Dicen que cuanto más brillante es la luz, más profunda es la oscuridad. Bienvenidos a Los Ángeles, ciudad llena de luces y sueños que perseguir, ciudad llena de sombras y errores que borrar. Bienvenidos al mundo de Ray Donovan, el “señor Lobo” del star-system, el hombre encargado de limpiar o eliminar todos los trapos sucios del Olimpo hollywoodiense y aledaños. Bienvenidos a un tour por el lado oscuro del glamour y… del ser humano. Bienvenidos a una serie que capítulo a capítulo te convence de lo buena que es. Bienvenidos a un duelo de personajes/actores como pocos se han visto en lo que va de curso (y anteriores), porque, más allá del buen guión, del solvente reparto y de la hábil mezcla de drama, violencia y “humor”, esta serie tiene en el “pique” interpretativo de Leiv Schreiber y Jon Voight su principal argumento para no dejar de verla. Tanto es así que sería bastante injusto y sorprendente que no estén en todas las quinielas de los Emmy y Globos de Oro por qué hacen y cómo con sus personajes.
Por un lado, tenemos a Ray Donovan (Schreiber), un antihéroe impecable e implacable, el mejor amigo y peor enemigo que podrías tener, una persona capaz de jugar (muy) sucio para solucionar errores propios y ajenos, un hombre que trata de salvar a toda costa a su familia mientras ésta parece destinada a destruirlo. Por otro lado, tenemos a Mickey Donovan (Voight), el padre de la criatura, la serpiente en el Jardín del Edén, el lobo en el corral, el diablo que te guiña un ojo e invita a una copa antes de arruinarte la vida, un tipo que manipula mentes y corazones como pasatiempo, un agujero negro con demasiado carisma. Así, con dos personajes centrales tan interesantes como bien definidos, se inicia entre ellos una tensión dialéctica capaz de sostener por sí sola el interés y la audiencia de "Ray Donovan": el protagonista contra su némesis, el triunfo contra el fracaso, el orden contra el caos, el principio creador contra el principio destructor, el ¿Bien? contra el Mal. Un duelo que está presente en toda la serie, tanto si coinciden en plano como si no, y que se traslada a lo interpretativo, porque si Voight “hace un Jessica Lange” (convertirse en el gran reclamo de una serie encarnando magistralmente a un personaje secundario), Schreiber no se queda de comparsa precisamente. En resumen: es un auténtico placer ver el duelo/recital de estos dos.