Diversas catástrofes como la del Rana Plaza en Bangladesh en abril de 2013 han hecho reaccionar a las grandes marcas de diversas maneras sobre las condiciones laborales de sus trabajadores... Aunque la mayoría de las veces parece que no se termina llevando a cabo, entre otras cosas, porque intereses económicos y políticos terminan entorpeciendo la implementación de medidas éticas en las fábricas.

La transparencia, un asunto pendiente

A día de hoy, la tendencia general es que existe una falta de transparencia en la fijación de precios y salarios (a pesar de que existen técnicas para hacer un seguimiento sobre si se siguen llevando a cabo las políticas salariales adecuadas). Preguntas como qué cantidad establecer como salario mínimo vital en los países en vías de desarrollo o quién es el responsable de llevar a cabo políticas éticas, siguen aún en interrogante.

 
 
 
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Como resultado de toda esta situación, tenemos a una industria multimillonaria como es la industria de la moda, asumiendo unos costes de producción ínfimos con trabajadores que, en la mayoría de los casos, son mujeres jóvenes a las que se les está negando no solo una educación, sino un salario digno con el que poder sacar adelante a sus familias. Mientras esto sucede, para muchas marcas resulta todavía imposible calcular qué porcentaje de cada prenda va destinada al salario de la persona que la ha fabricado.

 
 
 
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Un estudio de 2018 realizado por la Fair Labour Association afirmó que el trabajador medio de una fábrica textil de Bangladesh necesitaría, al menos, un 80% de subida salarial para empezar a aproximarse a lo que allí se consideraría un salario "medianamente digno". A pesar de que el salario mínimo del país ha aumentado el equivalente a 95 dólares, esto no ha ayudado a solventar dicha brecha.

Por su parte, Labour Behind the Label afirma que no ha habido una respuesta por parte de la industria lo suficientemente contundente como para subir el salario mínimo lo que realmente se necesita subir para considerarlo digno.

Además, esta responsabilidad también recae sobre los gobiernos de estos países, a los que les interesa mantener estos salarios bajos para que las marcas no trasladen sus producciones a otros países con menores costes de producción. De esta manera coaccionan a las fábricas para que no suban los salarios y continúen recibiendo pedidos de las principales marcas de fast-fashion.

 
 
 
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Está claro que por mucho que haya voluntad por parte de las marcas por aumentar los salaries, al final lo que manda son los números, y si el consumidor está acostumbrado a pagar 3€ por una camiseta, el fast-fashion seguirá ganando la batalla. Entre 2000 y 2014, la producción textil a nivel mundial se duplicó y el número de prendas compradas por cada consumidor a lo largo de un año creció un 60%, según la consultora McKinsey.

Al mismo tiempo, la expansión del e-commerce ha hecho disminuir los beneficios de los comercios tradicionales, generando una competición constante por ver quién saca antes el clon más barato o la última tendencia viral en Instagram.

La iniciativa Action, Collaboration, Transformation

También conocida como ACT Initiative, es una alianza de empresas como H&M, Inditex o el grupo PVH (Tommy Hilfiger y Calvin Klein), entre otras, que han firmado un pacto basado en utilizar su poder de negociación para conseguir unas mejores condiciones para los trabajadores de sus fábricas y llegar así a acuerdos que fijen salarios de manera global dentro de la industria.

Por su parte, en Ethical Trading Initiative se preocupan por la necesidad de que todas las marcas vayan en la misma dirección. 

Por extraño que pueda parecer, las marcas no pueden decidir de manera unilateral aumentar los salarios de sus trabajadores ya que, por lo general, estas marcas no son propietarias de las fábricas en las que producen. Y sí, incluso cualquier marca de Inditex podría representar una pequeña parte de la cartera de clientes de un fabricante asiático. Increíble, ¿verdad?

 
 
 
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Resolver estos asuntos relacionados con los derechos de los trabajadores requiere de colaboración por parte de las marcas para renegociar condiciones con las diversas fábricas y coger las riendas de las cadenas de suministro.

La necesidad de replantear el sistema

Solo cuando la mano de obra barata se deje de considerar como uno de esos costes a minimizar para maximizar beneficio, solo entonces, podremos confirmar que está habiendo un replanteamiento del fast-fashion tal y como lo conocemos.

 
 
 
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Y este replanteamiento traerá consigo un cambio de mentalidad en el consumidor, que estará dispuesto a valorar el trabajo que supone fabricar esa camiseta que estuvo durante mucho tiempo a un precio mucho más bajo del que debería...

 

Lara Ontiveros: @lara_ontiveros_

Imágenes: Instagram