Comer sano se ha convertido en algo que parece ser cada vez más difícil en los últimos años. Los productos frescos libres de químicos escasean cada vez más y los pocos que hay han subido de precio. Además, la comida rápida y ultraprocesada está cada día más al alcance de todos, lo que supone que por falta de tiempo a veces recurramos a ellos y los veamos como un comodín. Sin embargo, son cada vez más las personas conscientes de este nuevo estilo de vida que están intentado cambiarlo.
Las dietas son siempre una buena opción para organizar las comidas semanales y evitar caer en esas tentaciones cuando no nos apetece cocinar. No simplemente para adelgazar, sino también para mantener nuestro peso y no engordar. Pero, ¿y si el verdadero truco para mantener la línea estuviera en las horas a las qué comemos? Es una teoría que pocas veces nos habíamos replanteado y podría ser la clave para lograr la dieta definitiva.
Según los expertos, lo ideal es tener entre unas ocho y diez horas exclusivas para comer, lo que permitiría al cuerpo descansar y depurarse durante esas catorce horas restantes. Es decir, deberíamos fijarnos en la naturaleza y cómo esta está programada en ciclos al igual que lo está nuestro organismo, pero al que no respetamos. Si nos fijásemos, por ejemplo, en la salida y la puesta del sol, nuestras comidas deberían estar concentradas en ese espacio de tiempo. Sin embargo hacemos todo lo contrario y programamos nuestras comidas en función de los diferentes horarios que tenemos cada día. Desayunamos antes de ir al trabajo, comemos en el descanso o a la salida de este y cenamos cuando llegamos a casa, todo sin tener en cuenta esos límites horarios.
En España esta fase de comidas dura unas 15 horas al día aproximadamente, prolongándose hasta bien entrada la noche, especialmente en invierno, cuando el cuerpo libera melatonina para prepararse para la fase del sueño. Lo que significa que estamos alterando nuestro reloj biológico al igual que hacemos cuando usamos los dispositivos electrónicos en esta fase. Al final la respuesta la tiene siempre la biología porque si nuestro cuerpo está programado con ciertos horarios y hábitos y los alteramos, nuestro cuerpo responde en forma de rechazo.
A simple vista ahora mismo nos parecería imposible reducir ese tiempo de comidas a unas 8, lo que supondría desayunar a las ocho de la mañana y cenar a las cuatro de la tarde, por ejemplo, o a las seis como muy tarde. Es decir, nuestros hábitos horarios deberían ser parecidos a los de los ingleses. Por lo que para empezar lo ideal sería reducir ese horario de comidas a 12 horas para dejar al cuerpo descansar y que se vaya acostumbrando poco a poco. Una vez el cuerpo se adapte, será mucho más fácil evitar picar entre horas puesto que las comidas serán más seguidas y no tendremos la misma ansiedad que cuando esperamos tantas horas para comer.
Pero aún hay más, porque este periodo horario no solo sirve para la comida, sino que también afecta al ejercicio y es algo que muchos deportistas sabrán bien. La mejor hora para ponerse en forma eficazmente es haciendo ejercicio entre las cinco y las 7 de la tarde, aunque también es bueno para activar el metabolismo a primera hora de la mañana. Esto afectará a la calidad del sueño y sumado a las comidas, mejorará considerablemente tu salud.
Lucía Pandiella - @luciapandiella
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