Mientras las redes siguen siendo una inagotable fuente de inspiración y/o autopromoción, la realidad es que las plataformas se mueven hacia una, y cada vez más, invasión de la privacidad. Y esto, efectivamente, repercute en la creatividad. ¿Cuántas veces nos habremos quedado mirando una foto o un vestido pensando en cuánto se parecen a algo que ya hemos visto antes?

Hoy en día, hasta la máxima expresión del desnudo pasa desapercibida... Tanto es así que los rostros ocultos parecen cautivar más al espectador contemporáneo, y no solo por la magia y el misterio que estos esconden, sino como una manifestación vital a la hora de protestar o influenciar a la sociedad, que tantas veces peca de artificial quedándose en la máscara y no lo que hay debajo.

Precisamente este es un discurso interesante para la moda, convirtiéndose en la herramienta a través de la cual manifestar esta crítica, al mismo tiempo que dirige la atención a la prenda que el modelo presenta y no a la persona que lo lleva.

Maison Martin Margiela Couture FW13

 

Aunque este anonimato se ha manifestado en los últimos años en forma de antifaces, máscaras o pasamontañas, no es algo nuevo, y pese a pensar que esta es una consecuencia del apogeo de las redes sociales, la figura de Martin Margiela ilustra una historia que ha servido de inspiración para todos aquellos que no quieren explotar su imagen, solo crear libremente.

Maison Martin Margiela Archivo

 

El diseñador posee el célebre título del “desconocido más famoso de la moda” y es que desde sus inicios, cubría el rostro de sus modelos, alegando el aumento de superficialidad en la sociedad. Es curioso cómo una de sus imágenes más famosas esa en la que aparece su equipo vestido con batas blancas (seña de identidad de la Maison) junto a una silla vacía, sitio reservado para el ausente diseñador, del que solo encontramos un par de retratos de su cara en Internet. 

El “Bansky de la costura” logró construir así una leyenda a la cual muchas firmas siguen aferrándose en la actualidad. Marine Serre, por ejemplo, ha provocado más de un debate desde el inicio de su carrera por la utilización de máscaras, que si bien hacían referencia a una moda ecológica que insinuaba la contaminación que ella misma experimentaba como ciclista parisina, no terminaron de calar del todo bien en Francia.

Marine Serre Fall 2019

 

De la misma forma, Raf Simons abraza el anonimato, ya sea en los desfiles del 2016 o en los del 2022. Al igual que Alessandro Michele para Gucci, cubriendo de forma recurrente los rostros de sus modelos como un interesante paralelismo entre la labor de un cirujano plástico y un diseñador de moda.

Sea como sea, el poder de preservar la propia identidad se ha convertido en el lujo del siglo XXI. Ya lo decía Phoebe Philo: “la cosa más chic es cuando no apareces en Google. ¡Dios, me encantaría ser esa persona!”.

Gucci Fall 2019 

  

No sabemos si las máscaras del hoy son los accesorios detrás de los cuales querremos ocultarnos en un futuro, pero lo que nos queda claro es que el concepto del anonimato no es algo nuevo y que, consecuentemente, seguirá evolucionando con el tiempo y adoptando nuevas expresiones.

Si es que por mucho que nuestro feed de Instagram revele -casi- todo sobre nosotros, seguimos queriendo escondernos del resto del mundo de vez en cuando... 

 

Ana González: @anaaaaglez

Imágenes: Cortesía de las firmas