencia de culturas. Ahora, desde un prisma muy distinto pero sin deshacerse de esa esencia inalterable, hace alusión a un renacer personal obligatorio. Y, aunque la polémica ha estado servida, no cabe duda de que: “Una motomami sabe quién es y lo lleva por delante porque es brava".

 

Lucía Goñi @luuciagoni

Imágenes: Cortesía de Sony Music